Es el derbi de Europa, el clásico del fútbol continental. El duelo entre el Real Madrid y el Bayern de Múnich es la mejor representación de la Copa de Europa. El último equipo que ganó tres veces seguidas esta competición (de 1974 a 1976) contra el club que quiere este año repetir esa gesta. Una eliminatoria que dignifica al fútbol.
Alemanes y españoles, en estos tiempos judiciales, se enfrentarán el miércoles 25 de abril en Múnich y el martes 1 de mayo en Madrid. Solo seis días de diferencia entre ida y vuelta para dirimir al primer finalista de la Champions que, con respeto a Liverpool y Roma (la otra eliminatoria), será el favorito en la final de Kiev.
El Bayern de Múnich es un equipo clásico de Europa, campeón de cinco ediciones, pero que en los últimos tiempos, coincidiendo con los cambios en los banquillos, retrocedió en Europa. Tras unos años en los que hasta con plantillas menores llegaban lejos en Champions (en 2010, por ejemplo, con Van Gaal alcanzaron la final del Bernabéu), Guardiola y Ancelotti frenaron esa buena salud en Europa. Ni una sola final en cuatro años cuando antes consiguió tres en ese periodo. El último que llevó al gran partido de la Champions al Bayern fue Jupp Heynckes. Hoy vuelve a ser su entrenador.
Ese es el gran cambio del conjunto bávaro, su técnico. El Bayern ha recuperado la condición de "alemán" en el fútbol. Vuelve a ser el típico equipo férreo, rocoso, competitivo y que tiene como objetivo ganar y no agradar. Es decir, el que mejor entiende la esencia del fútbol. Mezcla eso con un fútbol no tan vibrante como el de 2013 pero si efectivo. Y con algunos toques de jugadores interesantes. Sin jugar muy bien en Champions, llegó a semifinales sin problemas. Ahora le toca el mayor reto.
El Bayern es fiable con Heynckes. Podrá ganar o perder, pero cualquier aficionado sabe que este equipo compite, la característica que siempre ha sido la más famosa del Bayern. Con el técnico alemán (que, recuerden, fue el entrenador del Real Madrid en la Séptima Copa de Europa), el Bayern no es el del 0-4 ante el Madrid o el 3-0 en el Camp Nou.
Heynckes, en realidad, es ese talismán al que el Bayern debería plantearse hacer ya una estatua junto al Allianz Arena. Llegó a la final de Champions en 2012, perdida en penaltis ante el Chelsea en su propio estadio después de un agónico (pero brillante) pase en el Bernabéu en semifinales. Pese al golpe, volvió a la final en 2013 y esa vez si la ganó, en el primer duelo alemán en una final de la historia de la competición. Aquel año ganó el Triplete aún sabiendo desde febrero que no seguía (él firmó su jubilación voluntariamente) y que Guardiola era su sustituto.
Tras unos años de inventos, en los que Guardiola cambió por completo (a peor, los resultados lo demuestran) al equipo bávaro, el técnico catalán dilapidó la herencia que le habían dejado. Ni una sola final de Champions, con dos ediciones sufriendo goleadas ante Real Madrid y Barcelona. Pep solo igualó a Heynckes en el número de Bundesligas (tres de tres), en un tiempo en el que hay tanta diferencia entre el Bayern y el resto en Alemania que la liga no es que sirva como juicio real para describir un proyecto.
Tras Guardiola llegó Ancelotti y ahí vino el declive. El italiano ni clasificó al Bayern para semifinales de Champions ni le llevó a la final de Copa. En su segundo año, fue despedido porque había llevado al coloso alemán a una situación esperpéntica: tercero en la Bundesliga y goleado por el PSG en primera fase de la Champions. Fue cuando el Bayern, a la desesperada, llamó a Heynckes, que aceptó el encargo de salvar a su equipo, regresando de su retiro y con la condición de solo estar este año. Así será, porque ya han confirmado que Niko Kovac, entrenador del Eintracht Frankfurt, será su sustituto.
Desde entonces, un Bayern que el mejor calificativo que se le puede poner es el de Bayern. Eso lo dice todo. Físicamente está bien y este es un dato a tener en cuenta, porque fue una de las razones por la que los jugadores del equipo alemán, demostrando su profesionalidad, se cansaron de Ancelotti. Con 'Carletto', palabra de los futbolistas, apenas entrenaban y tenían que hacer ejercicios privados para no perder la forma.
Con Jupp, ya con 72 años, el Bayern no pierde en Champions, aunque tampoco ha arrasado tanto como antaño. Él arregló el desastre de París y ganó al PSG por 3-1, pero la herencia dejada por Ancelotti le dejó segundo de grupo, por detrás de los franceses. Después la suerte le sonrió: le tocó en octavos al primero de grupo más flojo (el Besiktas, al que se quitó fácilmente con un 8-1 global) y en cuartos al Sevilla, con el que sufrió más de la cuenta (1-2 en Sevilla, con dos goles en propia del conjunto andaluz, y 0-0 en Múnich). En Bundesliga, solo dos derrotas (Leipzig y Mönchengladbach, ambos a domicilio) y un empate (Hertha Berlín). Ya ha ganado la Liga.
Pese a que el simple cambio de cara en el banquillo ya ha cambiado mucho al Bayern, también hay modificaciones futbolísticas. Heynckes ha conseguido una especie de segunda (o tercera o cuarta...) juventud de Ribbery y Robben, ha encajado a James Rodríguez (ojo, vuelve al Bernabéu, está cedido, podrá jugar y puede ser el verdugo) en el ataque y ha resucitado a Müller, antes de Heynckes intrascendente. Pero además de todo eso, y los goles de Lewandowski, una de las figuras del Bayern es un español.
Javi Martínez se ha convertido en el pilar de este Bayern en el que está desde 2012 pero donde es ahora cuando su figura es mucho más trascendental, pese al poco componente mediático que arrastra (otra más en este deporte que premia a los goleadores y calla, con injusticia, a los que 'pican piedra'). El ex del Athletic es el enlace entre el ataque y la defensa, quien sostiene al equipo alemán. Ya el año pasado, en el Bayern-Madrid, su expulsión llevó al derrumbe del equipo alemán. Martínez ya ha hecho demasiados méritos para ir al Mundial.
Bayern - Real Madrid es decir Copa de Europa en su máxima expresión al calor de abril y mayo. Es recuperar aquellas luchas titánicas de finales del siglo XX e inicios del XXI. Fue ahí cuando la leyenda de los duelos entre estos dos equipos se engrandeció. El más grande de España y el más grande de Alemania se repartieron el poder de Europa. Si uno no llegaba a la final (el Madrid lo hizo en 1998, 2000 y 2002), lo hacía el otro (el Bayern llegó en 1999 y 2001). Siempre se encontraban en duelos de mucha tensión. Eran los tiempos de los Kahn, Effenberg, Elberg, Salihamidžić, entre otros, en un bando y los Roberto Carlos, Figo, Hierro, Raúl... en otro. Hitzfeld y Del Bosque en los banquillos.
Este Bayern ha recuperado el calificativo y el aura. Y en el banquillo está el entrenador de la Séptima del Madrid, el mismo que quitó a Mourinho la Décima en aquella eliminatoria agónica que acabó en una tanda de penaltis. La simple presencia de Heynckes hace del coloso alemán mucho más temido.