Ralf Rangnick, de hacer campeón a Raúl a hombre milagro en el Leipzig
El director deportivo del conjunto alemán, que se encuentra empatado a puntos con el Bayern (24), es el responsable de la buena marcha del colíder de la Bundesliga. Llevó al Schalke a semifinales de la Champions y ganó la Copa de Alemania junto con Raúl.
8 noviembre, 2016 00:26Noticias relacionadas
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"El primer maestro que tuve como entrenador me dijo: '¡No tengas miedo! Bien mirado, muchos toros bravos se arrugan ante un pequeño buey inofensivo'". Ernst Happel, maestro de muchos, ídolo de unos cuantos y técnico ejemplo, explicó así una de las leyes fundamentales del deporte: el pequeño, a veces, se puede comer al grande. De hecho, sucede a menudo. Ya saben, la Portugal de Cristiano, el Oporto de Mourinho… Son cosas que pasan. De repente, los de abajo se alzan y llegan a la cima, como ha ocurrido parcialmente este fin de semana en Alemania, donde el Red Bull Leipzig, un recién ascendido, se ha aupado como colíder de la Bundesliga empatado a 24 puntos con el Bayern. ¿Y quién es el artífice de este milagro? Ni el entrenador ni el presidente. El hombre que ha armado el proyecto es Ralf Rangnick, el director deportivo. ¿Cómo? Toca explicarlo...
Ralf es posiblemente la persona que más ha influido en el fútbol germano en la última década. Pocos serán conscientes, pero así lo confirma su currículum. Natural de Backnang (Baden-Württenberg, Alemania) y devoto de Zeman, Happel, Sacchi o Lobanovski, el hoy director deportivo del Leipzig quiso ser, como muchos otros, futbolista. Sin embargo, su carrera murió lejos de la élite y Rangnick tuvo que refugiarse en los banquillos. Se formó como técnico y comenzó a levantar proyectos con una facilidad asombrosa. Subió al Ulm 1846 a segunda división, al Hannover a la Bundesliga -su primera vez en 13 años- y obró un milagro con el Hoffenheim: lo llevó desde la liga regional hasta primera y lo convirtió en campeón de invierno. Pero una disputa interna por la venta de Luiz Gustavo al Bayern motivó su marcha voluntaria del club.
El técnico alemán, por entonces, ya había adquirido fama. Siempre desde la base, creciendo desde abajo y poco a poco. Sólo con una excepción: su primera vez en el Schalke, cuando no cumplió los objetivos. Un 'fracaso' que cambió radicalmente en su segunda etapa en el club minero. Con Raúl en el equipo, el técnico alemán se desquitó: llevó a los de Gelsenkirchen a las semifinales de la Champions League y a ganar la Copa de Alemania. Un éxito efímero incluso para los directivos, porque Ralf volvió a dejar su cargo. Eso sí, esta vez, por problemas de salud. Nada grave a la postre, pues regresó en cuanto pudo.
Terminada su etapa en el Veltins Arena, de donde se fue como un héroe, Rangnick no tardó en encontrar otro proyecto del que formar parte. Entonces, dado su cartel, podría haber entrenado a cualquier club grande o probar en el extranjero, pero no quiso. Lo llamó Red Bull para ser director deportivo en el Salzburg -equipo de la Bundesliga austriaca- y él aceptó la proposición sin pensárselo demasiado, ayudando desde la distancia a armar el otro proyecto de Red Bull, el que se estaba implantando en Leipzig.
