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Jude Bellingham vuelve a ser el faro del Real Madrid. Lo fue la temporada pasada y ahora ha vuelto a asumir toda la responsabilidad de un equipo que camina en el alambre. Tiene 23 años, pero ha nacido para liderar al equipo más laureado de la historia. Lo lleva en la sangre y lo plasma día sí y día también sobre el terreno de juego.

El centrocampista inglés, si es que se le puede encasillar en esa posición, está recuperando su mejor versión. Se desubicó al alejarse de la zona de castigo rival y al tener que abarcar lo inabarcable. Ancelotti, en una de sus infinitas pruebas para dar con la tecla le, devolvió a su posición idónea y el '5' blanco no ha defraudado. De hecho, ha respondido con goles.

Le costó entrar en calor, pero sus últimos 31 días han bastado para que el bueno de Jude se reencuentre con aquello que tanto maravilló al mundo la temporada pasada: la pegada. Ha visto puerta en seis de los últimos siete partidos (únicamente falló en Anfield) y ya se ha colado entre los máximos goleadores del equipo blanco.

Seis goles en un mes. Seis tantos tan distintos en su fondo y forma que dejan al descubierto un catálogo de recursos muy inusual en el fútbol. Brilla al espacio y definiendo de primeras, lanza los penaltis con una frialdad que asusta, ve como nadie las segundas jugadas e incluso se atreve a emular a los grandes regateadores. 

Ese fue su truco contra la Atalanta. Recibió un balón largo de Vinicius, entró en el área buscando a su par. Le amagó con la cadera y se deshizo de él sin despeinarse antes de sacar un disparo con la zurda imposible para Carnesecchi. Repitió su icónica celebración. El mundo a sus pies.

La BMV

Bellingham fue el encargado de poner la guinda a una noche complicada para el Real Madrid. Pero fueron Mbappé y Vinicius quienes iniciaron lo que acabó siendo un triunfo vital para el conjunto blanco en su devenir en la Champions. Por primera vez en la temporada la BMV vio puerta en el mismo partido.

Los tres partieron de inicio y cada uno tuvo su cota de protagonismo. El primero fue Mbappé, que saltó al verde con una actitud muy diferente a la mostrada en los últimos choques. Él se encargó de abrir la lata después de una acción genial propia de un crack como él. Sin embargo, unas molestias musculares pasada la media hora de partido le obligaron a retirarse del terreno de juego antes de tiempo.

Sin él, fue Vinicius quien salió al rescate cuando el empate campeaba en el marcador fruto del gol de De Ketelaer en el último suspiro de la primera mitad. El brasileño, con clara falta de rodaje fruto de su última lesión, aprovechó su única acción para mandar el balón al fondo de la red. Se aprovechó de un rebote procedente de un rival y definió con clase. 

Bellingham trazó el último gol del Real Madrid que sirvió para que los suyos se llevaran los tres puntos. El equipo supo sufrir y le sonrió por fin la fortuna en la última acción del choque cuando Retegui remató fuera de forma incomprensible desde el área pequeña.

Trabajo por hacer

Las individualidades salvaron al Real Madrid en Bérgamo. Los de Ancelotti no hicieron ni mucho menos un mal partido a nivel colectivo, pero volvieron a mostrar cierta debilidad en defensa y poca amenaza en ataque durante varios tramos del partido.

El conjunto blanco todavía no ha alcanzado su mejor versión, pero va camino de ello. Necesita tiempo y generar ciertos automatismos. Algo que está siendo más difícil de la cuenta fruto de la gran cantidad de lesiones. Ancelotti necesita recuperar a los que están en la enfermería, pero debe también sumar a la causa a Endrick.

El delantero brasileño empezó el curso teniendo oportunidades, pero en los dos últimos meses se ha visto condenado al ostracismo. Ni si quiera saltó al verde en un partido en el que Vinicius llegaba con lo justo después de su lesión y que apenas podía realizar esfuerzos en los últimos minutos. Ancelotti tiene deberes. Mientras tanto, las individualidades se encargan de apagar los incendios.