El mexicano Javier Aguirre logró su primera victoria al frente del Leganés al vencer por 3-2 al Celta de Vigo en un duelo que -gracias a dos golazos de Óscar- llegó a dominar por 3-0 y en el que terminó sufriendo, pese a que parecía todo sentenciado en el arranque de la segunda parte. [Narración y estadísticas: Leganés 3-2 Celta]
Afrontaba la cita el entrenador como un exigente examen después de que los blanquiazules hicieran los deberes ante tres punteros como la Real Sociedad, el Barcelona y el Sevilla. Solo contra los primeros el esfuerzo trajo consigo un resultado positivo pero la sensación era que el equipo llegaría con la lección aprendida a las pruebas trascendentes.
Así fue, gracias en gran parte al buen hacer de un alumno aventajado como Óscar Rodríguez. Acompañado siempre por su fama de soberbio lanzador de faltas desde que comenzó a labrarse un nombre en las categorías inferiores del Real Madrid, hizo honor a la misma al cuarto de hora con un lanzamiento impecable que dejó congelado a Rubén.
Sin embargo, no sólo en los libres directos es una amenaza el talentoso centrocampista ya que al filo del descanso demostró que puede resultar efectivo también con el balón en movimiento, sorprendiendo con un tiro lejano que sirvió para ampliar la renta.
Sus dos grandes goles no hicieron sino justicia con lo visto sobre el terreno de juego durante una primera mitad donde el Leganés puso la voluntad y las ocasiones ante un Celta inerte que solo se acercó en un remate centrado de Mina desde el interior del área.
Escaso bagaje para contrarrestar las varias oportunidades de las que dispuso su rival. Braithwaite, con un intento cruzado que pasó rozando el palo tras tirar un caño por el camino, dio el primero de los avisos.
Y en el córner resultante los suyos se encontraron con el larguero después de que un cabezazo de Awaziem rebotara en Aidoo. Además, Rubén tuvo que exhibir reflejos para sacar un remate picado de Bustinza y Tarín se quedó a centímetros de desviar hacia la portería una falta servida al corazón del área.
El panorama al intermedio era desolador para los gallegos, obligados a reaccionar. Modificó entonces Óscar García Junyent el dibujo, quitando a Hugo Mallo en favor de Fernández, decisión esta que implicó una línea de tres en la retaguardia. Lejos de ser útil, esa vocación ofensiva partió al conjunto.
Lo aprovechó un contrario intenso, que robaba para salir con velocidad. En una de esas arrancadas Roque Mesa dejó solo a Braithwaite, pero el tiro raso de este lo sacó el guardameta. Siguió la jugada hasta que el esférico acabó muerto en la frontal. Fue entonces cuando apareció Kevin Rodrigues para hacer el tercero con un zapatazo cruzado que tocó antes en el palo.
Pese a todo los locales siguen teniendo un borrón incluso en su versión más inspirada, el balón parado. Y de momento no parecen encontrar solución toda vez que el Celta también fue capaz de meter el dedo en la herida. Una falta lateral botada por Pione Sisto la prolongó en el segundo poste Fernández para que, entrando desde atrás, Araujo cabecease con potencia para recortar distancias y dar esperanzas a los suyos.
Estas duraron lo que tardó Fernández en ver la segunda amarilla por un encontronazo con Tarín. Carentes de uno de sus puntales ofensivos, sin cambios y con un futbolista menos; quedaban pocos argumentos ya para creer en una remontada.
Los inventó de la nada Iago Aspas, uno de esos futbolistas capaz de encender la luz en la oscuridad más absoluta. Una acción individual portentosa, nacida de un cambio de ritmo y cincelada a base de fintas, la culminó con una definición cruzada. No fue suficiente esta vez, pero no cabe duda de que es el faro celeste. Con él, hasta lo difícil es más sencillo. Incluida la salvación.