La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) atraviesa uno de los momentos más turbulentos de su historia reciente. Rafael Louzán, recién designado como nuevo presidente, asume el cargo con una larga lista de desafíos y un escenario lleno de incertidumbre.
Se convierte en el tercer dirigente al frente de la Federación en poco más de un año, un periodo marcado por escándalos judiciales, divisiones internas y una gestión muy cuestionada. La sombra del Tribunal Supremo sobre su figura amenaza con interrumpir un mandato que, al menos en teoría, debería extenderse hasta 2028, tras los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
Sin embargo, el tiempo apremia y la RFEF no puede permitirse más titubeos. El nuevo presidente debe afrontar con urgencia asuntos claves como la organización del Mundial 2030, la renovación de sus seleccionadores nacionales, la reconstrucción de una imagen institucional deteriorada y las tensiones internas que amenazan con fragmentar aún más a las federaciones territoriales.
La llegada de Rafael Louzán al mando no está exenta de polémica. El dirigente gallego tiene pendiente un recurso en el Supremo contra una condena por prevaricación durante su etapa como presidente de la Diputación de Pontevedra. Si dicha condena se confirma, y se mantiene su inhabilitación de siete años en cargos públicos, su mandato podría terminar abruptamente en menos de dos meses —el 5 de febrero—, lo que abriría un nuevo proceso electoral y prolongaría la inestabilidad en la Federación.
"Ha llegado el momento de recuperar el prestigio de esta casa, una institución que inspire confianza", afirmó Louzán tras su elección. Pero la posibilidad de una inhabilitación planea sobre su gestión, poniendo en duda la capacidad de la RFEF para liderar proyectos a largo plazo con la solidez que demanda el fútbol español. En caso de que Louzán sea apartado del cargo, la Asamblea deberá convocar nuevas elecciones, donde cualquier candidato con el apoyo necesario podría presentarse.
El Mundial 2030 y renovaciones
Uno de los retos más significativos del mandato de Louzán será la gestión del Mundial 2030, que organizarán conjuntamente España, Portugal y Marruecos. Aunque la adjudicación del torneo ha sido celebrada como un éxito, las tensiones entre los países anfitriones son evidentes, y la disputa por la sede de la final promete ser especialmente intensa.
Las tres candidatas a albergar el partido más importante son Madrid, Barcelona y Casablanca. Marruecos ha desplegado toda su influencia diplomática para que la final se dispute en su territorio, mientras que España cuenta con el apoyo del Real Madrid, que quiere que el Santiago Bernabéu sea el estadio elegido. La capacidad de negociación de Louzán ante la FIFA será clave para evitar que España pierda un evento que supondría un hito histórico.
En el ámbito deportivo, uno de los frentes inmediatos es la continuidad de los seleccionadores nacionales. Luis de la Fuente, entrenador del equipo masculino, cuenta con un respaldo mayoritario en la Federación gracias a los éxitos recientes como la Nations League y la Eurocopa. Sin embargo, su contrato aún no ha sido renovado, a pesar de los intentos de Pedro Rocha, su predecesor.
Por otro lado, Montse Tomé, seleccionadora del equipo femenino, también espera una actualización de sus condiciones. Su contrato concluye a mediados de 2025, y consolidar el fútbol femenino será una de las prioridades de Louzán. El nuevo presidente, durante su campaña, mostró pragmatismo en cuestiones económicas, como quedó reflejado en su defensa del acuerdo de la Supercopa con Arabia Saudí: "Será en Arabia o en otro país. España no genera lo suficiente”.
La relación entre la RFEF y LaLiga es otro tema crucial. Tras años de enfrentamientos bajo la presidencia de Luis Rubiales, Louzán ha manifestado su intención de reforzar la paz institucional con LaLiga, un paso que considera fundamental para el buen funcionamiento del fútbol español. Su sintonía con Javier Tebas, presidente de LaLiga, quedó clara tras recibir su apoyo: "Era el mejor candidato", aseguró Tebas, destacando la necesidad de estabilidad en la relación entre ambas entidades.
Sin embargo, los desafíos no terminan ahí. Louzán tendrá que fortalecer los lazos con otros organismos importantes, como la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), la Liga F y ProLiga, la asociación de clubes no profesionales. Además, deberá sortear las tensiones con el Consejo Superior de Deportes (CSD), que cuestiona su idoneidad para el cargo debido a su situación judicial.
La reputación, en juego
La crisis de reputación que sufre la RFEF no es nueva. Desde el caso Soule, que inhabilitó a Ángel María Villar, pasando por el polémico beso no consentido de Rubiales a Jenni Hermoso, hasta las investigaciones relacionadas con Pedro Rocha y la Supercopa, la Federación ha sido foco de escándalos que han dañado su imagen.
Louzán llega al cargo con la promesa de restaurar el prestigio de una institución que ha perdido la confianza de buena parte de los aficionados. Sin embargo, su situación judicial podría convertirse en un nuevo episodio de inestabilidad si el Supremo ratifica su condena. La FIFA y la UEFA, cada vez más estrictas en temas de gobernanza, podrían intervenir si consideran que la situación afecta la reputación internacional de la RFEF.
Por último, el nuevo presidente deberá recomponer las relaciones dentro de la propia Federación. Las elecciones han evidenciado la fractura entre las federaciones territoriales, que se dividen entre los partidarios de Louzán y quienes apoyaron a Salvador Gomar. Este escenario de división interna amenaza con dificultar la implementación de cualquier medida.
Mientras los problemas se acumulan en los despachos de la Federación, la credibilidad del fútbol español sigue en juego. La falta de transparencia, la desconfianza en las instituciones y los constantes conflictos han generado un escenario en el que los aficionados, cada vez más desencantados, cuestionan la integridad del deporte. La elección de Louzán, lejos de simbolizar una renovación, ha profundizado las dudas sobre el futuro del fútbol español.
El tiempo dirá si Rafael Louzán es capaz de revertir esta situación y liderar una etapa de cambio real o si, por el contrario, su mandato quedará como otro episodio efímero en una crisis que parece no tener fin.