Únicamente faltó un gol para que sonara el Mambo No. 5 en el festival azulgrana en Montilivi. El Barça sigue embalado después de arrollar también al Girona en su casa. Donde la temporada pasada se impulsó el fin de ciclo de Xavi tras una dolorosa derrota,emerge ahora el de Flick. Su equipo, imparable en la cancha, mejora sus prestaciones a medida que avanzan las jornadas. Lamine Yamal inauguró con un doblete la fiesta goleadora a la que también fueron invitados Dani Olmo y Pedri. Stuani recortó distancias en el tramo final. [Así hemos vivido el triunfo azulgrana].
La coreografía grupal del Barcelona en Montilivi siguió los acordes de Lou Bega. Bajo un compás eléctrico, combinado con letras ligeras y una melodía alegre. Este Barcelona es puro ritmo. La cuestión es si los de Flick, con una plantilla tan corta y la envergadura del calendario, lo mantendrán a lo largo del curso. Por el momento nadie les tose. Pleno de victorias, son el equipo más goleador del campeonato y Lamine Yamal no deja de bailar.
El Barça arribó en Montilivi con cuentas pendientes. La temporada pasada claudicó ante el Girona en Montjuic (2-4) y por idéntico resultado en el feudo gerundense. Y se las cobró con intereses para legitimar su liderato liguero. Los de Míchel eran la prueba del algodón para el equipo de Flick, que afrontaba otro puerto en el campeonato. Lo comenzaron a coronar con la presión adelantada, marca de la casa de este Barça.
Resultó una misión imposible para el Girona salir del agobio, aunque logró equilibrar el partido con músculo en el centro del campo y las líneas replegadas cerca de su área. Hasta que Lamine Yamal se acordó de aquella frase de Flick "Le he dicho a Lamine que los campeones no descansan", y decidió seguir la directriz. Le robó el balón a un David López de siesta y en el mano a mano fusiló a Gazzaniga. Definición con tranquilidad y suficiencia.
Le tocaba el Girona reencontrarse con sus virtudes. Menos mordiente y presencia en campo propio posee el equipo 2.0 de Míchel. Sus extremos no desbordan con la misma facilidad que el curso pasado y la verticalidad no es ya el mayor argumento ofensivo. En mitad de su reflexión en el diván, Lamine no esperó. Cazó un balón suelto en la frontal y volvió a batir al meta argentino. Otra vez el 304 de Rocafonda salió a relucir.
Se hundía el Girona que pudo volver a flote cuando Muñiz Ruiz señaló el punto de penalti por mano de Iñigo Martínez. Abel Ruiz miraba a Ter Stegen mientras dilucía el lado al que disparar cuando el VAR llamó al colegiado. Se acercó al monitor y dejó en nada la mano del central al venir de un rechace de su compañero. Incluso la tecnología caída del lado azulgrana.
El Girona salió del paso por vestuarios con otra cara, o eso intentó tras la charla técnica de Míchel a la que acudieron todos sus futbolistas, incluidos los suplentes. Aunque quien no estaba para muchas conversaciones fue Dani Olmo. Recibió un balón largo de Koundé y conectó un derechado que significó la puntilla. Sólo habían pasado dos minutos del segundo acto. La pizarra de Míchel en el descanso quedaba rota en la primera jugada.
No dejó de atacar el Barça, brillante arriba y sólido atrás. Casadó filtró una pase con música a Pedri para que hiciera el cuarto. Raphinha se la dejó a Lewandowksi para el quinto, pero Gazzaniga sacó la picadita del polaco. Ya con todo el pescado vendido, Stuani dejó su selló y Ferran Torres el suyo a Asprilla con un pisotón que le costó la roja directa. Este Barça, en construcción durante la etapa Xavi, cuenta con cimientos sólidos durante el ciclo Flick. Montilivi, la prueba del algodón, así lo asegura.