Hace ya más de 30 años que las Sociedades Anónimas Deportivas irrumpieron como el modelo que llegaba para revolucionar y salvar a los clubes que arrastraban graves problemas económicos. El endeudamiento en aquella época de la mayoría de las entidades profesionales, especialmente en el fútbol y el baloncesto, era ya elevado así que urgía la búsqueda de soluciones para estos organismos con el agua al cuello.
En octubre de 1990 se aprobó a través de la Ley del Deporte la aparición de las SAD. Hasta aquel momento, los equipos tenían la estructura de clubes deportivos, es decir, un esqueleto que permitía que el control de los mismos recayera sobre los propios aficionados. Sin embargo, el nuevo modelo cambió por completo la manera de entender las gestiones en el deporte.
Pese a que las Sociedades Anónimas Deportivas se vendieron como una tabla de salvación para los equipos, lo cierto es que con el paso de los años ha quedado claro no sólo que no supusieron ninguna panacea, sino que han terminado siendo las causantes de la desaparición de innumerables clubes históricos. Los hechos son claros, y ha resultado mucho peor el remedio que la enfermedad.
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No sólo se desvirtuaron los clubes deportivos, sino que se favoreció la entrada de personas y de grupos inversores totalmente externos y con intereses propios que dejaron las arcas de algunas entidades más tocadas que nunca. Los nuevos mandatarios demostraron una lejanía absoluta con el sentimiento original y en muchas ocasiones un respeto inexistente al aficionado, el verdadero protagonista de todo este circo.
Por suerte para ellos, tan sólo cuatro equipos de fútbol de la élite en España pueden presumir de no ser Sociedades Anónimas Deportivas. El Real Madrid, el FC Barcelona, el Athletic Club y Osasuna mantienen su identidad de club deportivo y siguen perteneciendo a sus socios, que votan en las elecciones por su presidente. En el origen, se permitió a aquellos clubes que en los últimos cuatro años no hubieran arrojado pérdidas evitar la transformación en SAD, y estos cuatro supervivientes todavía batallan en la actualidad con más éxito que muchas Sociedades Anónimas Deportivas.
Desapariciones y quiebras
Con la irrupción de este nuevo modelo de gestión a principios de los años 90 muchos se las prometían felices. La entrada de capital parecía un síntoma de revitalización para las arcas, pero poco se reparó con el paso de los años en quiénes eran las personas o las sociedades que se iban haciendo con la mayor parte de las acciones que, con su paso a SAD, componían los clubes.
Porque eso pasaron a ser las entidades, unas sociedades formadas por acciones que podían ser adquiridas y traspasadas. Desde entonces hasta nuestros días hay varios ejemplos de gestores alejados de cualquier tipo de apego o sentimiento por un club que dejaron un infausto recuerdo en la ciudad de turno. Agapito Iglesias en Zaragoza, Dimitri Piterman en Santander o en Vitoria, Peter Lim en Valencia, Nasser Al-Thani en Málaga...
La llegada de inversores extranjeros que buscaban otros intereses, en muchas ocasiones enriquecerse a base de hacer negocio presidiendo un equipo de fútbol, dejaron una situación económica mucho más penosa que la que cogieron al principio de su mandato. Y no sólo eso, sino que en muchas ocasiones este tipo de gestiones irresponsables han dado con la desaparición de clubes históricos.
Entidades que ahora deberían cumplir 100 años como la Unión Deportiva Salamanca, u otras que a finales de los años 90 vivieron un momento de esplendor como el Club Deportivo Logroñés, se fueron al traste y dejaron huérfanos a miles de aficionados por acabar en la ruina. El Ciudad de Murcia, el originario Club Deportivo Badajoz, la original SD Compostela o recientemente el Extremadura UD, son otros ejemplos de entidades que no sobrevivieron a estas gestiones.
En la actualidad no hay más que ver el ejemplo reciente del Valencia en Primera División. El equipo ché, uno de los grandes históricos del fútbol nacional, está en manos de Peter Lim, que maneja el club a su antojo desde Singapur. La situación deportiva del equipo es crítica, a punto de irse a Segunda División, y en cada partido la grada de Mestalla muestra de forma airada su disconformidad con la gestión y sus ansias de que el empresario abandone el club.
El Barça y la SAD
El Fútbol Club Barcelona es uno de los últimos supervivientes del fútbol nacional que todavía no es una Sociedad Anónima Deportiva. Este privilegio, el de seguir perteneciendo a sus socios y evitar este tipo de inversores con intereses paralelos, no le ha apartado sin embargo de sufrir una mala dirección en los últimos años, si bien es cierto que han sido gestiones 'elegidas' por sus aficionados a través de la votación de sus presidentes.
La situación financiera de la entidad culé es ahora crítica, con una gran deuda y con una parte de sus futuros ingresos ya condicionada a través de las palancas que Joan Laporta realizó el verano pasado para poder fichar jugadores. El Fair Play financiero sigue ahogando al equipo a la hora de poder confeccionar una plantilla competitiva, pero los problemas van más allá.
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La puesta en marcha del Espai Barça para la remodelación del Camp Nou por unos 1.450 millones de euros ha hecho que el cinturón se apriete todavía un poco más en la ciudad condal. Quizás por eso, en una encuesta realizada a sus socios hace unos días, Joan Laporta preguntó por el modelo de gestión ideal para el FC Barcelona.
"Actualmente el Barça es propiedad 100% de los socios/socias y las decisiones importantes deben aprobarse en una asamblea general o en un referéndum donde todos/as tienen voz; en su opinión, ¿qué modelo preferiría para el FCB?", preguntó el club en su sondeo. Entre las respuestas posibles estaban la opción de transformarse en Sociedad Anónima Deportiva y pasar a tener accionistas.
Hace tiempo que se viene rumoreando sobre la posibilidad de la transformación en SAD por parte del Barcelona, algo que le arrebataría el control del club a sus socios y que haría que todas las decisiones cayeran en manos de una serie de inversores. Aún no hay nada decidido y el Barça dijo que se trataba de una simple encuesta más amplia, pero quizás sea el primer paso para que la entidad culé deje de tener este privilegio.