¿Cuántos de ustedes saben dónde está Sedhiou (Senegal)? Posiblemente, pocos. ¿Y qué probabilidades hay de que alguien nacido allí juegue unas semifinales de la Champions? Tampoco demasiadas. Eso es así. Sin embargo, hay un tipo que sí creyó. De forma algo precaria, pero confió en sus posibilidades. Sadio Mané, sin zapatillas pero con voluntad, pensó en que así sería. Vio a Ronaldinho por la televisión y quiso ser él. Recogió una pelota y lo imitó para regatear cómo él. Encontró una portería y pretendió ponerla en la escuadra como él. Y, aunque su realidad es netamente distinta a la del brasileño, lo cierto es que se parece. Se ha convertido en uno de los hombres de Jürgen Klopp en el Liverpool –con lo que eso significa– y será titular este miércoles contra la Roma en el Olímpico (20:45 horas).



Su historia calca a la perfección el sueño africano. Por eso, en Liverpool, no pierde el tiempo en discotecas (sólo ha ido a una, en Salzburgo, y no ha vuelto) y tampoco juega a la Play Station. Para qué. Él sabe lo que es pasarlo mal y, ahora que ha logrado cambiar su realidad, no quiere perder lo ganado. Mané nació sin nada. Ni zapatillas, ni ropa, ni nada. Comía –y no siempre– y su única distracción era la pelota. Daba igual que las piedras edificaran porterías imaginarias o que el terreno no supiera qué es el verde. Él acudía siempre a su cita con el cuero. Por si algún día, por alguna casualidad del destino, la suerte le sonreía. Y lo hizo.



Mané, a los 15 años, llamó la atención de los ojeadores de ‘Generation Foot’, centro de formación de un equipo de segunda división. Al fin y al cabo, a esa edad temprana ya se vislumbran los primeros destellos de cualquier futura promesa. Y él cumplía con todos los requisitos para ser, al menos, un buen futbolista. Tenía velocidad, regate y gol. Era luchador, no daba un balón por perdido y estaba atento a las indicaciones de los entrenadores. Por eso, fue elegido para entrar en la academia. “Mis padres no entendían por qué me gustaba jugar al fútbol”, reconoció en su momento. Y, de hecho, dudaron sobre su permanencia en el equipo: Dakar está muy lejos de Bambali, donde se crió el futbolista. Pero finalmente aceptaron. Vieron a su hijo feliz y no quisieron borrarle esa sonrisa de la cara.

Mané junto a Salah durante un partido con el Liverpool. Reuters



En aquel momento, Mané se prometió tres cosas: no decepcionar a sus padres, convertirse en futbolista profesional y volver a su pueblo para construir una escuela. Y las tres las ha cumplido. La última, esta misma temporada, cuando el jugador ha destinado 200.000 euros para edificar un centro educativo en Bambali. Allí, donde él dio sus primeros pelotazos, muchos niños podrán iniciarse en todo gracias a la ayuda del jugador del Liverpool.

Sus otras dos promesas las ha ido cumpliendo progresivamente. El salto a la profesionalidad lo dio al fichar por el Metz. Allí, se dio cuenta de que se podía convertir en un buen jugador. Y, sobre todo, también se dieron cuenta otros. En concreto, lo hizo el Salzburgo, que acometió su fichaje. Y en Austria no le fue para nada mal. Ganó Copa y Bundesliga y se marchó al Southampton tras marcar 45 goles en 87 partidos. En fin, aquel ojeador de ‘Generation Foot’ no estaba equivocado: Mané no iba a decepcionarlo. Pero aquello no era más que el principio.



El senegalés, al llegar a la Premier League, anotó el hat-trick más rápido de la competición (superando el de Robbie Fowler, que había quedado congelado en 4 minutos y 32 segundos en 1994). Brilló, anotó 25 tantos en 75 encuentros y dio otro salto. Esta vez, al Liverpool. El resto, es historia. Junto a Salah (43 dianas) y Firmino (27) forma el mejor tridente del fútbol europeo. A sus 26 años, su sombra agita los pasos de un equipo que comparecerá en Roma con una buena ventaja (5-2), pero que está avisado: la escuadra de Di Francesco ya le remontó la eliminatoria al Barcelona y le sirve el mismo resultado de entonces (3-0). Mané lo sabe. Pero sueña. Y a él, de momento, nadie se ha atrevido a quitarle ninguno de los sueños anteriores. ¿Lo van a hacer ahora?

Mané, Firmino y Salah celebran un gol con el Liverpool. Reuters