El mes de noviembre estaba marcado dentro del calendario para el fútbol sudamericano. No era para menos, en tan solo un lapso de 20 días Latinoamérica iba a ser protagonista de dos partidos de alto calibre: la final de la Copa Libertadores entre Fluminense y Boca Juniors y el encuentro entre Brasil y Argentina de la fase de clasificación para el Mundial 2026. Casi nada.

Veinte días después podemos afirmar que sí, efectivamente, ambos choques han estado en las portadas de todos los periódicos del mundo, y no sólo deportivos. Sin embargo, la razón no ha sido la que se podría esperar en un primer momento, sino por algo que hay que erradicar del mundo del fútbol: la violencia.

Brasil y Argentina. Argentina y Brasil. Los dos países más poderosos, futbolísticamente hablando, de todo el continente americano. Dos lugares donde el fútbol es una religión, pero en la que en los últimos tiempos esa pasión incondicional de los hinchas ha cruzado una línea roja llegando en algunos casos a ser incontrolable.

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Por desgracia, el último acontecimiento ocurrió esta misma semana durante los momentos previos al choque que enfrentó las selecciones brasileña y argentina y que provocó que comenzara media hora más tarde. 

Cuando los altavoces reproducían el himno argentino en el estadio, se desató una pelea entre aficionados brasileños y los visitantes. El árbitro no llegó a pitar el inicio del partido, mientras en la grada se encadenaban imágenes violentas. Los propios jugadores de Argentina se acercaron para intentar calmar la situación, sin éxito, e intervino la Policía a golpe y porrazo. 

El conflicto pasó a ser mayoritariamente entre las fuerzas de seguridad y la hinchada argentina. Se vio a padres y madres huyendo con sus hijos en brazos, gente intentando refugiarse donde podía y algunas personas con los rostros ensangrentados fruto de los golpes.

Tras ese intento fallido de parar el conflicto, Leo Messi ordenó a sus compañeros retirarse del césped para dirigirse de nuevo a la zona de vestuarios. El capitán de la Albiceleste, con rostro enfadado, abandonó el campo sin saber si el partido se acabaría jugando. De regreso al campo, aun con una tensión palpable en el ambiente y con media hora de retraso, se pudo disputar el encuentro.

La batalla de la Libertadores

El esperpento vivido en el estadio de Maracaná ocurrió tan solo 20 días después de que aficionados brasileños y argentinos volvieran a protagonizar unas imágenes para olvidar. Esta vez fue en una competición de clubes, la final de la Copa Libertadores que se disputó entre Fluminense y Boca Juniors.

En aquella ocasión la batalla campal no se produjo en el interior del estadio ni en el día del partido, sino en la fecha previa y en la playa de Copacabana. Los aficionados de Fluminense formaron una emboscada a la hinchada argentina. 

Se vivieron momentos de auténtico pánico, con la Policía lanzando gas lacrimógeno a los aficionados para intentar disuadir el conflicto. Estuvo en riesgo la celebración de la final con la presencia de los aficionados, pero finalmente se decidió que todo se disputara con normalidad.

Durante el transcurso del partido no hubo que lamentar incidentes gracias al gran trabajo de los cuerpos policiales y, a pesar de que viajaron más de 100.000 argentinos a Río de Janeiro para ver a su equipo, no formaron ninguna trifulca tras perder la final ante el Fluminense. 

Argentina y Brasil, protagonistas

A lo largo de este mes de noviembre tanto Brasil como Argentina han sido el epicentro de los problemas extrafutbolísticos. El pasado 12 noviembre los aficionados del Curitiba y Cruzeiro brasileños. 

El gol en el tiempo de descuento de Robson que provocó una nueva derrota del Cruzeiro desató la ira de los aficionados del conjunto de Belo Horizonte. Los hinchas invadieron el terreno de juego justo después del gol y los jugadores se vieron obligados a correr huyendo al túnel de vestuarios.

La seguridad del estadio, impasiva ante la invasión de los aficionados de ambos equipos, provocó que se formara una batalla campal. Decenas de personas comenzaron a propinarse puñetazos en el lateral del campo dejando varios heridos. 

Paralelamente, en Argentina se vivió otra escena de caos en el encuentro que enfrentó a Argentinos Juniors y a Vélez Sarfield. Sin embargo, esta vez fueron los futbolistas y no los aficionados quienes protagonizaron los altercados.

Los hechos ocurrieron justo al finalizar el choque. Una vez el colegiado hizo sonar su silbato, los jugadores de Argentinos Juniors fueron directamente a increparle y formaron un corro alrededor suya provocando momentos de tensión. 

El 'trencilla' comenzó a sacar tarjetas lo que avivó más el enfado de los jugadores. La situación llegó a una situación límite y los cuerpos de seguridad del estadio y la Policía tuvieron que entrar en escena para proteger al árbitro. Tras esto, la situación se fue calmando y el colegiado se quedó en el terreno de juego hasta que todos los futbolistas de Argentino Juniors enfilaran el túnel de vestuarios.