Los nuevos fichajes amenazaban con un cambio de aires en el Atlético de Madrid. Dos de ellos, Sorloth y Le Normand, fueron de la partida. Y Julián Álvarez, el tercero y último por el momento, ingresó en el tramo final. No obstante, los rojiblancos volvieron a caer en viejos vicios nocivos en defensa. Dos errores, cuyas imágenes retratan a Witsel en ambas y a Oblak en la segunda, dejan en vano los goles de Llorente y Sorloth, tambíen tras facilidades defensivas (2-2). [Así hemos vivido el empate entre Villarreal y Atlético de Madrid].
Primera ocasión del rival y primer gol encajado. El Atlético desprecintaba la actual temporada de la misma manera que lo hizo en tantos partidos del pasado curso. Un balón largo de Diego Conde a la espalda de Azpilicueta (35) y Witsel (35), que entre los dos suman 70 años, germinó el caos. Danjuma recortó la aparente ventaja del belga en la carrera y después le quebró la cintura antes de batir a Oblak.
La respuesta, inmediata. Llorente, exuberante físicamente, se sacó un vigoroso disparo tras recibir de Griezmann. Pum, pum. Dos golpes en dos minutos. La rotura del partido se barruntaba con ambos equipos galopando como cuando un miura ve una tela roja agitándose. Simeone, ya sin la rodillera del verano y ataviado con su cotidiano traje negro, buscaba el control.
Los suyos, con Reinildo y Azpilicueta por los costados para liberar a Lino y Llorente, se sentían cómodos con el balón. Marcelino, con su clásico 4-4-2 de hormigón armado, taponaba el centro y ahogaba los espacios con la presión, aunque se desangraba por los costados. Por ahí sufrieron los zarpazos rojiblancos, pero antes del segundo rasguño, insertaron una cuchillada que pretendía mandar al Atlético al descanso con un rasgón en su traje.
El golpe fue del Villarreal y la foto para Oblak y Witsel. Baena lanzó un saque de esquina, ambos se estorbaron y la pelota rebotó en Koke, que pasaba por ahí. Cabe recordar que el meta no ha disputado minuto alguno en la pretemporada por molestias físicas. Pudo llegar el tercero local, pero Sorloth, que andaba algo desconectado, reflejó el motivo por el que el Atlético abonó sus 32 millones de euros.
El noruego es ese tipo de delantero al que le echan una lavadora y la remata. La trayectoria puede desembocar en la red, o no, pero la conexión existe. Barrios adelantó su posición y ofreció un caramelo a Sorloth. Remató, pese a la oposición, y cosió la costura de los suyos. Aunque del descanso no regresaría. Ni él ni Witsel. El belga, señalado, dio el testigo a Giménez y Correa lo recibió del noruego.
El ritmo entonces rebajó sus revoluciones. Poco más allá de un posible penalti sobre el argentino y un palo de Pepé. Hubo tiempo para que Julián Álvarez, la araña, debutase. No picó. Ni él ni ninguno en lo que restaba de partido, ya lo había hecho cada equipo en dos ocasiones. Todo en el primer tiempo. El Atlético empieza con rostros renovados, aunque con viejos vicios defensivos presentes.