Al filo de la llegada del 2023 se consumó la salida de Luis Enrique como entrenador de la Selección. El discreto papel que firmó España en el Mundial de Qatar 2022, donde no pudo pasar de los octavos de final contra Marruecos, se lo llevó por delante de un puesto que ostentaba desde 2018.
Fueron cinco años intensos al frente del combinado nacional, con una pausa de unos meses como consecuencia de la enfermedad y posterior fallecimiento de su hija, que terminaron de una manera discreta. Un tiempo, además, marcado por las incontables extravagancias del asturiano, que convirtió cada convocatoria y cada rueda de prensa en un espectáculo, y que también puso en marcha iniciativas muy discutidas en pleno Mundial.
En lo puramente deportivo, Luis Enrique alternó momentos brillantes de la Selección como aquel 6-0 a Alemania con otros mucho más bajos, pero nunca llegó a conformar un equipo fiable y tampoco reconocible por sus múltiples vaivenes en las listas.
Su mayor éxito fueron las semifinales alcanzadas en la Eurocopa 2020, donde tan sólo los penaltis se interpusieron en su camino hacia la final en un torneo que también dejó muchas dudas en el arranque. Sin embargo, la historia en el Mundial fue muy distinta porque la suerte no estuvo tan de cara y la Selección se quedó en el camino demasiado temprano.
Caer ante un rival como Marruecos y dejando una imagen de un equipo impotente sin alternativas le hizo mucho daño a la figura de Luis Enrique, que ya venía dañada de tiempo antes. Aquel naufragio provocó que la Federación tomara la decisión de no renovar su compromiso con el entrenador y buscar un giro con la llegada de Luis de la Fuente.
La debacle del Mundial
El pasado Mundial de Qatar fue el más atípico de la historia por las fechas en las que se disputó. Los petrodólares llevaron la Copa del Mundo al país asiático y el calendario se vendió a un cambio nunca antes visto, así que esta competición, tradicional del verano, se disputó en pleno mes de diciembre.
Era una incógnita saber cómo iban a reaccionar los jugadores por su estado de forma a esta cita, y también causaba mucha incertidumbre el papel que podría desempeñar España en la competición. A la Selección le avalaba el hecho de haber llegado tan lejos en la última Eurocopa, pero ni mucho menos se presentaba como uno de los grandes favoritos al título teniendo enfrente combinados como Brasil, Argentina, Francia o Inglaterra.
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La convocatoria ya dejó dudas y causó revuelo, nada nuevo por otra parte teniendo en cuenta que quien la confeccionaba era Luis Enrique. Muchos echaron de menos jugadores de un perfil alternativo en la lista, futbolistas que pudieran solventar un imprevisto en una competición tan particular como es un Mundial.
El camino comenzó como un paseo y se fue tornando en pesadilla poco a poco hasta el punto de que casi llega al drama en la misma fase de grupos. Con el 7-0 inicial a Costa Rica, España se ilusionó y el resto de rivales recibieron el toque de atención con cierto temor. Una goleada de este tipo no es nunca fácil de conseguir en un Mundial a las primeras de cambio, así que muchos se pusieron con las orejas tiesas.
La prueba complicada del grupo llegó con Alemania. Los germanos aparecían como el rival a batir en la pelea por la primera plaza, y en un mal encuentro la Selección consiguió rascar un empate. Sin embargo, la manera en la que se produjo el desenlace de aquel partido ya comenzó a generar serias dudas sobre la capacidad del equipo y del entrenador.
Se esperaba que España pudiera, no obstante, completar la fase de grupos con cierta solvencia en el último partido ante Japón. Sobre el papel era superior, pero lo que se vio en el terreno de juego fue una realidad bien distinta.
Aquel día se vio a una Selección desdibujada, sin ideas, sin líder dentro ni fuera del campo, y completamente a merced de Japón. Llegó a estar por unos segundos incluso eliminada virtualmente en la fase de grupos, pero finalmente pese a la derrota consiguió avanzar a los octavos de final.
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Y hasta ahí llegó la aventura del combinado de Luis Enrique en el Mundial, hasta el primer cruce. El emparejamiento fue benévolo y puso en el camino a Marruecos, pero los africanos superaron en todo a una España que se vio sin capacidad alguna para buscar un giro de guion y meterle mano a los Achraf y compañía. Era la confirmación de una muerte anunciada, tanto la del camino de la Selección en el Mundial como del final de la carrera de Luis Enrique en el combinado nacional.
La otra cara de Luis Enrique
El asturiano siempre fue un tipo polémico. Ya lo era con sus ruedas de prensa cuando estaba en el Barça, un ambiente tenso que trasladó también a la Selección cada vez que tenía que comparecer en público. Siempre desafiante, generó mucha división entre los aficionados en lugar de crear consenso en torno al equipo de todos.
Sus respuestas en muchas ocasiones punzantes generaron un debate sobre si era la mejor figura para representar a la Selección con este tipo de declaraciones, pero lo que sucedió en el Mundial fue la gota que colmó el vaso.
El seleccionador decidió lanzarse de lleno a las redes sociales y abrirse un canal de Twitch en plena competición. El fondo de esta iniciativa fue loable, donar los fondos recaudados a una ONG, pero el hecho de convertirse en streamer fue algo que no gustó en la Federación y tampoco en una buena parte del público.
Se consideraba que esta actividad le distraía de su trabajo en una competición que exige tanta concentración como es el Mundial, una cita que se da sólo cada cuatro años, e incluso realizó emisiones en directo mientras se jugaban otros partidos de potenciales rivales. Sus emisiones lograron buenos datos en el inicio y fueron perdiendo fuerza con el paso del tiempo.
La eliminación tan temprana encontró en sus emisiones en Twitch una justificación más para el azote de sus detractores, y esta extravagancia fue la última que hizo al frente de la Selección antes de dejar paso a la llegada de Luis de la Fuente.