Quién sabe si fue el poco descanso entre partidos -cuatro encuentros en diez días-, la sanción tras los altercados del derbi -cierre parcial del fondo suir del Metropolitano-, jugar en un estadio de infame recuerdo rojiblanco o todo al mismo tiempo. Lo cierto es que el Atlético no encontró salida en el laberinto de Lisboa. El Benfica de Bruno Lage, más ordenado sin balón y con mayor verticalicad y claridez de ideas con la tenencia de la posesión, inflingió la primera derrota rojiblanca de esta temporada. [Narración y estadísticas].
Los de Simeone se derritieron en la caldera de Da Luz. Lentos de ideas y de piernas, no lograron igualar el ritmo imprimido por el Benfica desde el pitido inicial. Pavlidis tiró de envergadura para transformar el partido de Giménez en un dolor de cabeza. De cada jugada sacaba algo positivo. O bien oxígeno a su equipo, o bien alternativas. Ambos intangibles producidos desde su gran juego de espaldas.
Todo ello sin rehuir a la portería. Suyo fue la primera ocasión del partido que desembocó en un ejericio de reflejos de Oblak para negarle el gol. Fue un aviso. Un primer diagnóstico del mal que sufre el Atlético cuando viaja fuera de las fronteras nacionales. Ya son cinco salidas consecutivas sin conseguir la victoria. El encuentro en Lisboa arrancó sinuoso, con curvas demasiado pronunciadas.
La alta presión del Benfica obtuvo su premio cuando Reinildo y Lino no acertaron a despejar el balón, Koke tampoco acertó en el despeje y Aursnes cedió para que Akturkoglu batiera a Oblak en el mano a mano. Un concatenación de malas decisiones. El Benfica tenía la pelota y gobernaba con energía a un Atlético convertido en una simple hoja en medio del huracán portugués.
Salieron las águilas a cazar y se encontraron demasiados roedores sobre el terreno de juego. Witsel, empequeñecido por la edad, siguió al delantero desde la distancia. Caso contrario sucede en las filas contrarias. Con un Di María que sufre el síndrome de Benjamin Button. El argentino fue un demonio para el Atlético. Incisivo por banda y habilidoso por dentro. Se colaba por todas las rendijas de una zaga dubitativa sin Le Normand.
Witsel se llevó la mano a la rodilla y Llorente al muslo. Peor suerte corrió el carrilero español, que tuvo que abandonar el terreno de juego antes de tiempo. Carreras era un martirio por la izquierda. El Benfica rozó el gol antes de un paso por vestuarios que se cobró tres cambios en el Atlético. Griezmann, Koke y De Paul se quedaron en la ducha. Carreras lo celebró con otra galopada por banda.
El Atlético se hizo el harakiri con un doble penalti. Gallagher y Giménez se repartieron los pies de Pavlidis a pisar y más tarde Reinildo zancadilleó a Bah. El resultado, dos goles calcados de Di María y Kocku. Ambos lanzamientos a la derecha de un Oblak que se venció a la izquierda. El partido resultó tan doloroso a la vista rojiblanca que Bruno Lage retiró a Pavlidis. El griego hizo de todo menos el gol.
Pavlidis y Julián, vidas opuestas
Y ese cambio coincidió en tiempo y forma con el de Julián Álvarez, que había vagado durante una hora como alma pena por la banda izquierda de Da Luz. Entre los dos penaltis, Bah ajustició el dominio del Benfica al rematar un saque de esquina desde el área pequeña y sin necesidad de saltar. Muchos jugadores rojiblancos en la foto.
Los cambios de Simeone no significaron más que una aglutinación de jugadores ofensivos que no se sabía si eran delanteros o carrileros. Tal vez ni ellos mismos conocían la respuesta. El Benfica castigó a un Atlético que ya llevaba varias salidas avisando de su defunción. Ocurrió en un escenario de cuyo nombre mejor no acordarse.