Y el Real Madrid, sí, otra vez campeón de Europa. Lo mismo que el año pasado, lo mismo que el anterior. Frótense los ojos, porque esto comienza a ser inexplicable de la grandeza que arrastra. El Real Madrid Club de Fútbol es el mejor equipo de la historia de este deporte. No lo duden jamás. Ni en noviembre ni en febrero ni en mayo. Nunca. El Madrid es un continente entero. [Así te hemos contado la final de Champions 2018: Real Madrid 3-1 Liverpool]
El conjunto liderado por un eterno ya Zinedine Zidane (¡tres Champions en dos años y medio!) alzó la Decimotercera en Kiev para confirmar su gran poderío en el fútbol. El Real Madrid vive en una felicidad continua que no caduca. Ha hecho de ganar la Copa de Europa, lo más difícil que existen en este deporte, su rutina. Y es que gana el club español Champions como el que va cada mañana a comprar el pan.
Pongan usted ya en su recuerdo la barbaridad que hizo Gareth Bale en Kiev. La volea de Zidane ya tiene heredera en una final: la chilena de Bale. Esto ya es historia del fútbol. Lo que hizo el galés sí vale los 91 millones de euros que costó. Solo con esto ya está amortizado. Porque la obra de arte que dibujó (al estilo de Cristiano en Turín, incluso mejor) da una Champions League hasta entonces igualada. La marcó con 1-1, tres minutos después de salir al terreno de juego (fue suplente). Y ante eso no hay táctica que lo pueda evitar. El Real Madrid tiene genios y con eso la diferencia es inmensa.
El galés dio la Champions más brillante y más sufrida de las cuatro que ha ganado el Madrid en estos últimos cinco años. Sí, han leído bien y nunca lo olviden: cuatro Copas de Europa en cinco años. Una auténtica locura, una barbaridad jamás vista en el fútbol moderno, que es mucho más duro que el antiguo. Lo pasó mal el Madrid ante el Liverpool como también lo hiciera ante la Juventus y Bayern de Múnich (y PSG en menor medida). Se ha ganado el derecho a ser siempre elegido el mejor club deportivo del mundo.
En el cerebro de cualquier madridista quedará la barbaridad de gol de Bale (que solo con esta obra de arte se ha ganado seguir) y también la pillería de Benzema con la que el Madrid abrió la final. Recordó a aquella de Toni con Tamudo, pero en esta no se botó el balón, sino que Karius, portero del Liverpool, fue a pasar el balón con la mano y Karim puso el pie. Eso valió para un 1-0 que desatascó una final hasta entonces igualada.
Empató Mané, que con 2-1 dio al palo, y el Liverpool no estuvo mal en ningún momento, pero se encontró con una genialidad mayúscula de Gareth Bale, que alargó el idilio con el tercero en un fallo horrible de Karius. La final, eso sí, estuvo marcada por una primera parte llena de lágrimas. Hubo más lloros que ocasiones. Salah y Carvajal se lesionaron dejando imágenes que a cualquier aficionado a este deporte le debe conmover. Es la frustración por irse antes de tiempo del partido más importante del año y por la seria duda de quedarse fuera del Mundial. El egipcio se rompió el hombro en un choque con Sergio Ramos y el madrileño notó molestias en los isquiotibiales de su pierna derecha. La forma tan intensa en la que lloró no augura nada bueno.
Ganó el Real Madrid su decimotercera Copa de Europa, consigue un doblete como institución (Euroliga y Champions) jamás vista antes y reafirma su capacidad. Es el Madrid, el equipo de ayer, de hoy y de mañana. El fútbol hecho club. Hubo ilusos que le mataron en enero. ¿Dónde estarán? Los madridistas, en Cibeles. Otro año más.
El año que viene (o el siguiente, o el siguiente del siguiente...) perderá el Madrid. Y entonces cualquiera se preguntará en silencio ¿qué es esto? Pues será lo normal. Y por eso el Madrid está haciendo algo que se va de lo extraordinario. El Madrid de Florentino y de Zidane. De Cristiano y de Bale. El Madrid de todos. El Madrid de siempre.