El primer, y esperemos que último, Clásico en el Estadio Alfredo Di Stéfano se saldó con un triunfo del Real Madrid fraguado en una sobresaliente primera parte gracias a un soberbio taconazo de Benzema y a una falta de Kroos en la que la pelota pareció una bola de pinball golpeando en defensas azulgranas.
El Barcelona despertó tras el descanso y el gol de Mingueza puso emoción hasta el trallazo final de Ilaix Moriba al larguero. El Clásico fue atractivo, cardiaco y con alternativas en las dos áreas. Hasta ahí lo positivo, ya que la parte fea llegó una vez acabado el encuentro.
Las quejas de Koeman, que ya no son noticia, por un ¿supuesto? penalti de Mendy a Braithwaite y la charleta de Piqué al árbitro por el tiempo añadido afearon la imagen de un Barcelona que perdió en segundos la dignidad que había ganado con su reacción sobre el césped.
Se puede decir que el Barça perdió más fuera que dentro del terreno de juego. El delirante discurso de Koeman, paraguas en mano, en la entrevista postpartido, reclamando una pena máxima que ni el más culé del mundo se cree, es una muestra de gran fariseísmo solo cinco días después de haber sido claramente beneficiado por el árbitro ante el Real Valladolid.
Koeman buscó una excusa a su paupérrimo planteamiento inicial. Zidane sonrojó las mejillas a Ronald con un Real Madrid que aprovechó bien los espacios y que decidió correr para imponerse en El Clásico. Los lloros a posteriori señalando al arbitraje no son más que una cortina de humo que tapa también, para su desgracia, la buena segunda parte que realizó el conjunto culé.
El oficial y caballero Gerard Piqué tampoco faltó a su cita con el árbitro en El Clásico. No jugó, pero se fue a por Gil Manzano cuando pitó el final. Modric, con más clase que una escuela y que ya se las conoce todas, dejó a los pies de los caballos a un Piqué que consejos vende y para él no tiene.
Han pasado días desde que Piqué afirmara que "hay que ser un señor en la victoria y en la derrota". Lo dijo, lo dijo. Juro que lo dijo en una entrevista emitida en TV3. Teniendo en cuenta el expediente del defensa pudo haberse tomado esto como una voluntad de intenciones, pero nada más lejos de la realidad. Hipocresía al cuadrado.
Fue una lástima que el Barcelona estropeara así el postpartido. Pudo reconocer la derrota y ya está. No hubiera pasado nada. Algunas veces se gana y otras se pierde, pero lo que da vergüenza ajena es ver la reacción de Koeman contra un periodista en una imagen que será carne de meme durante los próximos meses. La dignididad el Barça se la dejó en el campo.