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El Atlético de Madrid se quedó fuera la Champions de la forma más agónica posible. Lo hizo ante el Real Madrid, su máximo rival, y con una acción que pasará a la historia de las eliminatorias de la competición: el penalti de Julián Álvarez.

El argentino asumió la responsabilidad en el segundo lanzamiento de los rojiblancos. Lo hizo con presión y con la obligación de anotar para igular la eliminatoria. Cogió carrerilla, únicamente tres pasos, y golpéo con la pierna derecha. Se resbaló en el momento del impacto, pero el cuero acabó en el fondo de la red.

Lo celebró Julián. Lo hizo también el Metropolitano que sentía como su equipo devolvía el golpe en la muerte súbita y dejaba de nuevo la presión en el tejado del Real Madrid. Llegaba el turno para Valverde. El uruguayo caminó desde el centro del campo bajo el ruido ensordecedor del feudo colchonero. Sin embargo, su lanzamiento se demoró mientras el VAR revisaba el disparo anterior.

Fueron unos segundos de máxima tensión y que acabaron de la peor forma posible para los de Simeone. Marciniak se llevó el dedo a la oreja y confirmó el mensaje desde que le llagaba desde la sala VOR: Julián había tocado el balón dos veces y el penalti debía ser considerado como fallado. 

La norma de la IFAB

Con el reglamento en la mano, el gol de Julián Álvarez estuvo bien anulado. Y es que la normativa de la IFAB (Internal Football Association Board) recoge en su punto 14 lo siguiente: "El lanzador no podrá tocar el balón por segunda vez hasta que lo haya tocado otro jugador. El rebote del poste o el travesaño no está incluido. En caso de tocarlo, se sancionará con libre indirecto". 

En este caso, como hay doble toque sin que el balón entre en la portería, directamente tiene que ser anulado. Pese a que es difícil verlo en la primera repetición, la cámara lenta evidencia que ha existido un doble toque que acabó condenando a los rojiblancos a la eliminación.

Momento en el que Julián Álvarez lanza el penalti.

La regla es clara y, aunque no lo vio Marciniak en primera instancia, ahora la tecnología interviene para corregir este tipo de detalles, del mismo modo que arreglaría si un portero se adelantase y tuviese los dos pies por delante de la línea o cualquier otra circunstancia.

Además, en la regla 10 se expone que "Si el lanzador es penalizado por una infracción cometida después de que el árbitro haya dado la señal para ejecutar el lanzamiento, se registrará este como fallado y se amonestará al lanzador".

El resto de la tanda

El Atlético de Madrid volvió a caer una vez más contra el Real Madrid en una tanda de penaltis. Una ronda de lanzamientos que tuvo de todo y en la que Julián Álvarez no fue el único futbolista que erró en su disparo.

Mbappé fue el encargado de abrir fuego. El francés asumió los galones como el jugador más importante sobre el césped (Vinicius, que había fallado un penalti durante el partido, no podía disparar ya que Ancelotti le había sustituido) y engañó a Oblak mostrando mucha tranquilidad.

Llegaba el turno del Atlético. Sorloth cogió carrerilla e imitó el disparo de Mbappé para batir a un Courtois que se lanzó al lado contrario. Bellingham hizo lo propio y después llegó el momento de Julián Álvarez. 

Vinicius y Bellingham celebran la victoria en la tanda de penaltis. Reuters

Tras el fallo del argentino, Valverde puso por delante al Real Madrid. Un disparo seco, muy ajustado al palo, y que Oblak estuvo muy cerca de rozar con los dedos. La presión llegó entonces para Correa. El 'angelito' no perdonó y la hinchada colchonera respirió aliviada. Todavía había posibilidades. Y creyó más unos segundos después tras el fallo de Lucas Vázquez quien esta vez no estuvo tocado por una varita en la tanda.

Le llegó el turno a Marcos Llorente. El todocampista rojiblanco, canterano del Real Madrid, le pegó con el alma y su disparo se estrelló en el larguero. No se lo podía creer el '14' del Atlético, que se llevó las manos a la cabeza consciente de lo que podía ocurrir a continuación.

El Real Madrid celebra el pase a cuartos de final en el Metropolitano Reuters

Una vez más, igual que en el Etihad el año pasado, Rüdiger fue el encargado de ejecutar el quinto penalti. Tenía la gloria en sus manos. Cogió carrerilla y eligió el mismo lado que ante el Manchester City. Oblak aguantó, se lanzó tarde a la izquierda y, a pesar de tocar el esférico, no pudo evitar que acabara en el fondo de la red.

El Metropolitano enmudeció. Muchos gritaron con rabia. Otros lloraban después de revivir una vez más la pesadilla ante el eterno rival. Mientras tanto, los jugadores del Real Madrid celebran sobre el césped su pase a los cuartos de final. Próxima parada: Arsenal.