Una ciudad con más de 240.000 habitantes, un club con 46 temporadas en Primera División, uno de los nueve campeones de La Liga en toda su historia, un equipo con la historia del Deportivo de La Coruña jugará la próxima temporada en Segunda B si la justicia no dice lo contrario. El fatídico desenlace de la Segunda División sin poder jugar el partido ante el Fuenlabrada por el rebrote de coronavirus en la plantilla madrileña ha sido un cruel final para 40 años que lleva el equipo coruñés en el fútbol profesional.
El conjunto gallego ha pasado de ganar el título en la temporada 1999/2000 y dos subcampeonatos seguidos, dos Copas del Rey, en 1995 y 2002 con aquel 'Centenariazo', y tres Supercopas de España a luchar por la permanencia en Segunda en un margen de 25 años. El Deportivo ha demostrado que de la élite, de luchar por clasificarse para las rondas finales de la Champions League, de ondear la bandera gallega por Europa, hay solo un paso.
Si bien es cierto que el equipo lleva dando bandazos desde que descendía en 2011 a la segunda categoría del fútbol español, nadie podía imaginar que se llegaría a una situación tan crítica como desaparecer del profesionalismo y quedar a la misma altura que su equipo filial, cuyo descenso ha provocado la relegación del Fabril a Tercera División.
Aunque el club está aún convencido de poder salvar la situación en los juzgados, la realidad es que las palabras de Javier Tebas, el hecho de que haya un convenio entre Federación, LaLiga y el CSD por el que solo hay 42 clubes profesionales en España y que aún ganando el partido pendiente con el Fuenlabrada no podrían salvarse hacen indicar que no habrá más opción que ver al Deportivo la próxima temporada en la tercera categoría del fútbol nacional.
Una economía en el alambre
El Deportivo acumulaba una importante deuda con Hacienda que sostenía gracias a mantenerse en Primera División. Cuando eso dejó de ser lo normal y pasaba más temporadas en Segunda subiendo y bajando la escalera, la situación se recrudeció hasta el punto de tener que pedir varios créditos y ampliaciones de capital. La última, con la llegada de Fernando Vidal a la presidencia, acabó el pasado mes de mayo y no ha tenido mucho éxito por culpa de la pandemia.
En 2013 el Depor entró en concurso de acreedores después de que Augusto César Lendoiro, el histórico presidente de la entidad gallega, anunciara una deuda de 160 millones de euros. Antes de abandonar el puesto tras una legislatura de 26 años viendo al equipo en lo más alto y, en sus últimos años, empezar el ocaso al que se ha llegado esta temporada, consiguió reducir un 33 por ciento de la deuda bruta.
Desde entonces, la llegada de Tino Fernández dejó varios vaivenes con esta deuda con el fisco. Poco a poco se fue deduciendo gracias a los préstamos que se acordaban con algunos bancos y se mantenía en un nivel asumible, pero un varapalo judicial en forma de que el Tribunal Supremo subía en 21,66 millones la deuda que tenía que ser abonada y la dejaba en 83,89 millones.
Abanca apareció para solucionar esta situación límite y que llevó al Deportivo a ver la desaparición más cerca que nunca. Dejó la deuda con Hacienda en 5,99 millones con los 45 millones que llegaron desde el banco. Aún así, eso a su vez aumentaba las deudas con determinadas instituciones hasta que en marzo de este año se pronosticaron en las cuentas que facilitaba el club a los socios 90 millones de euros.
Esta cifra se desmembra atendiendo a un préstamo adicional que pidió el club para ir al mercado invernal de 5 millones, otros tres préstamos con Abanca de 7,82 milones, 7,01 y el de 42,75 que llegó para apaciguar la deuda con Hacienda. Además, quedan por pagar 15,68 millones de deuda concursal, 6,04 de subordinada y 6,58 con otras entidades.
Con todo ello, las cuentas que resumió Fernando Vidal antes de la última Junta General de Accionistas se desgranaba de esta forma: 15 millones y medio de euros que finaliza en enero de 2031 como deuda ordinaria, seis millones de euros enero de deuda subordinada a pagar entre 2034 y 2048, 62,5 millones en préstamos suscritos de Abanca con el último pago en julio de 2032, entre cinco y seis millones en otros conceptos y 14 millones en intereses. En total, 108 millones a pagar en 12 años.
"Esta es la realidad económica de nuestra entidad, pónganle el calificativo que quieran", esgrimía en la rueda de prensa donde anunció estas cuentas el presidente del Deportivo. De hecho, cuando cogió el equipo eran colistas y ya incidía en el hecho de que "las consecuencias eran devastadoras por la inviabilidad económica en Segunda B, que podría conllevar la desaparición".
Inestabilidad en la dirección
La realidad del club ha quedado al desnudo simplemente viendo las dificultades que trae consigo llevar un club en estas circunstancias. Tino Fernández llegó tras la salida de Lendoiro y afrontó el saneamiento económico de una entidad que pasaba por el momento más difícil de su historia. Aún así, deportivamente, el agujero se iba haciendo más grande y la imposibilidad de establecerse de nuevo en la élite terminó con el cumplimiento de los cinco años de legislatura.
Tras el llegó Paco Zas, que dio continuidad a Carmelo del Pozo, el director deportivo de Tino que no terminaba de convencer al deportivismo. Esa mala apuesta dejó al equipo en el último lugar de la Segunda División en una situación que albergaba los peores presagios. Dimitió y dejó su lugar al actual presidente, Fernando Vidal, que tendrá que afrontar la temporada más difícil en los últimos 40 años, cuando el equipo estuvo en Segunda B por última vez. Entre ambos, hasta que se convocaron las elecciones, ocupó el lugar de la presidencia Juan Antonio Armenteros.
De referente a receptor de cedidos
De ser uno de los principales importadores de talento brasileño y extranjero (Djalminha, Rivaldo, Bebeto, Mauro Silva, Mackay...) ha pasado a mendigar cesiones con una planificación deportiva que le ha obligado a tener que luchar por no descender, sin poder evitarlo. El conjunto deportivista acumuló en los últimos años de la década de los 90 y los primeros del nuevo mileno una gran cantidad de talento desorbitada.
El 'Superdépor' tenía en sus filas a integrantes de la selección española, pero, sobre todo, a referentes brasileños que ganaron en esa época Copas América y, sobre todo, el Mundial de 2002. Molina, portero titular de La Roja en la Eurocopa del 2000, Manuel Pablo, Romero, Fran o Diego Tristán, entre otros, coparon listas del combinado nacional.
En la última década no ha llevado a ningún jugador a la Selección. Lo más cerca que estuvieron fue con la llegada de Carlos Marchena, campeón del mundo en 2010, un par de años después de su éxito. De los Andrés Guardado o Pizzi, jugadores que demostraron ser importantes tiempo después, han pasado a apuestas como Emre Çolak, Hugo Vallejo o Keko Gontán que no han sido suficientes para salvarse.
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