Callum Wilson se ha convertido en uno de los jugadores revelación de la Premier League gracias a su enorme papel con el Newcastle. No es para nada un desconocido del fútbol inglés, ya que antes ya había suscitado el interés de grandes clubes en las Islas británicas, sin embargo, terminó recalando en las urracas y ahora se ha convertido en todo un referente ofensivo de la liga inglesa.
En siete partidos disputados, Callum Wilson ha conseguido anotar seis goles a los que ha añadido una asistencia. Una producción ofensiva muy considerable que le hace codearse con jugadores como Harry Kane, Mohamed Salah, Son o Vardy entre los jugadores que mayor rendimiento ofensivo le han dado a su equipo esta temporada.
Sin embargo, el caso de Callum Wilson es realmente especial. No solo porque se ha formado en todas las categorías del fútbol inglés, desde quinta división hasta su explosión en la Premier League, sino porque además tiene tras de sí una vida complicada y una afición lejos del fútbol que casi le llevan a abandonar lo que ha terminado siendo su verdadera historia para pasarse al mundo de las peleas y el deporte de contacto. La vida de Callum Wilson, hasta convertirse en uno de los nombres propios de la Premier League, ha sido de lo más peculiar.
Una infancia difícil
Callum Wilson no lo ha tenido nada fácil en su vida. Su historia es la de un jugador que ha llegado a la élite desde muy abajo, tanto personal como anímicamente. A veces, la pobreza no solo se mide en cosas materiales, sino en lo que uno supera en su vida y en lo que uno tiene que afrontar, por ejemplo, junto a su familia. Y la de Callum no lo ha tenido nada fácil desde el nacimiento del propio jugador.
Cuando el jugador del Newcastle nació, su padre les abandonó a él, a su madre Tara y a sus cuatro hermanos, lo que supuso una auténtica tragedia para ellos y les dejó en la más absoluta pobreza, en una situación realmente difícil para poder tirar hacia delante y subsistir. Esto provocó que la vida de Callum no fuera nada fácil desde sus inicios, y que su infancia estuviera repleta de conflictos.
El chico, que se crio en la calle, era habitual de las peleas callejeras, fruto de haber frecuentado malas compañías, lo que provocaba el continuo sufrimiento de su propia madre, que se veía incapaz de sacar a todos adelante. Estos malos comportamientos de Callum provocaron también que pasara muchas épocas en orfanatos y centros de menores para intentar corregir sus comportamientos y poder hacer de él una persona de provecho.
Una de sus grandes aficiones era el fútbol, que le alejaba de todo el mal ambiente que le rodeaba. A pesar de ser el auténtico dominador de los partidillos callejeros, no fue hasta que entró en las categorías inferiores del Coventry, cuando conoció lo que era disfrutar del fútbol de verdad. Allí se crio y creció como futbolista, pero también como persona. Sin embargo, sus continuos problemas en la calle le hacían no tener continuidad, ya que fue expulsado en varias ocasiones del club para entrar en los orfanatos y centros de menores cuando sus conductas le obligaban a ello. Su indisciplina siempre estuvo a la orden del día en los primeros momentos de su carrera, incluso de niño.
Proyecto de kickboxer
Callum tenía una gran afición que era el fútbol, su única vía para abandonar todos sus problemas. Sin embargo, a los 13 años descubrió un nuevo deporte que el enamoró por completo. Se trataba del kickboxing, una disciplina de contacto que le permitía liberarse y sacar todo lo que tenía dentro. Además, convertirse en una persona que sabía defenderse en el cuerpo a cuerpo le convirtió en alguien temible para sus enemigos.
La afición de Wilson por el Kickboxing procedía de un primo suyo que lo practicaba y que un día le ofreció ir con él a su gimnasio para probar. Desde aquel momento, quedó enamorado de ese deporte por su técnica y por su espectacularidad, y decidió probar. Para su sorpresa, su talento no se reducía solo al fútbol, ya que también era un virtuoso de las patadas y de los saltos, una auténtica máquina de golpear, bloquear y esquivar. Por ello, decidió practicarlo de forma habitual y compaginarlo con el fútbol. Además, le hizo convertirse en una persona mucho más corpulenta y fuerte.
Poco a poco, Callum encontraba pasiones que le alejaban de la calle y que le apartaban de todas las malas compañías y pésimas influencias que le habían rodeado durante toda su niñez. Sin embargo, llegó un momento en el que no podía compatibilizar sus entrenamientos de kickboxing con su disciplina en el club, donde comenzaba a hacerse un nombre por sus dotes y su gran vocación de trabajo.
Entonces, llegó el momento de elegir, y Callum Wilson eligió el fútbol por una razón muy práctica. Su talento era grande en las dos disciplinas, sin embargo, puso a su familia por delante y decidió quedarse con el fútbol porque consideraba que allí podría ganar más dinero para sacar a su familia de la pobreza en la que estaba sumida tras el abandono de su padre.
