El fútbol vive lejos del terror ultra que imperó en las décadas de los 80 y los 90, pero tampoco está cerca de erradicar a sus seguidores más radicales. Durante el último año se han producido situaciones violentas provocadas por aficionados que llevan su pasión por el fútbol a un extremo indeseable. Mientras, hay clubes que están dando poder a esas mismas personas. El último ejemplo es el del Hertha Berlin, que confirmó este fin de semana el ascenso de Kay Bernstein a la presidencia.
El nuevo máximo responsable de la entidad de la capital de Alemania era conocido por ser parte del grupo ultra Harlekins Berlin '98. Esto le provocó problemas en su relación con el equipo que juega en el Olympiastadion, tanto que fue expulsado del estadio hasta en tres ocasiones. Mientras tanto, desarrolló su carrera paralela en los negocios hasta convertirse en un empresario de éxito con una compañía de comunicaciones y otra de construcción. Esto le ha permitido coger las riendas del club.
Esto no es algo puntual. Hace solo dos meses los radicales del NAC Breda provocaban la rendición del City Football Group, los propietarios del equipo de Mánchester. Las facciones más violentas de la hinchada del club holandés exigieron con protestas que provocaron mucha tensión en las oficinas y el estadio que no aceptara la oferta. Terminaron saliéndose con la suya impidiendo el cambio de propiedad. Además, hay otros ejemplos en el resto del Viejo Continente que demuestran este blanqueo a los ultras.
España vive con constante atención a este tipo de aficionados. Los episodios vividos con la agresión a Joan Jordán en el derbi sevillano de esta última temporada o con el autobús del Atlético de Madrid atacado por seguidores ultras de la Real Sociedad lo demuestran. Pero quizá sea el equipo rojiblanco el más permisivo con sus radicales, como lo demuestran acciones como las de la pancarta antes de recibir al Real Madrid en el Wanda Metropolitano.
El inicio de este peligroso auge del movimiento ultra se puede situar en el lanzamiento de la Superliga Europea. Los radicales de los clubes de fútbol ingleses fueron los primeros en echarse a las calles para oponerse a que estos se unieran al nuevo proyecto de competición. Provocaron cambios en la propiedad del United. La Premier League ha terminado este año con la tensión que vivió en la celebración del título de liga del Manchester City, donde hubo invasión de campo y agresiones.
En Inglaterra hay un foco peligroso que quedó reflejado con el caos de la final de la pasada Eurocopa. Wembley fue objeto de un intento de invasión de hooligans sin entrada que provocó enfrentamientos, empañando la cita más importante para el fútbol europeo. Los británicos también fueron objeto más recientemente de la oleada de odio y racismo de los ultras húngaros durante dos partidos internacionales. Primero hubo peleas en Reino Unido y después insultos en el país magiar.
Aunque si hay una gran liga con un problema con el racismo, esa es Italia. Kalidou Koulibaly, jugador del Nápoles, ha sufrido este problema que sobre todo está relacionado con los seguidores más radicales en dos ocasiones diferentes durante la temporada. Francia, directamente, ha tenido que frenar varios partidos por culpa de los ultras. La Ligue-1 vio en la 2021/2022 cómo facciones violentas de dos equipos invadían el terreno de juego para iniciar una batalla campal.
Un presidente ultra
Todo este repaso deja claro que ninguna liga principal de Europa, ni las selecciones, consiguen erradicar este mal. La nueva temporada comienza con la victoria electoral de Bernstein, un gesto que está muy lejos de demostrar que algo puede cambiar en 2023.
El nuevo presidente del Hertha se convirtió en uno de los líderes de la facción radical, una época de su vida de la que se siente muy orgulloso: "Como hincha fui activo, me organicé a nivel nacional y trabajé para nuestra curva durante ocho años, lo di todo por el Hertha", explicó.
No ha detallado ninguna propuesta que facilite la vida al sector ultra al que pertenece, pero la imagen de un radical al frente expone también la crisis de las propiedades en los equipos de Europa. Los clubes-estado dominan y Estados Unidos o Asia intentan ser una alternativa menos polémica a Oriente Medio.
Es por lo que las entidades tradicionales tratan de protegerse para que el poder siga radicando en los socios. Así el Hertha ha optado por un hombre de la casa, a pesar de ser un violento, para tratar de salir del hoyo en el que se ha metido a pesar de la fuerte inversión con la que contó antes de la renuncia de su último presidente.