España aspira a albergar dos de las grandes citas del próximo 2030. Por una parte, el Mundial 2030 que se organizará en colaboración con Portugal y que tiene cierto favoritismo en la carrera ante la FIFA. Por otra, los Juegos Olímpicos de Invierno 2030 con los Pirineos como protagonistas. Sin embargo, todos los focos se los está llevando una Generalitat de Catalunya que se niega a compartir la relevancia con Aragón. Sin la unidad entre ambas regiones será imposible soñar con la cita olímpica.
El equipo de trabajo del presidente Aragonès ha repetido en numerosas ocasiones que los Juegos Olímpicos de Invierno 2030 son suyos. Una postura que no convence a Aragón, que suspendió la reunión prevista para este viernes al no ver posibilidad de un acercamiento entre las partes. El enfrentamiento con el independentismo de fondo pasará factura a la candidatura. Sin unidad no habrá candidatura, y sin sensaciones de colaboración tampoco habrá forma de convencer al COI.
Esta actitud está intentando ser sofocada por el Gobierno. "Conviene seguir la estela que marca el Comité Olímpico Español si de verdad queremos conseguir esa candidatura", ha asegurado el ministro Miquel Iceta a la par que ha reconocido que "la mezcla de política y deporte suele ser muy arriesgada". Hasta que eso se consiga, Pirineos sigue perdiendo opciones de ser sede en 2030.
El escenario deportivo con tintes políticos, como dice Iceta, acostumbra a ir acompañado de tensión y polémica. Sin embargo, no es la primera vez que el deporte español se enfrenta a una situación de este tipo. Y es que hace apenas unos meses ya se vivió una pugna con el independentismo con la Eurocopa 2020 como torneo a organizar.
La última edición contó con partidos por todo el continente. España eligió San Mamés como sede y la UEFA la aceptó. Pero con la Covid-19 como excusa, desde el gobierno autonómico se impusieron unas medidas sanitarias imposibles de adecuarse a los requisitos de la UEFA. La situación, además, siempre estuvo acompañada de las críticas de grupos como Bildu boicoteando la cita y hasta del uso de drones para fomentar el "no" a la Euro.
Finalmente, los partidos de España y el resto que se iban a celebrar en San Mamés pasaron a La Cartuja de Sevilla. En tierras andaluzas no hubo presión política y discusiones entre los grupos representativos en el Parlamento. País Vasco perdió y el conflicto acabó resolviéndose con la cesión de la UEFA de dos finales europeas . El organismo, cabe recordar, también pagó una indemnización de 1,3 millones.
Las selecciones propias
De igual manera, España ya ha tenido que enfrentarse a esa imagen de país dividido en el exterior con las selecciones autonómicas como mecanismo. Cataluña y Euskadi siempre han protagonizado diferentes encuentros con selecciones nacionales como rivales. Una estrategia para ganar visibilidad internacional y mantener cierta rutina en cuando a su equipo autonómico se refiere.
Sin embargo, la Federación de Fútbol Vasca fue un paso más allá en 2021 y solicitó tanto a UEFA como a FIFA ser reconocida como federación propia y no dentro de la RFEF. El movimiento llamó mucho la atención y generó la repercusión que buscaba desde un principio. Pese a ello, ni el supuesto respaldo legal con el que contaban ni sus presiones al Gobierno tuvieron efecto.
Tanto FIFA como UEFA rechazaron aceptar a la Federación Vasca. Por ende, el sueño de una selección vasca compitiendo en torneos internacionales se esfumó por completo. Una derrota que también afectó a la imagen de España, pues este tipo de casos se dan en pocas ocasiones en el panorama futbolístico.
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