Pocas expresiones tan vibrantes como un Bayern de Múnich - Real Madrid tendrá el fútbol y ninguno como el equipo español para representar lo que es la Copa de Europa. El equipo de Zidane, a lo suyo en Champions. Ganar, aguantar y pelear. Y remontar. Su victoria en Múnich refleja a este equipo con ansia de Decimotercera muy difícil de hundir. [Narración y estadísticas: Bayern de Múnich 1-2 Real Madrid]
El Madrid se impuso al Bayern en un partido muy de Copa de Europa, de esos difíciles de jugar e igualados de principio a fin. Un encuentro clásico entre dos colosos europeos que acabó con victoria blanca por, sencillamente, saber leer mejor el partido. También por su olfato de gol y por las decisiones de Zidane. Y, especialmente, por resistir. Porque comenzó perdiendo y vio el 2-0 cerca. Pero el Madrid siempre tiene muchas vidas.
Tras unos primeros minutos de tanteo, con respeto mutuo e igualdad, el Bayern cambió lo que allí había al más puro estilo alemán: ejemplo de fuerza y rodillo. Comenzaron balones al área, acercamientos a la portería de Keylor y continua sensación de peligro. El gol, un poco antes de la media hora, llegó con una larga carrera de Kimmich por una banda vacía, dejada así por Marcelo, y allí corrió y corrió tras un buen pase de James Rodríguez. Cuando pisó área lanzó quizá sin creérselo, pero Keylor Navas le ayudó. El portero 'tico' creyó que el jugador alemán centraría y por eso descuidó el primer palo, por donde entró el balón. Keylor llegó a tocar al esférico, lo que evidenció aún más su fallo.
Había fallado también Marcelo y las críticas le esperaban. Pero al lateral brasileño hay que quererle. Todo lo que te quita, te lo da después. Cuando peor estaba el Madrid, sufriendo la ira alemana, que había cambiado el guión y ritmo del partido tras el 1-0, Marcelo encontró un balón justo en la frontal del área, pisando la línea del área grande, y empaló con su pierna izquierda el disparo con fuerza y precisión. Fue el esférico pegado al palo, imposible para Ulreich, el sustituto del lesionado Neuer. El empate fue gloria para el Madrid, que marcó al calor del descanso.
Y tras ello, el cambio de Zidane y el gol de Asensio. El entrenador francés cambió el encuentro, y quizá la eliminatoria, quitando a Isco y sacando al mallorquín nada más salir de vestuarios. Y tras ello, el tanto de Marco, que se aprovechó de una contra de Lucas Vázquez, tras un garrafal fallo de Rafinha. Los dos, ejemplos de ese Madrid peleón y trabajador, dibujaron la jugada del segundo gol como también lo hicieron del primero en París. Asensio, con un toque inteligente, marcó el 1-2.
Siguió peleando el Bayern, que ya no es ese equipo de los últimos años que se empecinaba en una idea y no salía de ella. Tras temporadas de inventos sin sentido (y sin éxitos) de Guardiola y una etapa mínima de fracasos de Ancelotti, Jupp Heynckes trajo de vuelta a este Bayern que podrá ganar o perder, pero que es competitivo a más no poder. Es una máquina de pelear.
Sacó buenas paradas Keylor, que vive entre el mal y el bien, y a Cristiano le anularon un gol, bien el árbitro, al controlar el balón con el brazo. Y todo ello con Carvajal lesionado, que fue cambiado por ¡Benzema! en otro movimiento táctico de Zidane, que retrasó a Lucas al lateral. El francés falló un cara a cara que podría haber llevado la tranquilidad al Madrid.
El partido fue antiguo con toques modernos. La tensión y los duelos de antaño con el nuevo modelo de fútbol de ahora. Los enfrentamientos a cara de perro con los toques de calidad de los grandes futbolistas de ahora, mejores que los de hace 15 años. Un encuentro muy competido, como siempre fueron los Bayern - Madrid. Son dos de los más grandes de la historia de este deporte.
Queda la vuelta. Y después de lo que se vio en el Bernabéu ante la Juventus, no se puede afirmar que el Madrid tiene pie y medio en la final de Kiev. Sí, lógicamente, que está más cerca que el Bayern. Y eso es lo más importante. El Madrid, siempre, está vivo en Europa. Y toca la Decimotercera tras la victoria, de muchísimo mérito, en Múnich.