No bien se supo que el Madrid se medirá al PSG en octavos de la Liga de Campeones, el grupo de whatsapp de mis amigos de La Galerna se llenó de mensajes de confianza desaforada. “Pobre PSG”, dijo uno. “Correctísimo”, replicó otra. “¿Quién nos tocará en cuartos?”, apostilló un tercero.
La vieja altanería madridista, encarnada hoy especialmente en esa rama del madridismo que las redes sociales han etiquetado despectivamente como madridismo happy, se activó de manera instantánea. Un observador no madridista (o madridista sad) quedará perplejo ante esta exhibición de confianza, y la tildará de completamente irracional a la luz de la plantilla que luce el equipo parisino, un petroclub que desde este verano cuenta en sus filas con estrellas rutilantes como Neymar y Mbappé.
Dicho observador podría incluso preguntarse si esa desmedida seguridad (al menos, de cara a la galería) en cuanto al paso a cuartos del Madrid, aun enfrentándose en octavos al enemigo más peligroso posible, va en broma o en serio. La respuesta es muy sencilla y complicadísima a la vez: ni una cosa ni otra. Los egos verdaderamente grandes, y el ego colectivo del madridismo es ingente, se instalan en ese terreno donde la propia arrogancia se da por sentada con una sonrisa que sin embargo no invalida el espíritu irreductible y tremendamente serio que late tras ella. Aunque suene temerario, hay que creer que está hecho para que esté hecho. Así operan las profecías autocumplidas, muchas de las cuales entran en vigor con una pinta de broma algo equívoca: si fueran enteramente una broma, no obrarían más allá del terreno del cachondeo.
Por supuesto, todo esto guarda alguna relación con las declaraciones de Cristiano tras la concesión de su quinto Balón de Oro. “Miro y no encuentro en la Historia ninguno mejor que yo”. Juan Tallón se preguntaba en El País si Cristiano hablaba en broma o en serio (más bien, para ser sinceros, le exigía con un punto de indignación que fuese lo primero), perdiendo de vista la tipología de la arrogancia y la categoría dentro de la misma a la que pertenece la arrogancia madridista. Cuando Cristiano (más o menos, porque creo que tampoco es literal) se autoproclama el mejor que ha habido, habla completamente en broma y completamente en serio al mismo tiempo, que es como a veces no hay más remedio que decir las cosas cuando uno quiere creerlas: con un punto de coña en aras de la prudencia y con otro de solemnidad para convertir el farol en algo plausible. Sea o no el mejor de la Historia, Cristiano no estaría donde está si no hubiera creído (poniendo una sonrisa a su fe) que podría ser el mejor. A Roger Taylor, de Queen, le preguntaron una vez si no era de una vanidad insoportable el haber creído desde el principio que podían convertirse en el mejor grupo de rock de la Historia. “¿Y qué otra cosa vas a plantearte ser?”, contestó con una mueca burlona. “¿El quinto mejor?”
Cuando Cristiano viene a decir que es el mejor que ha habido, habla con la arrogancia intrínseca a Cristiano, que se parece mucho a la arrogancia que he explicado, pero multiplicada por la arrogancia aprehendida en el Madrid. Son arrogancias que se dan la mano, que están hechas la una para la otra. No en vano Cristiano es el icono del madridismo moderno, como Di Stéfano (otro feroz no-humilde) lo es del madridismo clásico.
¿Sería una imbecilidad proclamar como dogma de fe que Cristiano es el mejor jugador que hasta la fecha ha visto el género humano? Sin duda. ¿Es completamente descabellado llegar a la conclusión, introduciendo en la ecuación los correspondientes condicionantes históricos, que ha habido tal vez varios tan buenos como Cristiano pero ninguno mejor? En absoluto. Este terreno de nadie constituye el caldo de cultivo perfecto para regodearse en el tipo de vanidad de la que hablo.
¿Sería una sobrada censurable el opinar que el Madrid va a pasar la eliminatoria sin despeinarse, pues no hay modo alguno en que el PSG pueda hacerle daño? Ya lo creo. ¿Existen sin embargo opciones de que el Madrid elimine a los del jeque, y existen incluso posibilidades de que lo haga, si tienes dos buenas noches, sin excesivos apuros? Ciertamente. Otra tierra de nadie proclive a la jactancia, al optimismo descontrolado y risueño.
No. Al igual que Cristiano, el Madrid nunca se planteó ni se plantea ser el quinto mejor. Por eso yo, al leer “PSG”, primero me puse a temblar. Después, miré el whatsapp: “Pobre PSG”. A continuación me reí. Por último, lo creí, y no me pregunten si lo creo en serio o en broma.
Pobre PSG.