Dicen que siempre hay una primera vez para todo y al Manchester City le ha llegado la suya en la Champions League. Después de 129 años de historia y varios intentos fallidos en los últimos tiempos, al final el equipo inglés puede presumir de tener en sus vitrinas la competición de clubes más laureada de todos los tiempos. [Así vivimos la victoria del Manchester City ante el Inter]
Era una cita con la historia lo que tenía el Manchester City en la final de Estambul. Toda la presión recaía sobre el equipo de Pep Guardiola, otro que llevaba tiempo persiguiendo este título, así que los citizens respondieron al favoritismo y se impusieron en un partido insulso y hasta aburrido gracias a un solitario gol del español Rodrigo.
Por fin, después de años de una ingente inversión económica por parte de la propiedad árabe, con multitud de fichajes y con los mejores sueldos del mundo, el Manchester City ya puede decir que ha cumplido su objetivo. 'La orejona' es suya y la decepción de 2021 se ve totalmente solapada por este gran éxito.
Un armisticio
El Manchester City puede llegar a ser un equipo que, metiéndole intensidad a su juego, cerque al rival en su área, cree un torrente de ocasiones y termine mordiendo en la yugular prácticamente por el puro agotamiento del contrincante. Sin embargo, el equipo de Pep Guardiola decidió que en esta final de Champions League, al menos en la primera mitad, no era el momento de mostrar esta versión.
La intensidad brilló por su ausencia en los primeros compases del choque. Parecía mentira que en juego estuviera una Champions League, la competición más prestigiosa del año y por la que todo el mundo suspira, porque se jugaba andando. Eso favorecía al Inter, que partía con el papel de víctima, porque cuantas menos cosas sucedieran y más pasaran los minutos más contento estaba.
El City no estaba fino, y uno de sus faros en el centro del campo como el español Rodrigo fallaba una y otra vez. A eso se le sumó que Kevin de Bruyne se marchó lesionado con problemas musculares fruto de la tensión acumulada. Mucho nerviosismo en un equipo acostumbrado a ganar que se estaba autopresionando en exceso.
Bernardo Silva avisó a los pocos minutos pero la más clara de la primera parte la tuvo el de siempre, Erling Haaland. El noruego se metió en el área en una acción mezcla de fuerza y de habilidad pero se encontró con una sensacional intervención de Onana para salvar el primero.
Eso, y un lanzamiento de Akanji desde fuera del área que se marchó por encima del larguero fue de lo poco que llevarse a la boca en los primeros 45 minutos. Un balance muy pobre para tratarse de un equipo de Guardiola, ya que esto respondía a lo que se esperaba del Inter en la final.
Más de lo mismo
Se esperaba un cambio después del paso por los vestuarios, al menos por parte del Manchester City, pero nada de eso ocurrió. El partido siguió los mismos derroteros en el arranque de la segunda mitad, esto es, un espectáculo indigno de una final de la Champions League que en el espectador neutral levantó más de un bostezo.
El choque estaba más en el territorio del Inter, y de hecho a punto estuvo de aprovechar un regalo incomprensible de la defensa del City. Akanji y Ederson no se entendieron en un balón cedido atrás y eso lo agradeció Lautaro para plantarse mano a mano ante el guardameta brasileño. Sin embargo, el delantero estaba demasiado escorado y no pudo superar la figura del cancerbero.
Empezaba a pesarle el paso de los minutos al equipo inglés, pero entonces encontró el chispazo necesario. Akanji filtró un gran pase para que Bernardo pusiera el pase atrás. Allí, dentro del área y libre de marca, apareció Rodrigo entrando desde segunda línea para, con el interior de su pie derecho, hacer el primero ante un Onana que no pudo reaccionar.
Era seguramente uno de los peores momentos del conjunto de Guardiola en la final, pero en una plantilla con tanta calidad estas cosas pasan de vez en cuando. El Inter, eso sí, no tardó en reaccionar y apenas tres minutos después se encontró con el larguero. Dimarco cabeceó al travesaño y en su posterior remate se topó con su compañero Lukaku para evitar el gol. Los citizens se salvaron con una suerte tremenda.
No sólo ahí, porque de nuevo Lukaku tuvo el empate en su poder y esta vez en el último minuto del partido. El delantero belga remató de cabeza dentro del área pequeña, pero Ederson sacó un pie milagroso y Ruben Dias no marcó en propia puerta de milagro. Hace años, Lukaku habría metido eso y mucho más.
Sufrió mucho más de la cuenta, tuvo que aliarse con la fortuna y no mostró prácticamente ningún indicio de ese juego que le ha hecho dominar en Europa y en Inglaterra durante el curso, pero el Manchester City ya es campeón de la Champions League.