Hansi Flick lo sabía. El entrenador era plenamente consciente de que el partido importante para el Barcelona era el de la Champions League, por mucho que el cartel del equipo rival invitara a pensar en una victoria muy plácida, como finalmente así fue.
Por eso, el alemán reservó a varias de sus mejores piezas el pasado fin de semana en El Sadar. Quería que sus estrellas estuvieran preparadas, sin molestias y plenamente centradas, en el partido europeo por mucho que todos dieran por descontada la victoria antes incluso de salir de los vestuarios.
La derrota en Mónaco en la primera jornada le había puesto las orejas tiesas a Flick. Lo pagó caro en Pamplona, es cierto, con la primera derrota en La Liga, pero prefirió correr ese riesgo para evitar un segundo marcador adverso en Champions que podría haber salido fatal. El Barça se reencontró consigo mismo y convirtió el pinchazo en El Sadar casi en una mera anécdota.
La importancia de cada victoria
Esta nueva Champions League sigue siendo, en cierto modo, una incógnita para todos. 36 equipos metidos en el mismo saco y conformando una clasificación única convierten a esta fase de la competición en un territorio todavía por explorar, pero del que queda claro que cada partido va a ser importante.
Tan sólo los ocho mejores consiguen el pase directamente a los octavos de final, y un par de pinchazos en esta fase preliminar pueden darle más de un susto a los equipos grandes. El Barça, tras lo de Mónaco, ya tenía el primer aviso encima, así que no contaba con demasiado margen de error, sobre todo teniendo en cuenta que aún tiene rivales importantes a los que enfrentarse como el Bayern de Múnich.
En un momento tan cargado del calendario, Flick movió las piezas a su antojo para disponerlo todo para golear al Young Boys. Ya no sólo para ganar, sino para firmar un resultado abultado ante un rival que llegaba con la etiqueta de víctima a Montjuïc.
El 5-0 no sólo sirve para darle los primeros tres puntos al Barça en la clasificación de la nueva Champions League. También significa que la diferencia de goles pasa a ser notablemente favorable, y es muy probable que con este nuevo formato de competición este aspecto se convierta en algo definitivo y pueda valer una posición de privilegio dentro de unos meses.
Espanta los fantasmas
Lleva demasiados años el Fútbol Club Barcelona lejos de los mejores en la Champions League. Un club que durante un tiempo se convirtió en el dominador de Europa hace no demasiados años, cumple ahora diez años desde que fue capaz de levantar su último entorchado continental, así que esta temporada tiene algo de simbólico. Más aún teniendo en cuenta todos los cambios que se han hecho en la estructura del club para remediar esta situación.
Dos años consecutivos cayendo en la anterior fase de grupos y una última campaña en la que no pudo superar los cuartos de final han hecho mucho daño. Por eso, en la ciudad condal todavía guardan cierto temor a vivir un nuevo varapalo europeo y lo que sucedió en Mónaco volvió a atraer la sombra de viejos fantasmas.
En la primera jornada, el Barça se pegó un buen costalazo con la dura derrota ante un equipo sobre el papel varios peldaños por debajo. Lo hizo además dejando una imagen muy pobre, y aunque fue un pequeño aviso los niveles de preocupación crecieron considerablemente.
Por eso, Flick se permitió el lujo el pasado fin de semana de aparcar en cierto modo La Liga, donde el Barça sigue mandando, para evitar cualquier nueva sorpresa en la Champions. A tenor del resultado, y con la derrota en Navarra como peaje a pagar, parece que la gestión del técnico alemán ha sido la correcta.
El Barça ha vuelto a meter su rumbo de crucero habitual de este inicio de la temporada y se lo ha llevado a la Champions League. La próxima prueba, eso sí, no será tan sencilla porque el siguiente rival es el temido Bayern de Múnich.