Deporte, millones y espectáculo. Cada vez más espectáculo. En esa dirección han virado los principales eventos deportivos. La última final de la Super Bowl volvió a poner patas arribas el planeta en una noche inolvidable que contó con fuegos artificiales, actuaciones musicales y emoción deportiva. Mismos ingredientes que mezcla este sábado la Champions League en Wembley con Real Madrid y Borussia Dortmund como chefs de alta cocina. Las comparaciones son tan odiosas como inevitables en este caso.
Resulta difícil confrontar el fútbol con el fútbol americano, pero la globalización de ambos deportes permite hacerse una idea de sus respectivas magnitudes. La última final de la Super Bowl celebrada en el estadio Allegiant de Las Vegas (Nevada, EE. UU.). fue seguida por 123,4 millones de espectadores durante cuatro horas y media y 202,4 millones de espectadores llegaron a conectar en algún momento con la emisión de un partido que se fue a la prórroga, segunda vez en 58 años de historia del trofeo, y que contó con una invitada que arrastra a las masas: Taylor Swift.
No como artista, esa labor corrió a cargo de Usher, sino como aficionada y pareja de Travis Kelce, jugador de Kansas City. Precisamente, el descanso de la Super Bowl en el que actuó Usher es uno de los espacios más cotizados por los artistas para actuar debido a la gran repercusión del partido. El broche a un espectáculo histórico llega en forma de mega concierto, que es considerado de mayor relevancia que el propio partido. Algo que poco a poco se está introduciendo en la final de la Champions, pero que todavía no ha terminado de cuajar y obtener el mismo peso.
Es una de las formas por las que también se puede medir el tirón de una competición y otra. La UEFA, con retraso, pero ha reaccionado al introducir en las últimas temporadas artistas de mayor pedigrí en la ceremonia de apertura. Pese a ello, la diferencia todavía es grande. No así la experiencia global que rodea al evento. Este año, los ciudadanos de Londres y aficionados desplazados a la capital inglesa, llevan disfrutando de la final desde el pasado jueves. Entretenimiento gratuito y familiar relacionado con el fútbol, música en directo, obsequios, y las actividades de los patrocinadores de la UEFA Champions League.
La Champions es mundial
La Super Bowl, por su parte, es un partido que mueve masas, pero mayoritariamente dentro de las fronteras estadounidenses. Sólo hay que mirar las audiencias televisivas. 82 de los 100 programas más vistos de 2022 fueron partidos de la NFL. Ni la NBA se acerca al impacto que ofrece el fútbol americano en el país norteamericano, aunque su trascendencia mundial es más reducida.
Algo que no sucede con la final de la Champions, cuya celebración detiene el Viejo Continente y, al tratarse del fútbol, cuenta con una mayor repercusión en el resto del mundo. La última, disputada por Manchester City e Inter de Milán, fue vista por 450 millones de persona, es decir, más del doble que la Super Bowl. A pesar de ello, en Estados Unidos únicamente fue seguido por 2,6 millones de personas entre CBS y Paramount.
Cifra traducida en menos del 1% de la población total estadounidense. El fútbol, conocido como el deporte rey del plante, todavía no ha conseguido seducir al público de un país en el que el dinero está en la televisión y, hasta ahora, sólo mira hacia una dirección.