En el fútbol es muy importante tener varios componentes a favor en partidos en los que se está menos fino y el gol tarda en llegar. Leer bien el encuentro, alguna jugada individual, el cansancio del rival... y la suerte. Al Barça le volvió a salir cara al tirar la moneda y ganó gracias a un gol en propia puerta en Lisboa. [Narración y estadísticas: Sporting de Portugal 0-1 Barcelona]
No es que estuviera mal el Barcelona en el precioso José Alvalade de la capital portuguesa, pero si que le faltó todo aquello que le suele caracterizar. No tuvo el balón en todo el momento y por ello no controló el encuentro, que lo decidió por una jugada de rebote y en el que estuvo durante minutos, especialmente los finales, jugando con el resultado y aguantando los arreones del Sporting.
Repitió fórmula el Barça y ganó con un gol en propia puerta, esta vez de Coates. En Girona, hace cuatro días, lo había hecho con dos autogoles. Es también importante tener a favor la suerte, un componente como otro en este deporte y a veces más decisivo, como en este caso, que cualquier táctica o acción individual. Ese gol, en el inicio de la segunda parte, llegó de un centro que buscó rematar Luis Suárez y acabó pegando en Coates y entrando en la portería de Rui Patricio.
Antes había mandado el Barça pero su dominio no tenía gol. Su fútbol se basó en algún acercamiento aislado y en cansar con la posesión al Sporting. Estuvo especialmente bien Mathieu, al que se le veía muy enchufado, quizá por aquello de querer demostrar su valía ante un Barça del que estuvo que salir por la puerta de atrás.
Ya con 0-1, el Barça siguió a lo suyo, amarrando tres puntos muy trabajados, con muy poca brillantez, y el Sporting no cambió la táctica, pero le faltó acierto. Tenían muchas ganas, pero les volvió a matar tener un ataque de muy poco nivel. Nadie remataba los centros. Se enfrentaron ante sus propias limitaciones, repitiendo el caso del año pasado ante el Real Madrid. Después Ter Stegen sacó dos buenas paradas que pudieron cambiar el partido. A los aficionados lisboetas solo les quedó aceptar las carencias de su equipo.
Lo positivo para el Barcelona es que supo saber ganar también en un partido no cómodo y que este equipo que hace unos años solo sabía jugar de una manera y si eso no valía no vencía, ahora es un equipo que vence incluso jugando regular. Eso también es evolucionar, aunque sea de forma involuntaria.
A los culés le costó, pero el fútbol tiene también dosis de suerte. Y al Barça le sonríe. Líderes de Liga y Champions. Han ganado todos sus partidos desde el descalabro en la Supercopa de España. El Barça entró, al fin, en el otro fútbol, ese en el que se gana sin una jugada de Messi, sin una posesión del 80% o sin desengrasar la máquina. Bien está que los catalanes reciban alegres este fútbol que otras temporadas era odiado en el Camp Nou. El avance siempre es bueno.