Cuando Zinedine Zidane empezó este verano la que era su primera temporada completa, y, por tanto, primera planificación realizada desde su cabeza, dejó un mensaje claro: "La Liga es lo más importante". El francés daba honores al torneo que siempre se tiraba, diciendo claramente a su plantilla que este año no se iba solo a por la Champions, competición que desde hace ya años no hace falta explicar que había que ganar.
Zidane ha conseguido, gracias a un gestión innovadora que dentro de algunos años se tendrá que estudiar, completar la mejor temporada de la historia moderna del Real Madrid. Nunca antes, tal y como está el fútbol entendido actualmente, los blancos habían ganado las dos competiciones más importantes el mismo año, Liga y Champions, y tampoco se había visto a un Madrid tan serio en ideas.
Ese ha sido el principal avance. Al fin el Real Madrid entendió que el discurso de un título por año era corto. Valía, porque nadie recordará 2014 y 2016 como malos años (se ganó la Champions), pero no reflejaba la realidad de un club a la altura del Madrid. Claro que se podían ganar los dos trofeos y claro que era posible luchar por ellos hasta el final. Y eso lo cambió Zidane, que ya lo hizo factible el pasado año, aunque se quedó a un punto de Liga, y que esta vez lo ha redondeado. Se podía conseguir el doblete. No era una quimera.
Liga y Champions se han logrado principalmente a cinco factores: la planificación de Zidane, que ha repartido los minutos con inteligencia y ha conseguido que todos estuvieran bien en el tramo importante de la temporada; la amplia y gran plantilla de este año, en una mezcla de veteranos y noveles, con jugadores de primerísimo nivel y otros que no lo eran tanto pero que han ido creciendo; la felicidad y unidad que ha demostrado el banquillo, desembocando en algo inaudito, que es que no se le revolviera Zidane ningún jugador por disputar menos partidos; la figura de Cristiano, mucho más decisiva que otros años: y el gen ganador, ese olor a campeón que siempre tuvo y que lo sacó en momentos muy adversos. La famosa 'flor' no era suerte, era ADN blanco.
Solo tuvo el Madrid una etapa de dudas en toda la temporada, la que fue desde finales de septiembre a inicios de octubre. Empató entonces cuatro partidos seguidos, ante Villarreal, Las Palmas, Dortmund y Eibar en lo que fue conocido como la fiebre amarilla. El único borrón llegó el 18 de enero, cuando cayó en el Bernabéu contra el Celta de Vigo (1-2) y perdió la Copa del Rey en cuartos de final (lo hizo oficial una semana después con el 2-2 en Balaídos). La competición del KO es siempre un tercer plato, no es prioridad para los grandes equipos, incluso este año ni salvó la mala temporada del Barcelona, pero acaba sumando. ¿Qué sería del Real Madrid si hubiera ganado la Copa y, por lo tanto, el Triplete? Un equipo 10. Ahora acabó en el 9,9.
La temporada del Real Madrid solo se puede entender desde la regularidad. Después de muchos años, los blancos no tuvieron ni un solo mes de bajón y las únicas derrotas que tuvieron vinieron por cosas naturales del fútbol. Perdieron solo cinco encuentros: en el Sánchez Pijzuán, en Mestalla y ante el Barcelona, todos ellos por la mínima (2-1, 2-1 y 2-3), en Liga, en el Vicente Calderón en Champions, pero contando que llevaba una renta de la ida, y el recordado de Copa ante el Celta.
Además, dejó momentos brillantes como la goleada en el último partido liguero en el Calderón con un hat-trick de Cristiano, la superioridad en Múnich ante el Bayern, el otro 3-0 al Atlético, esta vez en la Champions, el partido de Copa ante el Sevilla, las exhibiciones del equipo B en campos como Butarque, Riazor, Los Cármenes y El Molinón.... Pocos recuerdan que la Liga arrancó con paseo triunfal en el siempre difícil Anoeta (0-3), la primera de las 20 goleadas que ha firmado el Madrid este año.
También hubo tiempo para la épica: el gol de Ramos en el Camp Nou o ante el Deportivo, la agonía de la eliminatoria ante el Bayern, la jugada mágica de Benzema en el Calderón, los puntos sacados más allá del minuto 80 en Liga... El Madrid no podía dejar de lado esa característica que va unida a su historia.
Ha sido esta la temporada de los 40 partidos seguidos sin perder (récord nacional), aunque algunos ya venían de la anterior, y la de los goles en todos los partidos. Y todos son todos, desde el primero, la Supercopa de Europa ante el Sevilla (3-2), hasta este último, la final de Champions contra la Juventus. 65 partidos seguidos marcando, un hito mundial.
Y eso que el año ha sido larguísimo para el Madrid. Comenzó un 9 de agosto en Noruega, con la mencionada Supercopa de Europa, y acaba un 3 de junio en Cardiff. Nunca antes una temporada del Real Madrid había durado tanto, 10 meses, ni había tenido tantos partidos, 60 (38 de Liga, 13 de Champions, seis de Copa, dos de Mundial de Clubes y uno de Supercopa de Europa). Y que se preparen, porque a esos se les añade este verano dos de Supercopa de España y nada menos que ante el Barcelona.
Ese es el horizonte de un Madrid que tiene ahora el reto más difícil: igualar lo que ha conseguido esta temporada. Superarlo solo se podría conseguir con el Triplete, pero obtener algo menos el próximo año sabría a poco, aunque sería lo más normal. Pero esto es fútbol y ver al Madrid tan arriba hace pensar que en 2018, por estas fechas, tiene que repetirlo. Así de bonito es el deporte.