Jugador de fútbol, internacional con Países Bajos y con experiencia en ligas de élite como la española. Quincy Promes (Ámsterdam, 1992) lo tenía todo para poder vivir del deporte. Sin embargo, sus negocios paralelos y conflictos familiares le han llevado a estar bajo la persecución de las autoridades neerlandesas. Él se refugia en una Rusia que se encuentra en plena guerra contra Ucrania y donde sigue jugando.
El delantero está actualmente investigado por posible pertenencia a una red de tráfico de drogas. Y no precisamente a simples trapicheos, sino que se le vincula con la adquisición de 4.000 kilos de cocaína con un valor superior a los 100 millones de euros. Promes, según apuntan medios como De Telegraaf, habría invertido en esos alijos junto a su familia. Una vinculación que ha saltado a la luz ahora, pero que empezó a investigarse en 2020 cuando el cargamento se detectó en Amberes.
Por si fuera poco, la justicia neerlandesa no le pierde la vista teniendo en cuenta que sigue abierto el juicio por un presunto apuñalamiento. Promes fue detenido también en 2020 por clavarle un cuchillo a uno de sus sobrinos durante una reunión familiar en Abcoude. Durante una riña con este, el jugador le clavó el cuchillo en la rodilla causándole ciertas heridas.
Un historial más propio de un delincuente que de un jugador de fútbol de élite. Por ello la justicia de su país le busca. Por esa misma razón él se mantiene en el Spartak Moscú sin ningún reparo, compitiendo en la liga naciona rusa como uno más e incluso moviéndose por el continente por la Europa League. Para el último duelo, casualmente, no fue convocado.
Promes comenzó su carrera en Holanda. En 2014 dio el salto al Spartak y en 2018 el Sevilla decidió incorporarle a su plantilla. La operación no se asentó y un año después se marchó al Ajax. Dos temporadas fueron suficientes para volver a resguardarse en el Spartak ruso.
Dos posibles delitos
Las investigaciones sobre el jugador comenzaron en ese 2020 con el apuñalamiento de su sobrino. Todo ocurrió en una comida familiar. Ambos empezaron a distutir y Promes le apuñaló en una rodilla. El denunciante no dudó en poner el suceso en conocimiento de las autoridades. Y, además, durante todo este tiempo ha defendido que el objetivo del fútbolista era acabar con su vida.
La policía decidió intervenir su teléfono por aquel entonces por sus dudas sobre implicación en temas de drogas. Rápidamente, empezaron a ver que Quincy Promes no era un jugador más. En esas charlas telefónicas, según recogieron medios neerlandeses, reconocía sin reparo que había apuñalado a su sobrino. El juicio ha seguido su curso y lo último que se sabe es que, dada la gravedad de los hechos, se ha pasado de estudiar una tentativa de homicidio a intento de asesinato.
Ese problema legal todavía por resolver se suma al último conflicto por presunta pertenencia a una organización criminal. Quincy Promes, según De Telegraaf, está involucrado en una red de narcotráfico que ha movido por Europa 4.000 kilogramos de cocaína. Una mercancía con valor de 120 millones de euros en la que tanto él como su familia habrían participado. Su participación se limitó a poner el dinero suficiente como para distribuir esas cantidades.
Quincy Promes no se ha pronunciado. Y, además, se defiende estando en Rusia donde es prácticamente imposible para las autoridades neerlandesas detenerle. En plena oleada de renuncias por la invasión rusa de Ucrania, Promes se mantiene jugando con el Spartak Moscú.
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