El AC Milan vuelve a ser campeón de la Serie A 11 años después. El equipo de Stefano Pioli goleó por 0-3 al Sassuolo y levanta el título más importante del Calcio. El Inter también cumplió con su cometido consiguiendo el mismo resultado en San Siro ante la Sampdoria, pero los rossoneri hicieron valer su distancia de dos puntos que tenían para afrontar la última jornada. El duelo de los equipos de la capital de Lombardía deja como mejor equipo de Italia a la escuadra en la que milita el español Brahim Díaz.
La parte rossonera de Milán volvió a sonreír. Su equipo, imparable en este tramo final de temporada, decisivo, echó el resto para conseguir un Scudetto histórico, el décimo noveno en su historia, el primero de una década que se antoja, como mínimo prometedora. Un punto les hacía campeones, pero el vértigo de una nueva sorpresa en esta inesperada Serie A, igualada en todo lo posible hasta esta última jornada, sobrevoló la cabeza de los visitantes.
No dio pie a la duda el Milan ni un solo minuto. Atropelló a un Sassuolo que ya no se jugaba nada y cerró el campeonato en la primera mitad, dejando en el segundo tiempo para abrazos, sonrisas, cánticos y celebraciones. Los jugadores eran los únicos que no iban de rojinegros en el campo, se les diferenciaba bien con su segunda equipación durante la invasión de campo de los suyos, que más de una década después vuelven a lo más alto.
Rafael Leao volvió a demostrar que es muy superior físicamente. El jugador ha explotado en la temporada justa y volvió a ser clave en el partido más importante. Robó en el medio campo, condujo y regaló el primero, en el minuto 15 a Olivier Giroud, que ha estado en todas las grandes citas. El portugués volvió a hacer lo mismo a la media hora para que el francés provocara el deja-vu. Tres minutos después, el Mapei Stadium se convirtió en San Siro cuando Kessié hizo el tercero.
El momento de Ibra
La segunda parte quedó en una anécdota. El trabajo estaba hecho, el Milan se dejó llevar y, aunque dominante, no fue lo mismo que en la primera mitad. El técnico Stefano Pioli, artífice en gran parte de este Milan, se abrazó con cada uno de los cambios que fue haciendo. Los jugadores le celebraban, un entrenador que sin hacer ruido se ha ganado al vestuario y ha dado en la clave para subir un escalón más. Se quitó el peto de suplente Zlatan Ibrahimovic y se celebró en la grada como si del 0-4 se tratara.
El sueco ha sido un hombre fundamental en el vestuario y aunque esta temporada no ha sido tan decisivo en el campo por culpa de las lesiones, la afición le tiene un cariño inmenso. Por un momento, pareció la más perfecta de las tardes, pero el asistente levantó la bandera justo cuando Ibra empezaba a levantar su gol. Pioli se desató desde el banquillo. Levantó los brazos, se echó agua con sus compañeros, animó a la grada. El Milan era campeón, nada podía impedirlo, la gesta estaba conseguida.
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