El fútbol español quedó muy tocado por lo que sucedió el pasado domingo en el derbi madrileño. La interrupción del partido durante más de veinte minutos por el comportamiento incívico de un sector muy determinado -y perfectamente localizado- pisoteó la imagen de un espectáculo deportivo que quedó en ridículo.
El bochorno del Metropolitano no es sino el reflejo de que muchos clubes en España siguen teniendo serios problemas con los grupos ultras. Posiblemente por miedo a enfrentarse a ellos, quizás por incapacidad para hacerlo, lo cierto es que abundan las asociaciones radicales prácticamente en cada estadio de Primera División.
El Atlético de Madrid es el fiel reflejo de este asunto que tiene un fondo que hay que atacar. El Frente Atlético sigue campando a sus anchas en el estadio rojiblanco, sigue teniendo su sitio reservado en el fondo sur, y no para empañar el nombre de un club histórico como el colchonero.
Con historias de asesinatos a sus espaldas como los de Aitor Zabaleta o Jimmy, en el club no hacen nada para atajar este asunto y expulsar a los violentos de sus gradas. Es más, incluso voces como las de Simeone o Koke les protegen al hablar con tibieza y equidistancia de lo sucedido en el derbi.
Por desgracia, el Atlético de Madrid no es el único club en el que pasa esto, pero hace tiempo que otros demostraron que acabar con esto es posible. Dos grandes como el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona dieron ejemplo hace muchos años y, a base de sacrificios personales incluso de sus presidentes, fueron capaces de terminar con los radicales en sus estadios.
El Barça abrió el camino
Joan Laporta fue una de las figuras más importantes del fútbol español en la pelea contra los grupos ultras. Cuando llegó por primera vez al poder del Fútbol Club Barcelona, allá por el año 2003, una de sus primeras medidas fue la de cercar y expulsar a los violentos.
Los Boixos Nois eran el colectivo que dominaba en el Camp Nou, que poseía privilegios dentro del estadio y que se beneficiaba de ciertas transacciones con el propio club. Joan Laporta dijo 'basta' a todo aquello, y se posicionó frontalmente contra este grupo ultra que en 1991 había asesinado a Fréderic François Rouquier, aficionado del RCD Espanyol.
La junta directiva acabó con el almacén que tenían los Boixos en el Camp Nou, donde no sólo guardaban elementos de animación como banderas o megáfonos. En aquel cuarto también había elementos peligrosos como bates de béisbol o puños americanos, listos para ser usados en cualquier momento.
Allí comenzó una guerra de este grupo ultra contra Joan Laporta. Aquello acarreó un gran coste personal para el presidente. Sufrió amenazas de muerte, fue asaltado a la salida de un partido de balonmano y hasta los ultras urdieron un plan para asesinarle.
El mandatario tuvo que reforzar su seguridad personal y hasta se mudó de vivienda después de que aparecieran unas pintadas amenazantes en su domicilio. Su círculo íntimo en el club, como algún empleado de la seguridad privada, incluso fue relacionado posteriormente con los ultras para atentar contra el presidente.
Sin embargo, Laporta se mostró firme en su postura y no dio ni un paso atrás. Consiguió aislar a los Boixos Nois, les echó del estadio y cerró cualquier tipo de relación y privilegio con ellos.
El Real Madrid, contra los Ultras Sur
Otro de los grupos más peligrosos del fútbol español fueron durante años los Ultras Sur. Afincados en el fondo sur del Santiago Bernabéu, habituados a hacer cánticos xenófobos y violentos durante mucho tiempo, se encontraron de frente con Florentino Pérez.
Desde que llegó a la presidencia del conjunto blanco, el dirigente tenía claro que, al margen de hacer grande al club en lo puramente deportivo, también debía hacer lo propio en el plano social. Y eso, con las continuas salidas de tono de los Ultras Sur parecía imposible.
Acostumbrados a tener peso dentro de las decisiones que se tomaban dentro de la entidad blanca, la junta directiva fue acorralando poco a poco a los Ultras Sur por medio de diferentes trabas hasta que logró ganar esta dura batalla.
Quedaron atrás las imágenes de los más radicales junto a las grandes glorias del equipo que se habían dado durante años. De repente, este grupo de ideología neonazi se vio fuera del Santiago Bernabéu, pero intentó recuperar su posición por todos los medios. Se hicieron con paquetes de entradas en algunas ocasiones para criticar a la directiva antes de ser expulsados del estadio, y hasta acudieron a los tribunales sin éxito.
En su lugar, se creó la actual Grada Fans, cuyos miembros acudían con cierto miedo en sus orígenes de ser reconocidos por los Ultras Sur y recibir así amenazas. Esa grada sana de animación se ha ido haciendo fuerte con el paso de los años y ahora el ambiente en el Bernabéu es muy diferente y los problemas se han terminado.
No a coste cero, porque la junta directiva y especialmente Florentino Pérez tuvieron que sufrir constantes amenazas y represalias, a cada cual más dura. Pero siempre se mantuvieron fuertes y le hicieron un gran servicio a su club y también al fútbol español. Un ejemplo que todavía está por imitarse en muchos otros lugares.