Naranjito, el Tango y Plácido Domingo daban la bienvenida a todo el planeta a la primera Copa del Mundo de fútbol en territorio español un 13 de junio de 1982. Tres semanas después, un 5 de julio, Inglaterra fue el último trámite tras haber caído la Selección ante Alemania, quedando fuera de su propio Mundial. Esta experiencia 16 meses después del 23-F de Tejero, mientras España intentaba entrar en Europa, sirvió para abrir el fútbol nacional al globo y dejó un poso futbolístico sin el que no podría haber sucedido nada de lo vivido 40 años después.
Esta cita contó con un cronista de lujo: Miguel Delibes. El escritor vallisoletano era protagonista también durante el torneo por sus textos periodísticos sobre la actuación de España y fue muy crítico tras la eliminación. "La cabriola", "el regate en corto", "el pasecito horizontal" o "la triangulación del juego en el centro del terreno" no le gustaban: "No conducen a nada práctico". Era un estilo que, salvando las distancias, sí llevó a España a ganar dos Eurocopas y un Mundial 30 años después.
Toda la ilusión que había puesta en el equipo casi se disipó desde el primer partido con las dudas que se transmitieron ante Honduras, equipo con el que se empató a uno. La única victoria en el torneo llegaba ante Yugoslavia por 2-1 y parecía remontarse el vuelo. Duró poco, porque el conjunto nacional se estrelló ante Irlanda del Norte perdiendo 0-1. Aún así, España pasaba a la segunda fase del primer Mundial con 24 equipos para confirmar la debacle perdiendo ante Alemania Federal 1-2 y empatando con Inglaterra 0-0 en el Santiago Bernabéu.
Quizá José Emilio Santamaría vio algo más: un camino a seguir. Repetía eso de "estamos en una línea de trabajo positiva", pero el resultado mandaba. Después de su fracaso fue destituido, pero el uruguayo trató de darle una identidad al equipo nacional. Era una España que no podía esperar ante la cantidad de cambios que estaba viviendo. También era un país en el que era complicado gustar: hasta Naranjito, esa mascota que se convirtió en un elemento transgresor, recibía críticas.
Los españoles soñaban, sugestionados, con que se iba a ganar el Mundial, pero bastaron los primeros minutos ante Honduras para saber que iba a ser un sufrido camino. Hasta la única victoria, ante ese país polvorín que era Yugoslavia, se logró con una ayuda arbitral que hizo a Delibes decir que a España "la pasaron" a la segunda ronda. Fue una decepción futbolística que se llenó con Maradona, Paolo Rossi y algún esperpento que se vivió en los campos.
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Todo comenzó con un sorteo mundialista con tintes de bochorno. La suerte que se deparó para organizar la fase de grupos se decidió desde el Palacio de Congresos de Madrid, justo enfrente del estadio madridista. La escenografía elegida fue la de un salón con las modernidades de la época y unos bombos de la Lotería de Navidad que llevaban consigo a los niños de San Ildefonso. De repente, según salían los países, iban cambiando de grupo sin ton ni son.
Después de perderse dos fases finales consecutivas y caer en la primera fase en Argentina 1978, España confiaba en que las organizadoras del torneo siempre hacían buen torneo. Pero el baño de realidad fue mayúsculo. Aquella selección de los Arconada, Camacho, Zamora, Quini y Santillana ya había experimentado los sinsabores en la Eurocopa de Italia, en 1980. Aquello le costó el cargó al mítico Ladislao Kubala.
La debacle
Santamaría siguió con la misma línea, pero dándole su toque con el estilo descrito antes. No gustó la elección de La Molina, en plenos Pirineos, para la concentración previa. Un clima que nada tenía que ver con el de Valencia, la sede donde debía disputar una primera fase que apuntaba a ser cómoda. El Luis Casanova albergaba los primeros partidos donde Héctor Zelaya silenció a la afición española a los siete minutos. López Ufarte salvó los muebles de penalti.
Desde el mismo lugar tuvo que comenzar la remontada Juanito ante Yugoslavia después de que Ivan Gudelj provocara nervios en las gradas. Saura hizo el gol con el que España firmaba su única victoria. Dependían de sí mismos para ser primeros de grupo y tener una segunda fase más placentera, pero Gerry Armstrong mandaba todas las cábalas al traste. Si a los de Santamaría les bastaba con empatar, el equipo nacional sufría su primera derrota en un momento poco deseable.
España pasó de ir al grupo del Vicente Calderón, contra Francia y Austria, a citarse en el Santiago Bernabéu con Alemania Federal e Inglaterra. Tras el empate en la primera jornada entre los dos rivales, los de Santamaría cayeron en la segunda frente a los germanos. Ese resultado ya les dejaba directamente eliminados. De nada sirvió que en la preparación habían ganado en Wembley al combinado británico, ya que era un trámite que acabó con empate a cero.
España lloró, se rearmó y buscó nuevas fórmulas menos atractivas para buscar el éxito. Se ganó la fama de no poder pasar de los cuartos de final y tardaría tiempo en romper el maleficio. La larga travesía que supuso para la Selección conseguir otro título tras esa Eurocopa en blanco y negro tuvo un episodio particular en este Mundial disputado en el país. Ahora aspira la Real Federación Española de Fútbol a compartir otra cita así en 2030 con Portugal.