No por esperado iba a ser menos celebrado. Este título de Liga del Fútbol Club Barcelona no ha tenido la emoción de aquellos que se deciden en las últimas jornadas, de esas grandes peleas mano a mano ante el Real Madrid o el Atlético, ni siquiera ha sido brillante en cuanto a juego, pero el Barça ya tiene su entorchado número 27 en esta competición. [RCD Espanyol 2 - 4 FC Barcelona: narración y goleadores]
Cuatro temporadas hacía que los culés no conseguían levantar este título en el que han sido dominadores en los últimos años. Mucho tiempo a la sombra para este equipo que ha pasado por penurias deportivas y que sigue atravesando una situación económica crítica. Sin embargo, esta travesía por el desierto ya ha quedado atrás porque el Barça se proclamó campeón de Liga después de vencer al RCD Espanyol en el derbi catalán de manera muy clara.
Apenas tuvo historia el partido. Los periquitos se jugaban la vida pero demostraron ser un desastre de equipo y un grupo tocado de muerte que va camino de Segunda División de forma irremediable. El Barça no necesitó de grandes alardes para matar el encuentro en menos de 45 minutos. Dos zarpazos de Robert Lewandowski y uno de Balde fueron más que suficientes para encarrilar el triunfo.
Lo más bochornoso llegó al final del choque. Con el Barça celebrando el título sobre el césped, los ultras del Espanyol invadieron el terreno de juego y obligaron a los culés a ir corriendo en estampida hacia el vestuario. Los radicales lanzaron objetos de todo tipo y acorralaron a los miembros de seguridad en una imagen totalmente condenable.
Sin historia
Un derbi nunca se entrega así como así, por lo que se esperaba que el Espanyol, pese a su precaria situación en la tabla, plantara batalla. El ambiente era el de las grandes ocasiones y a los pericos no les valía otra cosa que la victoria. El Barça sabía que más tarde o temprano ganaría La Liga, pero es que los vecinos se lo pusieron en bandeja.
El choque no tuvo casi pelea. Los de Xavi Hernández se encargaron de cortar de raíz cualquier tipo de emoción y dejaron el partido visto para sentencia mucho antes del descanso. Se encontraron a un Espanyol que no opuso resistencia y que se deshizo como si fuera un cubito de hielo al sol. Transparente en defensa, inoperante en ataque el equipo de Luis García que tiene muy mala pinta.
A las primeras cambio golpeó el de siempre, Robert Lewandowski. El polaco remató un centro de Balde, que entró como quiso por la banda, y empujó a gol sin oposición. Era tan sólo el inicio, porque poco después el propio Balde hizo el segundo después de una jugada en la que Pedri se paseó por el área como si fuera el salón de su casa.
Ahí los pericos bajaron los brazos e incluso hubo más de uno en la grada que decidió marcharse a casa viendo lo que se venía por delante. En efecto, había todavía más antes del descanso porque Lewandowski hizo el tercero para dejar visto para sentencia el partido y para meter La Liga en las vitrinas del Barça.
La segunda parte no tuvo mucho más. Koundé todavía hizo más grandes las diferencias mientras que el Espanyol se resignaba a la goleada. Entonces llegaron los cambios y la relajación, así que el Barcelona se desdibujó. Eso lo aprovechó el equipo local para, con un precioso gol de Puado, y otro inútil de Joselu, maquillar un resultado que era irrevocable.
Lo peor llegó cuando se desató la celebración del Barça en el terreno de juego. No fue un festejo con alardes, era la alegría propia de conseguir un título que se resistía desde hacía cuatro años, pero en esas los ultras del Espanyol irrumpieron sobre el césped con actitud desafiante. Los futbolistas tuvieron que marcharse corriendo a los vestuarios ante el temor de ser agredidos por aquellos radicales que dejaron una imagen bochornosa como punto y final de este encuentro.