El 16 de mayo de 2019 el independentismo catalán abrazó a Leo Messi (Rosario, Argentina, 24 de junio de 1987) como símbolo de poder y de la grandeza secesionista. Aquel día Quim Torra entregó la Creu de Sant Jordi a la estrella del Fútbol Club Barcelona dentro de la estrategia de vincular al futbolista argentino con la situación de tensión política que se vivía en ese momento.
Sin embargo, la imagen que daría la vuelta al mundo fue la de un Messi cabizbajo y con las manos cruzadas cuando el Auditorio del Fórum de Barcelona comenzó a gritar: "Libertad, presos políticos". Y es que el futbolista siempre ha querido distanciarse de las tesis independentistas a pesar de los intentos constantes de los políticos.
De hecho, Messi se fue del Barcelona sin hablar catalán a pesar de llevar 21 años en el club. Ni una sola respuesta en una lengua que fue un gran problema para el niño que llegó de Rosario siendo un adolescente de 13 años. Lo llegó a pasar tan mal que incluso valoró abandonar el equipo al poco tiempo de llegar.
Tampoco cumplió con las cláusulas que en su multimillonario contrato le obligaban a aprender catalán. Messi ha afirmado en diversas ocasiones que preferiría expresarse solo en español por "vergüenza" a cometer errores en catalán, aunque en la rueda de prensa de despedida demostró comprender perfectamente las preguntas.
Los servicios prestados
Durante la entrega a Messi de la Creu de Sant Jordi, Quim Torra afirmó que ese acto era un reconocimiento por "los servicios prestados a Cataluña". Sin embargo, el argentino y su padre no dudaron años atrás en incluir una cláusula en su contrato por la que el jugador podría abandonar el FC Barcelona en caso de que Cataluña se independizara y el equipo azulgrana dejara de disputar la liga española. La pela es la pela y Messi es una empresa.
Para el independentismo la marcha de Messi es el adiós a uno de sus símbolos. Durante años las tesis secesionistas han utilizado la figura del futbolista como referencia de la opulencia de la futura Cataluña independiente y han presumido de tener al "mejor jugador del mundo y de la Historia".
Messi era utilizado como imagen para llegar a todos los rincones del mundo. A ello se opuso siempre Bartomeu, que decidió ponerse de perfil a pesar de las presiones políticas, y su detención, ordenada por Ferran López, antes número 2 de los Mossos y ahora jefe de seguridad del Barcelona, fue la crónica de una caída a los infiernos anunciada.
En cambio, el derroche del Fútbol Club Barcelona, con un contrato de 555 millones por 5 años para el argentino, ha sido una de las razones que ha arruinado a la entidad y que la ha llevado a disparar su deuda por encima de los 1.100 millones de euros. Un reflejo también de lo que ha hecho la Generalitat durante los últimos años con el procés.
España tiene la culpa
Echar ahora la culpa a LaLiga de la marcha de Leo Messi al PSG es el nuevo "Espanya ens roba" de los secesionistas. De hecho, ya algunos famosos independentistas como Pilar Rahola o Joan Puig, exdiputados ambos en el Congreso, han asegurado que España no ha permitido a Messi seguir en el Barcelona. Todo ello, claro, para levantar los ánimos al independentismo.
Rahola aseguró en sus redes sociales: "Tres semanas atrás un periodista español me dijo, textualmente, que no vamos a permitir que os quedéis con Messi. Tebas os va a joder. No le hice caso. Hoy cobra mucho sentido". Mientras, Puig, dueño del digital LaRepublica.cat, afirmó: "Si el Barça jugara en la Premier, Messi seguiría jugando en el club. Mirad si perdimos el 1-O".
Y es que la marcha de Messi es un funeral para el nacionalismo catalán. El fin de la opulencia, del derroche y del gasto sin límite. Un adiós por no haber cumplido las reglas -en este caso las del Fair Play Financiero de LaLiga-, tal y como pasó con los organizadores del 1-O y las condenas tras el juicio del procés. Dos utopías que terminaron de forma abrupta por el peso de la ley.
Al final, Messi siguió el camino de Neymar. Del "visca el Barça y visca Catalunya" a caer rendidos a los petrodólares del emir de Catar. En el caso de Leo, un golpe mucho más duro y directo al haber pasado de un niño de 13 años a leyenda en el Barcelona. Ahora el independentismo no tiene a quien aplaudir y el vacío es muy grande.
El último guiño de Messi a los secesionistas se produjo durante la rueda de prensa de su adiós, esa en la que no respondió ni una sola vez en catalán. El futbolista dijo que se lleva a sus "3 hijos catalanes-argentinos". Un premio de consolación para el independentismo ante la marcha del símbolo caído, ese que nunca se encontró a gusto en el clima de tensión de los Puigdemont, Torra, Junqueras y compañía, pero que se dejó utilizar en multitud de ocasiones a cambio de un lucrativo contrato con el Barça. Eso sí, cuando se acabó el dinero y llegó la ley, el globo se pinchó.
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