Callum observaba en el gimnasio en el que entrenaba que había muchas personas mayores, de unos 40 años en adelante, que iban a allí a practicar y a pasar el rato, pero que no tenían realmente apariencia de ganar mucho dinero y por ello él decidió elegir el fútbol, porque no quería terminar como ellos, tenía la necesidad real de sacar a su familia adelante, de manera que el mundo del kickboxing perdió a una persona que tenía verdadero talento para la disciplina.
Las continuas lesiones
Finalmente, Callum Wilson decidió aparcar el kickboxing y dedicarse exclusivamente al fútbol, donde todos le veían aptitudes para poder destacar. Sin embargo, convertirse en profesional para vivir de ello iba a ser muy complicado, especialmente después de tener muy mala suerte en sus inicios, cuando daba sus primeros pasos en la cantera del Coventry hacia el profesionalismo, ese club en el que entraba y salía en función de su comportamiento cuando solo era un niño.
Tras reintegrarse a las categorías inferiores, a sus 16 años sufrió un auténtico calvario con las lesiones. Esa temporada se rompió el pie hasta en tres ocasiones, lo que muchos creyeron que sería su fin, ya que nadie daba ya un duro por su carrera teniendo en cuenta la gravedad de las lesiones sufridas y el poco tiempo que había transcurrido entre ellas. Su estado provocó que su club lo cediera al Kettering y el Tamworth, dos equipos de quinta división en los que Wilson aprendió a luchar contra todo. El propio jugador afirmaba que allí se veía con 18 años y rodeado de hombre de más de 30 que iban a echar unas carreras después del trabajo, y que eso era algo que no quería para él. Por ello, aquella experiencia, aunque le puso al límite, le hizo crecer también en muchos aspectos.
Sin embargo, hubo un momento clave en su vida que le hizo cambiar para siempre y que el centró en lo que era su carrera deportiva. Fue conocer a la que hoy es su mujer, Stacey, a los 17 años, ya que le sirvió para enderezar su vida y para aprovechar cada momento para sacar una lección de vida, una vida que no había sido nada fácil y que le había puesto las cosas muy complicadas. Sin embargo, fue con ella con quien aprendió a no rendirse nunca. Además, a los 20 años fue padre de su hijo Oritse, al que quería dar una vida diferente a la que él había tenido.
Por ello, Wilson decidió aprovechar cada oportunidad que tuvo para rendir al máximo y regresó al Coventry, con quien hizo una excelente temporada en tercera división anotando 21 goles. Gracias a este rendimiento, el Bournemouth se fijó en él y lo fichó para intentar su asalto al ascenso a primera división. Y dicho y hecho, en su primera temporada en la Championship, la segunda división inglesa, anotó de nuevo 20 tantos que le permitieron al Bournemouth conseguir el primer ascenso a la Premier League en toda su historia. Había cumplido su propósito de no quedarse en la League One, si no llegar hasta la primera división.
Su puesta de largo en la Premier League fue de la forma soñada, logrando el primer hat-trick de su carrera profesional para conseguir una heroica victoria frente al West Ham. Sin embargo, cuando estaba disfrutando de la cresta de ola, volvieron a llegar las lesiones para condenarle. En dos años consecutivos, sufrió dos roturas de los ligamentos de la rodilla, primero en la derecha y, tras recuperarse, en la izquierda. Dos nuevos golpes que le habían dejado tendido en la lona al borde del K.O, pero de los cuales consiguió levantarse.
La élite
A pesar de que su estancia en la Premier League no había sido precisamente idílica con dos lesiones gravísimas que pusieron en riesgo su carrera, el nuevo Callum Wilson, ese que se había alejado de peleas callejeras y de malo rollos, siguió luchando y tirando hacia adelante para volver a lo más alto y a cumplir su destino, que era mostrar todas sus capacidades y habilidades en la Premier League.
Por ello, en otoño de 2017 consiguió terminar su última recuperación, la más exigente a nivel mental, y pudo regresar al fútbol de élite gracias a su coraje y a su pasión. Su nuevo debut fue realmente emocionante, con otro hat-trick ante el Huddersfield. Fue el momento en el que de verdad se sintió pleno y en el que confirmaba que estaba de vuelta en la élite.
Desde ese momento, su rendimiento fue una ascensión meteórica año tras años hasta convertirse en uno de los delanteros más peligrosos de la Premier League. Clubes tan importantes como el Chelsea intentaron su fichaje y hasta le llegó la oportunidad de debutar, y con gol, con la selección inglesa, lo que supuso el espaldarazo definitivo a su carrera y a tantos momentos complicados. Además, fue el orgullo completo de su madre Tara, que tanto había sufrido para sacarlo adelante.
Ya este verano, el Tottenham de José Mourinho intentó ficharlo como complemento de Harry Kane en la punta de ataque, sin embargo, fue finalmente el Newcastle quien se terminó llevando el gato al agua y completó el fichaje de este trabajador delantero que, a pesar de los reveses de la vida, sigue hermanado con el gol. Por ello, Callum Wilson está siendo esta temporada uno de los ases a seguir en la Premier League, donde ya suma seis goles y donde muestra no tener límites.
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