No mucho más de veinte minutos de historia tuvo el derbi que midió este viernes al Leganés contra el Getafe en Butarque, los que tardaron los visitantes en marcar tres goles que reflejaron su superioridad durante los setenta restantes. [Narración y estadísticas: Leganés 0-3]
Poco importan las dinámicas cuando de un duelo de tanta rivalidad se trata. Y quedó demostrado. Afrontaban en peor situación la cita los azulones, pero dieron un paso al frente desde el arranque e intimidaron a un cuadro leganense que llevaba seis citas oficiales sin perder.
Al dominio posicional le siguieron los acercamientos y a éstos los goles. Un saque de esquina desde la izquierda al corazón del área lo cabeceó con el alma Leandro Cabrera para hacer el primero de la noche y desatar el vendaval.
Por el aire llegó también el segundo. Un saque de banda en el costado izquierdo acabó en los pies de Cucurella, que se tomó su tiempo para levantar la mirada y sirvió un centro al segundo palo, donde Nyom entró como una apisonadora, tocando su remate en el larguero antes de entrar.
A partir de ahí, el camerunés pareció entrar en trance durante la celebración del tanto anotado contra su exequipo. Primero corrió sin aparente dirección y acto seguido se plantó retador delante de su propia afición, situada en uno de los fondos. Al final, entre eso, que ya tenía una amarilla y que había coqueteado con la segunda, a Bordalás no le quedó más remedio que frenar su ímpetu y cambiarle a la media hora por Etebo.
No quería el entrenador que el más mínimo detalle derribara lo construido. Pero por si acaso los suyos le generaron un mayor alivio poniendo otro clavo al ataúd del rival. Un esférico ganado en campo propio desencadenó una contra absolutamente descompensada por número de hombres en favor de los getafenses. La guió Jorge Molina y la culminó a placer Mata.
Casi sin darse cuenta, el Leganés estaba hundido en uno de sus días más importantes del curso. Solo Óscar Rodríguez exhibió casta y calidad para generar alguna oportunidad del anfitrión, cercenado de forma sorpresiva después de la salida, veinte millones mediante, de Youssef En-Nesyri al Sevilla. La sensación que quedó tras la primera parte es que había un plan con el marroquí y que el alternativo sin él no ha dado tiempo a cimentarlo.
Lo malo para los blanquiazules es que el enfrentamiento estaba perdido, lo bueno es que las cosas solo podían ir a mejor. Con esa esperanza, y Recio en el lugar de Rodrigo Tarín, salieron al césped los de Javier Aguirre tras el descanso.
Ahora bien, dos no pelean si uno no quiere. Y estaba claro que el vecino no iba a poner de su parte para entrar al trapo en un combate que tenía encarrilado. Por eso la segunda mitad se convirtió en lo opuesto del espectáculo.
Mucho contacto, mucho roce, muchos hombres rodando por el césped y multitud de amarillas. Pero escaso fútbol y nulo ritmo. Solo los cánticos en la grada de las dos hinchadas colorearon un enfrentamiento que era ya más propio de los tiempos del blanco y negro.
Aquellos también vieron enfrentarse a uno y otro contendiente sobre el terreno de juego. Pero en categorías de menos lustre. Por eso, quizás lo más importante, puntos al margen, es que dos de las ciudades punteras del sur de Madrid volvieron a cruzar sus destinos en la elite. Por si no se repite mucho, deben disfrutarlo mientras dure.