El Real Madrid ha iniciado en Varsovia una nueva era. Parece incoherente utilizar ese término cuando hace apenas dos meses el club blanco se proclamó campeón de Europa, pero es la realidad de un equipo plagado de galácticos que juega al son de su nuevo tridente: la BMV.
Bellingham, Mbappé y Vinicius son la alegría del Madrid. Tan solo han jugado un partido juntos, pero se entienden como si llevaran años compartiendo vestuario. Ante la Atalanta se buscaron constantemente y de sus botas salieron los dos goles que le dieron a su equipo la Supercopa de Europa.
Sin duda, quien más brilló fue Bellingham. El todocampista inglés se adueñó del partido justo cuando más falta le hacía a su equipo. Volvió a recordar a ese Bellingham que deslumbró a todos en sus primeros meses como jugador blanco. Anoche, fue quien dio pausa a las jugadas y quien las aceleró cuando así lo requería el choque. Dejó tres pases magistrales y dos de ellos acabaron en gol.
Participó en el primer gol de la final al filtrar un buen pase a Vinicius antes de que el brasileño le dejara el tanto en bandeja a Fede Valverde. Minutos después dejó mano a mano ante Musso a Vini con otro envio magistral y puso la guinda a su exhibición con un balón medido a Mbappé para que el francés sentenciara la final. Una actuación sobresaliente.
El '5' blanco atrasó su posición respecto a la temporada pasada y se benefició de los desmarques y constantes intercambios de posición de Mbappé y Vinicius para sacar a relucir todas sus cualidades. Jugó más liberado, sin la responsabilidad de ser la referencia, y lo agradeció sobremanera.
Y es que Vini y Kylian permutaron varias veces su posición. En la primer mitad fue el '7' quien ocupó el carril izquierdo, mientras que Mbappé hizo las funciones de nueve. No se consiguió demasiada fluidez y Ancelotti cambió las tornas tras el paso por los vestuarios.
Esta vez, con Mbappé tirado a un costado y con Vinicius en punta de lanza, el Real Madrid comenzó a generar peligro. El partido se abrió y ambos fueron letales al espacio. Jugarle así al conjunto blanco con dos puñales como el galo y el brasileño es casi un suicidio. Más aún si tienen por detrás a un Bellingham sirviendo balones a diestro y siniestro.
Debut soñado
Bellingham y Vinicius brillaron, pero eso no es nada nuevo. Ambos demostraron el curso pasado ser dos de los mejores futbolistas del planeta. Lo que quedaba por ver era cómo se iba adaptar Mbappé a un ecosistema en el que no hay reyes ni príncipes. Únicamente un bloque unido en busca de ganar títulos.
Disputó 83 minutos y dejó unas sensaciones más que optimistas. En la primera mitad, fruto del planteamiento de los italianos y al estar jugando muchas veces de espaldas a la portería rival, se vio a un Mbappé más errático. Sin embargo, pudo meter un gol si no llega a ser por el blocaje de un zaguero rival.
Su mejor versión llegó tras el descanso. Esta vez partió pegado a la línea de cal y en la primera acción del segundo tiempo estuvo cerca de adelantar al Madrid. Recibió, encaró a su par y falló en la definición con la zurda. Pero lo siguió intentando y su siguiente disparo acabó en el fondo de la red.
Un gol en el que demostró ser el más listo de la clase. Se desmarcó hacia la frontal para servir de apoyo a Bellingham, pero reculó sobre sus pasos y trazó un movimiento de ruptura atacando el punto de penalti. Allí recibió el pase del inglés y disparó de primeras para dejar el balón cerca de la escuadra. Un debut inolvidable.
Mbappé se presentó al madridismo con una buena actuación, pero el margen de mejora es muy amplio. Sin apenas rodaje físico se le vio notable en los duelos y a campo abierto. Es una amenaza constante. El arma que le faltaba al Real Madrid para continuar con su tiranía en el fútbol europeo.