EL EQUIPO MÁS ODIADO DE ALEMANIA
Al llegar, el técnico alemán se encontró en un club que, pese a ser construido con muchas dificultades, tenía las pulsaciones adecuadas para asaltar la élite. Dietrich Mateschitz, responsable de Red Bull y loco por hacerse con un equipo, había intentado comprar el Sankt Pauli, el Fortuna Düsseldorf y el TSV 1860 Múnich, pero no pudo ante la negativa de todos estos equipos a perder su identidad en pos de ser patrocinados por la bebida energética. ¿Y qué hizo? Pues consultar a Beckenbauer, que le propuso probar en Leipzig, un equipo del este, con lo que eso conlleva: garantiza aficionados y fidelidad. Y la jugada, a la postre, le ha salido perfecta. La marca de refrescos se hizo con la plaza del SSV Markranstädt, equipo de Oberliga -quinta división-, por 350.000 euros y, a partir de ahí, comenzó a crecer.
El Rasenballsport (o Red Bull) Leipzig, ya con nombres y apellidos, llevó a cabo una progresión vertiginosa camino de la Bundesliga. En siete años, desde su creación, ascendió en cuatro ocasiones. ¿Y quién lo subió desde segunda? Efectivamente, Rangnick. El entonces director deportivo hizo la plantilla, llevó a cabo la programación de la temporada y se sentó en el banquillo para catapultar a su equipo hasta la máxima categoría. De nuevo, el hombre 'milagro' del fútbol alemán logró su objetivo. Con dinero, sí, pero también con un juego atractivo: manteniendo la posesión y bajo los conceptos que aprendió de sus 'maestros' (Happel, Zeman…) y que hoy practican sus 'herederos': Thomas Tuchel -técnico del Borussia Dortmund, con el que coincidió en Ulm- y Julian Nagelsmann, el 'niño' que mantiene al Hoffenheim invicto este curso.
Pero, una vez conseguido el ascenso, Rangnick volvió a la dirección deportiva y le cedió el testigo a Ralph Hasenhüttl, entrenador del Leipzig esta temporada y corresponsable de la buena marcha de su equipo: segundo en la Bundesliga con los mismos puntos que el Bayern de Múnich (24), 20 goles a favor, siete en contra y ninguna derrota. Todo un éxito para un recién ascendido, pero que tiene truco: el club de Red Bull fue el tercero que más dinero gastó en el mercado veraniego en Alemania (50 millones de euros, sólo por detrás de Bayern y Borussia). Y, aunque el dinero no siempre dé la felicidad, sí que ayuda.
Precisamente, el talonario es lo que ha convertido a este equipo en el más odiado de Alemania. El Leipzig no es el Leicester alemán. Ni cae igual de bien ni es visto con los mismos buenos ojos. ¿Por qué? En primer lugar, porque no cumple con la regla del 50+1 (ley que dice que entre todos los inversores externos no pueden poseer más del 49% del club). Esto sólo lo incumplen el Bayer Leverkusen y el Wolfsburgo (porque se estima que la farmacéutica y Volkswagen velan por sus intereses) y ahora también el Leipzig, porque consideran que sin Red Bull el equipo no existiría. Esto ha provocado manifestaciones de todo tipo durante sus partidos, como cuando los seguidores del Unión Berlín se vistieron de negro y permanecieron 15 minutos en silencio por la “muerte del fútbol”, o como las múltiples ocasiones en las que le han tirado piedras al autobús del equipo.
Pero, pese a la antipatía de los aficionados y las dificultades, el Leipzig ya está en lo más alto, tal y como quería Red Bull. Y ahí se mantendrá quieran o no el resto de clubes. Y, teniendo en cuenta la dictadura del Bayern en la Bundesliga durante los últimos años, su desembarco es una gran noticia para el fútbol alemán. Sí, una hazaña lograda con dinero, como lo hacen todos los grandes de Europa. Pero, al fin y al cabo, un logro llevado a cabo también con cierta lógica, sin fichajes rimbombantes ni escándalos. Y el responsable de todo ello no es otro que Rangnick, que, además de fijarse en Happel, se grabó en la memoria una de sus frases: "Si quiere usted hablar (le dijo una vez a un jugador el técnico austriaco), hágase vendedor de aspiradoras. Yo sólo necesito futbolistas". Y Ralf, hoy por hoy, es el que mejor los elige de toda Alemania.