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El Real Madrid se llevó de Vigo tres puntos importantísimos y un zurrón de dudas mucho más grande de cara a El Clásico del próximo sábado. En el conjunto blanco son conscientes de la realidad del equipo y saben que, aunque durmieron colíderes junto al Barça, las sensaciones en cuanto a juego no fueron precisamente halagüeñas.

Parece que Carlo Ancelotti sigue sin dar con la tecla en este arranque de la temporada. Falto de piezas importantes y seguramente ya harto de que le pregunten si extraña a Toni Kroos, el engranaje todavía necesita seguir engrasándose. Eso sí, han pasado ya más de dos meses desde que se disputó el primer partido oficial del curso y sigue habiendo casi tantos avances como retrocesos.

Sin embargo, plantillas como la del Real Madrid siempre cuentan con los mejores jugadores del mundo, y un deporte colectivo como el fútbol las individualidades también cuentan. Precisamente esto fue lo que desatascó el partido de este fin de semana en Vigo, dos chispazos de los dos mejores genios que tienen los blancos en su plantel.

Vinicius celebra el segundo gol del Real Madrid con Mbappé al fondo. REUTERS

Primero Kylian Mbappé y después Vinicius. Los dos grandes emblemas, las dos figuras más representativas del proyecto, las dos caras visibles ante todos los aficionados del mundo. Entre ellos dos fabricaron los goles que valieron una victoria, uno de esos triunfos que, si no se consiguen, se terminan echando en falta al final de la temporada.

El francés y el brasileño son los elementos que aportan la luz que le hace falta al Real Madrid cuando atraviesa sus momentos más oscuros. Y ayer en Vigo pareció entrar en un túnel muy gris donde Mbappé y Vinicius se convirtieron en los salvavidas.

Las estrellas visibles

Dentro de la constelación de estrellas que es siempre una plantilla como la del Real Madrid, es inevitable que unas brillen más que otras. En esta era no hay apenas debate sobre cuáles son las caras más reconocibles de un proyecto que ha juntado a uno de los mejores planteles de todos los tiempos. 

Vinicius y Mbappé encabezan un equipo que a lo largo de su historia ha tenido como único camino el éxito y la victoria. Uno a punto de ganar el Balón de Oro, otro fichado después de años y años de duras y tortuosas negociaciones que terminaron desembocando en un final feliz.

Son seguramente los dos mejores futbolistas del momento, y ambos coinciden en la misma plantilla y vistiendo la misma camiseta sobre el césped cada semana. Había dudas de cómo mezclaría esta combinación tan letal, si dos jugadores tan talentosos incluso se anularían entre ellos, pero con el paso de los partidos va quedando cada vez más claro que se complementan el uno al otro.

El partido contra el Celta lo desatascaron ellos dos. Ellos, y Luka Modric, si se le permite la incursión en este estrellato, porque desde que el croata entró al terreno de juego todo funcionó de otra manera, el Madrid encontró más claridad en el centro del campo y tardó apenas unos minutos en servir una asistencia de gol.

Mbappé marcó el camino de la victoria. Un goleador como él, un talento innato para el fútbol, no necesita demasiado tiempo ni demasiado espacio para hacer daño al rival casi en cualquier parte del campo. Un error del Celta en la salida del balón se convirtió en cuestión de segundos en el primer gol del Real Madrid.

El francés cazó el esférico fuera del área, por su cabeza se pasó tan sólo la idea del gol y enseguida armó su pierna derecha para soltar un latigazo con el que coló el cuero por la escuadra.

Vinicius acudió al rescate cuando peor pintaban las cosas. Con el Celta apretando en busca de la remontada, el brasileño tiró un desmarque al espacio y Modric le puso un caramelo. 'Vini' hizo el resto. Regateó al portero y definió a placer para anotar un gol que valía tres puntos y un coliderato.

El Madrid no se encuentra

Mbappé y Vinicius son las notas positivas del último partido del Real Madrid -el penúltimo antes de El Clásico- en medio de un caos colectivo creciente. El equipo blanco no se encontró plenamente a gusto en ni un solo momento en Balaídos y de ahí salió un partido caótico en el que el conjunto blanco no acertó a matar.

Con Ancelotti haciendo experimentos con la posición de Tchouaméni, al que incrustó en ocasiones como tercer central para formar una defensa circunstancial de cinco, el juego del equipo blanco fue nefasto. Nadie en el centro del campo, ni el propio Tchouaméni, ni Valverde, ni Camavinga, supo hacerse con la manija así que todo se convirtió en un correcalles. 

Tchouaméni trata de impedir el ataque de Swedberg. REUTERS

Bellingham estuvo desorientado, como desnortado, sin saber por dónde tenía que moverse exactamente. Muy lejos de la versión tan espectacular que estaba mostrando hace exactamente un año. 

Y la defensa quedó retratada con el gol que anotó el Celta, pero todo pudo ser peor porque en varios despistes similares fue Courtois el que salvó de algo mucho peor a su equipo.

Por el momento, a nivel colectivo el Real Madrid sigue sin encontrar ese momento de juego que le haga sentirse a gusto consigo mismo. Y mientras sigue la búsqueda de su identidad, la temporada se va poniendo cada vez más seria. Ahora llegará el Dortmund en Champions y después el Barça en El Clásico. Son palabras mayores.