Tres semanas después de su marcha del Olympique de Marsella, Marcelino García Toral ha querido relatar como fueron sus últimos días al frente del banquillo del conjunto marsellés donde todo saltó por los aires.
El técnico asturiano contó en L'Equipe aquellos días llenos de tensión por las amenazas protagonizadas por los ultras del equipo después de una situación deportiva delicada: "Estoy mejor que hace tres semanas, pero mi personal y yo todavía estamos enojados porque no nos dejaron trabajar. Era una situación irreal y asfixiante. Estos aficionados radicales tienen tanta influencia que es muy difícil erradicarlo", contaba al diario francés.
Durante la entrevista, Marcelino cuenta que sigue muy impactado por todo lo que ocurrió. "Nunca había visto algo así en mi vida", confesó el entrenador español además de asegurar que "era imposible dormir".
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"Pasé veinte años como entrenador, y antes casi veinte años como jugador profesional, y nunca había visto esto en mi vida. Y no creo que lo vuelva a ver más. En cualquier caso, realmente lo espero. Se trata de una forma de proceder muy alejada de lo que debería ser la realidad, en 2023, en un país civilizado. El fútbol es pasión, sí, pero hay límites. Hemos tenido días muy difíciles. Días muy largos y noches muy cortas, porque era imposible dormir. Llegamos con un plan para un proyecto de dos años para este club y de repente todo ese trabajo, todo ese esfuerzo, toda esa energía fue arrastrado por algo completamente irracional".
Decisión conjunta
Todo el revuelo comenzó con una amenaza de los radicales del Marsella a Pablo Longoria, director deportivo del club. Longoria llamó a Marcelino para contarle lo sucedido: "Él y otros líderes habían recibido amenazas y prácticamente se vieron obligados a dimitir. Estaba triste, sorprendido, también conmocionado porque le habían amenazado".
Al día siguiente hablaron antes del entrenamiento y por la noche y tomaron la decisión: "Antes del entrenamiento del martes, la decisión estaba tomada, por su parte y por todas las nuestras. Involucraba a Pablo y al resto de dirigentes. No podían aceptar, bajo ninguna circunstancia, este tipo de amenazas, ni seguir trabajando en esta situación. No tomé la decisión de irme, fue una decisión general, dadas las amenazas absolutamente reprobables".
Marcelino dejó de esta manera el cargo tan solo tres meses después de aterrizar en Marsella. Era algo que no podía permitir: "Nunca aceptaré amenazas en el contexto de mi trabajo. Me apasiona mi trabajo, tomo decisiones como entrenador y siempre asumo mis responsabilidades. Pero nadie, ni los directivos, ni los aficionados, ni los periodistas, ni los jugadores podrán influir en mis decisiones", afirmó.