"Aunque las conversaciones se habían reanudado en los últimos días, los representantes de la Fenway Sports Club indicaron su deseo de no seguir adelante con la compra de el club. El FC Girondins de Bourdeaux desistió del recurso y acepta la sanción de descenso al Championnat National". Con estas líneas se consumaba el declive del histórico club hasta la Tercera División Francesa

La situación, atroz para una entidad, la séptima más laureada de siempre en Francia que cuenta con una masa social potente, todavía empeoró. 48 horas después, la entidad comunicó a la Federación Francesa de Fútbol la renuncia a su estatus de club profesional y automáticamente sus futbolistas finalizaron los contratos y quedaron libres.

Además, también supuso la pérdida de homologación del centro de formación, teniendo que cerrar la cantera y desvinculando a todos los jóvenes jugadores que se formaban en ella. Adiós a 87 años de profesionalismo que dejó seis Ligue 1, cuatro Copas de Francia, tres Supercopas y tres Copas de la Liga. Además de la proliferación de talentos como Zidane, Lizarazu, Gourcuff, Pauleta, Tchouaméni y Koundé entre otros.

La deuda, de 88 millones de euros, provenían de hasta cinco diferentes destinatarios. 12 millones a antiguos propietarios, 7 millones de euros a la Seguridad Social, 11,5 kilos de facturas por traspasos sin pagar, 30 millones de euros con proveedores y otros 30 de cuenta corriente de accionistas.

Todo ello se despide de una ciudad entregada, aunque también alejada del club por los directivos tras una calamitosa gestión. El descenso a los infiernos ha provocado que el español Gerard López, último dueño del club y uno de los principales responsables de la caída, se haya convertido en un de las personas que más animadversión genera en Burdeos.

Afincado en Miami, Gerard López entró en el club hace tres años tras haber transitado por otros clubes europeos en los que salió por la puerta de atrás como el Lille. A otros les dejó en una situación crítica, veáse Boavista. O incluso al Mouscron, al cual dejó al borde de la desaparición. También tuvo un cameo en la Fórmula 1 con el equipo Lotus y cuyo desenlace fue idéntico.

Gerard López, durante una rueda de prensa con el Girondins. EFE.

El español arribó en el Girondins con tiritas para curar unas heridas profundas. Su reacción se basó en la venta de los principales jugadores, pero ni por esas le dio para tapar el agujero económico. Gerard López lo quiso cerrar con la venta del club a Fenway Sports Club, propietarios del Liverpool entre otros. 

"Faltó comunicación y presencia, avisé de ello varias veces al presidente. Hay momentos en los que la distancia no incide, pero otros en los que hay que estar cerca. Hubiera preferido que fuera de otra forma, pero en el día a día no me afecta, soy feliz con el equipo en el campo y yo tenía comunicación con mis jugadores. Si diriges un restaurante y estás lejos es muy difícil de coordinar. Hay que saber estar y saber hacer las cosas. Se lo dije al presidente y él es consciente de ellos", asegura a EL ESPAÑOL Albert Riera, exjugador y actual entrenador del Celje esloveno que dirigió al Girondins en la última temporada.  

Llegada de un viejo conocido

Riera militó en el inició de su carrera como jugador -2003 a 2005- en el club galo, que más tarde pasó a dirigir desde la banda tras ganar la Liga y Copa de Eslovenia. "Soy cabezón, después del primer año quería seguir en el Girondins. Estaba tan centrado preparando la pretemporada que ni hablé de la situación en verano. Confiaba en que se encontraría una solución para mantenerse en Segunda División, pero llegó el palo de Tercera", relata el español a este periódico. 

Albert asumió las riendas del Girondins en un momento delicado a nivel deportivo e institucional en el club. Con las cuentas cuesta abajo y en Segunda División, pero le sedujo el proyecto. Riera es de esos entrenadores que se guía por convicciones. Y devolver al Girondins a la élite era la suya. 

Albert Rieda, durante su presentación como entrenador del Girondins. Girondins.

"Estoy muy agredecido al club. No me imaginaba que sucediera, sino no podría estar en el proyecto. La situación no estaba en mis manos, era algo que no podía controlar. Cuando tuve la primera videoconferencia con los directivos, no éramos muchos en el club. Me sentía solo, faltaba apoyo. Me fui dando cuenta de que esos apoyos iban faltando, pero nunca creí que pudiera suceder esta situación", describe. 

"Ahora tienen que volver a empezar de cero con nuevos propietarios. Los últimos eran externos, no franceses y cuando eso sucede, los que estamos dentro del fútbol necesitamos que nos den cariño. Se lo decía a los propietarios. Queréis negocio, pero para tenerlo hay que ganar. Primero lo deportivo, primero tener contento al aficionado y luego recoger. El club lo tiene que dirigir gente que le guste el fútbol y tenga cariño por el Burdeos. Si se quiere ir muy rápido al negocio no se va a organizar bien. Tiene que ser un club más de la gente, sin su apoyo no serían los mismos. Y con más valor para comunicar las cosas que haya que comunicar", analiza Riera. 

Una vez libre, Albert regresó al Celje esloveno, club que dejó líder cuando decidió iniciar la aventura en el Girondins. "El día que pasó todo me llamaron para regresar, les tengo un cariño especial", asegura. El Girondins, por su parte, tiene once días y un millón de euros para armar cuatro equipos. Uno en Cuarta y otro en Quinta, y sus respectivos equipos reservas, para que la situación no empeore todavía más. Pasarán años hasta que el club francés se restituya en la élite.