El fútbol europeo no ha tenido semanas nada sencillas. La organización de la Eurocopa en tiempos de la Covid-19, los cambios de sede como el de Bilbao por Sevilla como consecuencia de la situación sanitaria, la creación de la Superliga Europea y las críticas a la cúpula de la UEFA por sus actitudes con clubes y jugadores. Numerosas tensiones que han otorgado mayor protagonismo del habitual a los diferentes dirigentes, tanto para bien como para mal. Desde cargos organizativos como Ceferin, hasta los puramente políticos como Boris Johnson.
Este último, que salió desde un primer momento para mostrar su total oposición a la creación de la Superliga Europea, ha participado activamente en las decisiones deportivas. Y las últimas no le han acabado de favorecer. Pues, si bien fue clave para hacer caer la Superliga en las primeras horas de su anuncio, la movilización de los aficionados ha acabado por exceder los límites obligando incluso a aplazar un partido histórico como el Manchester United - Liverpool.
Sin embargo, no ha sido el único revés ni el último para las autoridades británicas, que durante la última semana tuvieron la opción de convertirse en el epicentro del fútbol europeo. Y es que, además de albergar la fase más importante de la próxima Eurocopa, desde las instituciones inglesas se quería obtener también la final de la Champions League prevista en Estambul. Con la situación sanitaria de la ciudad turca como excusa, el Ejecutivo de Boris Johnson propuso alguno de los estadios británicos como sustituto después de incluir a Turquía en su 'lista roja'. La propuesta salió del equipo de gobierno rumbo a la sede de la UEFA.
De la Euro a la Champions
Un movimiento que, de haberse producido, habría dejado a Reino Unido el protagonismo absoluto del fútbol continental. La mejor parte de la Eurocopa, una final de Champions y el título de la máxima competición de clubes a nivel continental en la mano de equipos Premier. Todo un impulso para reafirmarse como una de las Federaciones más potentes del continente en una época tan complicada por la pandemia. Sin embargo, no habrá 'premio' y Reino Unido mantendrá el mismo poder.
Seguirán albergando varios partidos de la Eurocopa, entre ellos las dos semifinales y la gran final, pero tendrán que conformarse con tener dos clubes en la final de Champions League sin tener que ofrecer también la sede. Oporto, por las facilidades en las negociaciones, se ha llevado el partido y ya ha anunciado un estricto protocolo para los aficionados británicos que se desplacen. Cerca de 12.000, la mitad para cada equipo, que no podrá tener contacto alguno con la población local.
Según lo anunciado por la UEFA, se intentó trasladar a Inglaterra la final, "pero a pesar de los exhaustivos esfuerzos de la Federación de Fútbol y de las autoridades, no fue posible conseguir las exenciones necesarias de las disposiciones de cuarentena del Reino Unido". Reino Unido, que ya se propuso para celebrar la Eurocopa al completo en los peores momentos de la pandemia, recibe así su segunda negativa de la UEFA, que ya en su día reafirmó su intención de distribuir la cita de selecciones en diferentes sedes por todo el continente. La final de la Champions, pese a la insistencia, es el segundo "no".
El plan antiSuperliga estalla
La pelea de Reino Unido con la Superliga comenzó a las pocas horas de que se anunciara su creación. Y, sin las presiones ejercidas a los clubes ingleses, la competición tendría muchas opciones de seguir viva y prácticamente intacta. La crisis tuvo su germen en las autoridades británicas, que se movilizaron y movilizaron a los aficionados para mostrar su negativa, y en Boris Johnson el liderazgo necesario.
Seis clubes de la Premier aceptaron la Superliga, y los seis acabaron siendo claves para dejarla sumamente debilitada. Principalmente el Manchester City, que ya había despertado cierta desconfianza entre el resto de clubes en los días previos al anuncio y que acabó confirmando esa falta de determinación al abandonar antes que nadie el proyecto deportivo. Pero el primero en pasar al ataque fue Boris Johnson, que amenazó con un plan de acción para llevar al desastre la competición y que iba desde devaluar el valor de los derechos de retransmisión hasta dificultar el camino de esos clubes implicados.
El Primer Ministro hizo hincapié en el valor de los aficionados, con quien había que mantener un "vínculo". Y estos le acabaron escuchando, pues se produjeron movilizaciones frente a las oficinas de diferentes clubes como el Chelsea o el Arsenal. Sin embargo, el lema de "el fútbol es de los aficionados" ha acabado descontrolándose hasta dejar descolocadas a las autoridades. El ejemplo más reciente, el de los hinchas del Manchester United, que asaltaron Old Trafford, lograron aplazar el United - Liverpool e incluso bloquearon el autobús del conjunto de Klopp cuando se disponían a jugar el encuentro una vez cambiado de fecha.
La reacción por parte de Johnson ha sido tibia. "No creo que sea una buena idea tener comportamientos de disturbios y manifestaciones de ese tipo. Pero por otro lado comprendo la pasión de la gente", ha subrayado el líder del Ejecutivo británico, cuyo plan y discurso parece que no calculó efectos de este tipo.
[Más información - Ceferin amenaza a Madrid, Barça y Juve por la Superliga: el Atleti y demás clubes piden perdón]