La Champions, bajo una nueva denominación de origen, se vislumbraba como el escenario idóneo para que el Real Madrid saliera de su laberinto. El Bernabéu se vestía con su traje azul de gala bajo los acordes del himno eterno. Regresaba BellinghamAncelotti volvía a su tridente. Pero la competición que tantas veces actuó como refugio de tormentas, tampocó se convirtió en el paraguas táctico al equipo blanco. 

El técnico italiano se lleva del Bernabéu tres grandes lecciones apuntadas en su cuaderno de bitácora. El juego no convence, la defensa no posee solidez, pero las individualidades sostienen a su equipo cuando el colectivo no alcanza. Andaba partido el equipo blanco ante un Stuttgart valiente y ordenado, y emergió Courtois para comportarse como adhesivo. 

El belga realizó cuatro paradas clave en un primer tiempo disparatado, en el que los alemanes pudieron perforar su meta en varias ocasiones. Sin embargo, todas se toparon con el meta blanco. Los disparos de Leweling, Millot y Stiller se estrellaron o bien con Courtois o bien con el larguero. Todo ello transcurrido con un Madrid roto en el centro del campo, débil en la presión y con desconexiones entre todas sus líneas.

Mbappé celebra su gol ante el Stuttgart, el primero en Champions con el Real Madrid. REUTERS

"Es imposible tener 90 minutos de dominio. El Stuttgart maneja muy bien el balón y te atraen para liberar espacios. Hemos sufrido porque hemos perdido muchos duelos. Lo importante era ganar, hemos ganado así que todo bien. Cuando hay presión alta es inevitable meter el balón a la espalda. Tenemos que hacerlo con más frecuencia porque es un arma muy importante", explicó el técnico italiano. 

Los problemas musculares tampoco fueron buenos compañeros de viaje para los de Ancelotti, que tuvo que armar una defensa de circunstancias. Con Lucas Vázquez haciendo de Carvajal en el lateral derecho y Carvajal actuando de Militao en el eje de la zaga. La probatura duró una parte. Tras el descanso, cada zapato volvió a su zapatero.

El brasileño sustituyó a Vázquez y desplazó al español al costado derecho. La casa volvía a edificarse sobre las bases, aunque estas se tambaleaban con cada embestida alemana. Dejaba lagunas el Madrid en defensa. Con espacios entre sus líneas y un equipo con demasiada vocación ofensiva. Además del tridente, Bellingham y Valverde se prolongaban más en campo contrario que el propio.

Y Tchouameni quedaba algo desamparado como único muro de contención. Durante el verano se barruntaba que esto pudiera suceder. Se fue Kroos, llegó Mbappé, y el equipo que funcionaba como un reloj suizo ha pasado a no encontrarse. Ni así mismo, ni entre los jugadores dentro del terreno de juego. No existe alternativa para el alemán. 

Erráticos en defensa y previsibles en ataque

"Hay que elegir construir fútbol o jugar vertical. La responsabilidad es del entrenador. Si elegimos construir, el primer gol no lo marcamos, con ese balón de Carvajal y el otro a la espalda de Tchouaméni. A veces hay que construir y otras jugar directo porque tenemos delanteros muy rápidos", analiza Ancelotti. 

Ante el Stuttgart el Madrid volvió repetir los vicios nocivos que ha mostrado a lo largo de la temporada. Previsible y errático en salida de balón y lento tanto en la transición ofensiva como en las inmediaciones del área. Lo primero, consecuencia de la ausencia de Kroos. Lo segundo, se deshace fruto de lo primero.

El ataque funciona a trompicones. Entregado a las cabalgadas de Rodrygo, Vinicius o Mbappé. Con pocas conexiones entre ellos. Imbuido cada uno en una especie de guerra individual. Sin embargo, las paradas de Courtois, el galope de Rodrygo y las definiciones de Mbappé y Endrick precintan un nuevo triunfo.

Mientras llegan las musas al grupo, las individualidades abrazan los resultados. Inicia una nueva Champions con el mismo Madrid de principios de curso, aunque ya saben, lo que bien acaba, bien está.