Es el mal endémico del fútbol. Desde que los clubes vendieron su alma al diablo y se convirtieron en Sociedades Anónimas Deportivas, cada vez son más los que vagan a la deriva y terminan en las manos equivocadas.
Con los aficionados convertidos en meros clientes, sin voz ni voto en las grandes decisiones de una gran parte de los equipos, la gestión queda en manos de inversores que, en su mayoría, lo único que buscan es el beneficio propio. Y éste siempre suele ser económico.
Los últimos años están plagados de ejemplos de nefastas gestiones, pero no hace falta retroceder más en el tiempo para contemplar hoy en día en España dos claros ejemplos de clubes históricos que marchan sin rumbo, cuesta abajo y sin frenos sin que nadie ponga algo de cordura.
La Liga vive cada día las complicadas situaciones del Sevilla FC y del Valencia CF. Dos clubes históricos que, cada uno a su manera, están contra las cuerdas, que viven una situación social insostenible y que incluso temen por el descenso de categoría. Una caída a los infiernos sería, desde luego, fatal para cualquiera de los dos.
Mientras que los hispalenses están inmersos en una guerra civil y hasta familiar por el control del club entre Del Nido hijo y Del Nido padre, en el Valencia la situación se complica todavía más por el bloqueo impuesto por Peter Lim. Las aficiones claman por un cambio, no aguantan más el panorama actual, pero se ven impotentes y nada pueden hacer aparte de mostrar su malestar en cada partido.
El Sevilla, una guerra civil
En el Sánchez Pizjuán viven una situación surrealista. El Sevilla FC es ahora mismo un galimatías enredado en un largo y tenso proceso judicial que casi ni los propios juzgados adivinan a desvelar.
Desde hace tiempo, José María del Nido Benavente, el padre, y José María del Nido Carrasco, el hijo, mantienen una disputa pública y encarnizada por quedarse con el mando del club. Ahora mismo es el hijo quien tiene la potestad de mandar en el Consejo de Administración, y es así porque el poder accionarial del padre está por el momento bloqueado por un proceso judicial.
Una parte del accionariado se encuentra del lado del actual mandatario, José María del Nido Carrasco. Le apoyan la familia Carrión, con cerca de un 15% de las acciones, y la agrupación Sevillistas de Nervión, formada por Alés, Guijarro y Castro, que tiene cerca del 10% de las acciones.
En el otro lado, quien aglutina más poder es, sin embargo, José María del Nido padre. Con la alianza de un fondo de inversión extranjero, el único capital de fuera de España que existe en el club, suma más del 50%, pero su capacidad de voto está por el momento restringida por el litigio que aún está abierto.
Entre medias de todo esto, están el club y el aficionado. La entidad hispalense es la gran víctima de esta pelea familiar televisada, y a las claras está que le ha afectado porque lleva unos años sin levantar cabeza. La Europa League de 2023 fue una especie de milagro en medio de un terremoto que ya se había desatado.
"Toda esta pelea tiene un gran porcentaje de culpa, está claro. Cuando ha existido la unidad entre sevillistas, es cuando mejor ha estado el club en su historia. Que haya una buena gestión con la unión de todos es lo ideal", señala en su conversación para EL ESPAÑOL Carlos Jiménez, el presidente de la Federación de Peñas Sevillistas San Fernando.
"El día a día lo vemos con preocupación, porque la gestión no está siendo buena. En lo deportivo, ahora hemos sacado la cabeza del descenso y ojalá que no pasemos lo que hemos pasado en años anteriores", asevera Carlos sobre la situación actual que se vive en Nervión.
De hecho, señala al agujero económico que se ha generado en los últimos tiempos con la actual gestión: "Estamos preocupados, porque económicamente el club en pocas temporadas ha lapidado 100 millones de euros de fondos propios que tenía, y ha pedido un crédito de 108 millones. La preocupación no es sólo por lo deportivo o lo económico, también por lo social".
Hace tiempo que en Sánchez Pizjuán los cánticos que emergen desde la grada van dirigidos contra el palco y no contra los jugadores o los entrenadores, un fiel reflejo de lo que sucede en la capital hispalense.
"Hay enfado, mosqueo, desgana... Esto es un sentimiento para los aficionados, que somos los clientes de esta empresa, porque al final esto es una empresa, pero con el condicionante de que esto es un sentimiento. Te vas para casa preocupado y enfadado", resalta el presidente de la Federación de Peñas Sevillistas.
Preguntado sobre si la afición siente miedo por coquetear con el descenso, la respuesta es clara: "Sí, porque aún habiéndonos salvado estos últimos años, coqueteando tanto con el descenso... La gente dice que cuando va tanto el cántaro a la fuente, al final se termina rompiendo. Ahora tienes que recortar presupuesto y soltar el lastre de las fichas altas, pero la plantilla se devalúa y eso no te da para entrar en Europa", cuenta Jiménez.
El próximo mes de diciembre algunos barruntan un posible cambio en la dirección del equipo. Del Nido padre podría evitar el bloqueo y el Sevilla entraría en un nuevo escenario, pero por el momento la guerra familiar sigue vigente.
'Lim go home' en Valencia
Donde bajan las aguas muy revueltas en los últimos años es en Mestalla. Hace ya diez años que el magnate Peter Lim se hizo con el control total de uno de los clubes con más solera de España, y desde entonces el prestigio del club no ha hecho sino caer en picado a mínimos históricos.
Hace no mucho que el Valencia paseaba su escudo por los mejores campos de Europa, o que incluso soñaba con ser campeón de la Champions en las finales. Sin embargo, ya nada queda de aquello porque ahora el murciélago vuela mucho más bajo y suda para salvar la categoría a duras penas.
El hartazgo de la afición es evidente. Aunque EL ESPAÑOL ha tratado de ponerse en contacto sin éxito con la Agrupación de Peñas Valencianistas, el sentir de los hinchas ches es de rechazo total a la gestión del multimillonario de Singapur.
El Valencia está en unas manos extranjeras que ya han dejado claro que no les importa lo más mínimo la dignidad del club o los reclamos de la afición. Su gestión despierta una reacción contraria cada fin de semana en Mestalla y las pancartas de 'Lim go home', así como las manifestaciones en los aledaños del estadio, se reproducen con el paso del tiempo.
El resultado siempre es el mismo. La propiedad hace oídos sordos, nada cambia y el Valencia sigue yendo a peor. El club se ha ido devaluando con el paso de los años y ahora mismo vive uno de sus momentos más bajos, peleando por salvar la categoría con una plantilla sin brillo, hecha a la fuerza, y con un público cada vez más harto.