El final de La Liga, ajustado y emocionante, es como esa película con un gran final pero donde muere uno de los protagonistas. Te gusta, disfrutas, pero no entiendes el por qué. Algo así ha sucedido esta temporada con el Leganés. Los madrileños aguantaron hasta la última jornada. Lo tocaron con los dedos. Pero la salvación no quiso llegar, como los goles, y acabaron consumando su descenso a Segunda División.
Un mal final para el equipo entrenado por Aguirre y que pudo haber cambiado si la puntería y el azar del resto de la jornada hubiera ayudado. Al menos, dentro del desastre anímico y deportivo que supone perder la categoría, sus aficionados pudieron disfrutar de un partido con alma y orgullo desde sus televisiones y se ahorraron tener que emocionarse en Butarque.
En plena vorágine de sentimientos que se pudo palpar sobre el césped, el técnico mexicano reflejó a la perfección lo que es el club. Esa filosofía de lucha y exigencia que al final les ha condenado al descenso. "El entrenador es el máximo responsable", aseguró Aguirre mientras arropaba a cada uno de sus jugadores, ojos llorosos y agotados en el terreno de juego. El técnico no sabía lo que era un descenso, aunque el club y algunos de sus jugadores sí.
Los pepineros llegaron hace cuatro años a la élite del fútbol español y probablemente pocos pensaron que podían aguantar hasta esta temporada compitiendo como uno más, e incluso logrando datos suficientemente meritorios. El sueño ya ha acabado, aunque la historia quede escrita para el resto de su vida.
Salvación y a la Copa
2016 es un año que ya suena lejano y más para un hincha del Leganés que ha disfrutado de cada partido en la élite española. En junio de ese curso el cuadro madrileño ganó en Miranda del Ebro gracias a un cabezado de Pablo Insua. Eran equipo de Primera División. Estrenaban esa categoría en toda la historia del club. Y 1.500 aficionados lo vivieron en persona.
Su primer año se solventó positivamente. En las manos de Asier Garitano, todo un héroe que había ascendido al club a Segunda y luego a Primera, el Leganés logró su salvación en la penúltima jornada. Con angustia, sí, pero el 'hijo adoptivo' de la ciudad madrileña había cumplido.
Su segunda temporada en la élite, una vez establecidos y acostumbrados a su nuevo hábitat, los pepineros decidieron volver a hacer historia. La Copa del Rey parecía hecha para el Real Madrid, pero los de Garitano decidieron que no. A pesar del 0-1 que tenía el equipo de Zidane, el Santiago Bernabéu sufrió la conquista del Leganés para convertirse en equipo de semifinales de Copa.
La salvación se les había quedado corta un año más. El tercero, sin embargo, no contó con tantos éxitos. Garitano se marchó del equipo cumpliendo una etapa para el recuerdo y llegaba Pellegrino, un técnico similar para mantener el nivel competitivo del Lega.
El conjunto madrileño terminó el año en la zona media de la tabla. Sin grandes alegrías que celebrar, pero recuperando ese sabor a satisfacción que habían sustituido por el del éxito absoluto. A la directiva le bastó para renovar a Pellegrino y ampliar el contrato de un año que había firmado. Pero, meses después, comenzó el derrumbe.
El técnico fue cesado y Javier Aguirre se hacía con los mandos del equipo en noviembre del 2019. Tenía que salvar al Leganés y alargar su historia en la cumbre del fútbol nacional. Y no lo consiguió a pesar de los esfuerzos. Debutó con un empate y se marcha de la entidad con otro. Este último, castigado con descenso ante un Real Madrid campeón.
El ejemplo de gestión
El Leganés se ha ganado la simpatía de gran parte del mundo del fútbol por su gestión. Las polémicas de sus directivos, a diferencia de otras entidades, han sido ínfimas. Tampoco ha habido campañas agresivas de su afición ni han generado repudio hacia ciertos rivales.
El ejemplo más reciente está en el fichaje de Braithwaite por el Barcelona. Un jugador clave en el equipo pepinero y que de la noche a la mañana abandonó la plantilla. "Estoy dolida, por supuesto, pero prefiero no opinar sobre si me ha parecido feo el detalle del Barcelona". La elegancia era suficiente para saber qué pensaba.
Más allá de eso, calma absoluta en los despachos y en la grada. Al fin y al cabo, se han limitado a disfrutar de su equipo.
Ya con el ascenso se vivió un tsunami de abonados en el club. Los poco más de 5.000 que tenía en 2016 se multiplicaron hasta los más 10.000 en las últimas temporadas. También se amplió, como era necesario, el aforo de Butarque. Y, en los momentos más complicados, el club se ha dirigido a sus aficionados. En esta crisis por el Covid-19, el Leganés se comprometió a renovar los abonos de todos sus seguidores para la próxima temporada.
Una de las artífices de esta efectiva gestión es Victoria Pavón, presidenta de la entidad. Dispuesta a romper barreras, se ha convertido en una de las mujeres más importantes del fútbol español, sino la que más gracias a su puesto en Primera División.
Entre los aspectos en los que más ha triunfado en Leganés está el de la comunicación. Sus campañas de marketing no han pasado desapercibidas en redes sociales. Allí, donde se mueve un alto porcentaje de las opiniones de todos los españoles, se han compartido carteles de todos y cada uno de los partidos con un diseño especial y pormenorizado. El simple hecho de acordarse de ello ya indica el triunfo comunicativo.
La dirigente, siempre cercana a los suyos, incluso ha lanzado una carta a todos los seguidores. El futuro está por llegar. "Una nueva temporada marcada de retos e ilusiones. Leganés se merece vivir de nuevo una gran alegría. No hay tiempo que perder", ha asegurado la máxima representante del Lega en un comunicado tras el descenso de su club.
Un proyecto en plena crisis
El descenso del Leganés, como el de la mayoría de los clubes que viven esta experiencia, supone el inicio de un nuevo proyecto. Cambios en la plantilla, en lo económico, a nivel organizativo... Comenzar casi de cero para ajustarse a una nueva realidad. Es duro y es una de los puntos donde más sufren los recién ascendidos a Primera: aclimatarse a otra competición.
Uno de los primeros puntos será el del banquillo. Esta temporada ha tenido dos rostros tras el cese de Pellegrino. Y ninguno ha cumplido los objetivos esperados. Javier Aguirre, que era el encargado de salvar al equipo, dejó en el aire su continuidad en el Leganés.
Su contrato había acabado una vez finalizada La Liga, pero antes de nada tenía que sentarse a hablar con la directiva. La afición, en parte, quiere que se quede. El club parece que no tanto. E incluso él mismo, según la Presidenta, había trasladado a la entidad que no seguiría al haber fracaso en su meta de la salvación. Y, mientras, los rumores sobre los sustitutos que nacieron ya hace semanas se propagan más rápido.
Todo ello entra dentro de lo habitual. Lo más complicado en esta ocasión es el clima de inestabilidad económica, deportiva y sanitaria que existe en España y en gran parte del mundo. La crisis del coronavirus que paralizó la competición sigue vigente, con altibajos, pero capaz de tumbar cualquier torneo y entidad.
Un verdadero reto a la hora de establecer el nuevo proyecto y más viniendo de un club humilde de una zona obrera de Madrid. El Leganés, más que nunca, necesitará de sus aficionados y viceversa. Javier Aguirre no continuará tras siete victorias, diez empates y nueve derrotas, pero el fútbol en Leganés sí.
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