España podría haber regresado a la isla de Ré con un ataque de melancolía, consecuencia directa de su incapacidad para batir a Peter Cech este lunes después de haber dominado de forma aplastante (con tramos excelentes) a una sosa República Checa. Cuando la afición empezaba a aceptar la posibilidad de un empate incomprensible, la conexión Iniesta-Piqué evitó la necesidad de somníferos esta noche en la concentración de la ‘Roja’.
Tardó 5 minutos España en salir de su campo en el coqueto estadio de Toulouse, pero ya no volvió a pisarlo apenas hasta que se retiró a los vestuarios. Trescientos segundos duró el experimento checo de aplicar la presión en campo contrario y bombardear España en cualquier balón parado. Desde ese momento, reculada en veinte metros de terreno para proteger a Peter Cech (el mejor de su equipo), la selección centroeuropea se dedicó a perseguir la pelota, administrada con criterio y velocidad crecientes por Iniesta, Silva y Morata, siempre auxiliados por Alba y Juanfran en las bandas.
Nolito ya avisó en el minuto 7 dejando solo a Morata (en fuera de juego). España desprendió enseguida aromas de tiempos pasados, pero no lejanos. Cesc iniciaba la jugada y hacía de 10 en la presión a la salida checa. Iniesta dirigía las operaciones y un móvil Morata se ofrecía permanentemente para tocar de primero o darse la vuelta y abrir a un costado. En defensa el trabajo colectivo ibérico era impecable: Rosicky se ahogaba entre Busquets y Cesc, Necid trataba de jugar de espaldas pero era frenado por un Piqué expeditivo y muy concentrado. La presión alta checa de los primeros minutos parecía haber sido un espejismo. Los de blanco jugaban en su campo y más juntos que sardinas en aceite.
Morata, que disparó al muñeco al cuarto de hora tras internada de Silva, tuvo la primera ocasión clara del partido. A los veinte minutos el dominio español era absoluto. Los checos son pegajosos, pero llegaban tarde y no daban tres pases consecutivos. Piqué y Ramos atacaban siempre en campo contrario. Iniesta deleitaba a la afición. Busquets, inusualmente impreciso en los primeros minutos, recuperaba su solvencia.
Morata tuvo otra, de nuevo a pase de Iniesta, en el 28. Los checos no existían ofensivamente; tanto debate sobre el portero y resulta que era el espectador 34.001. España en cambio llegaba y llegaba, por derecha y por izquierda, sin llegar a batir al mítico Cech. La afición centroeuropea hacía la ola como para sacudirse el miedo mientras se seguía jugando en 40 metros. España tocaba de primeras. Y cuando no tocaba, recuperaba inmediatamente.
Rosicky ni olía la pelota. Nolito tiró desde 30 metros en la frontal, frustrado por la falta de un gol antes del descanso. Iniesta lo hizo un minuto después desde 40. Sólo faltaba un tanto para condecorar el magnífico primer tiempo de España. Cech atajó un disparo de Alba en el 39. Otro de Silva en el 40. La República Checa estaba siendo barrida por el campeón de Europa. Necid, con un disparo desde la frontal en la última jugada del minuto 44, recordó al respetable que tenía delanteros. Empate a cero en el descanso.
El asedio al arco de Cech (ya por aquel entonces el héroe del partido) se intensificó tras la reanudación del juego, marcada por la reaparición del viento y la lluvia en un día de climatología muy variable. La hinchada española era feliz (pese al empate). Juanfran, siempre discreto, ofrecía un curso acelerado de cómo dominar una banda y surtía de balones a un Morata muy activo, aunque no siempre clarividente (la responsabilidad del ‘9’ español pesa tanto como la del portero).
Los checos pisaron área en una falta lanzada desde la derecha, rematada débilmente por Hubnik, y se animó a contraatacar dos veces en los minutos siguientes. Después regresó el monólogo: Cesc corría sin parar, pero estaba algo desconectado del juego, sin demasiada punta de velocidad: el hipotético ingreso de Tiago era una opción más que interesante. Fue Adúriz, sin embargo, quien reemplazó a Morata en el 61: cambio de cromos para matar al rival sin cambiar de táctica.
Los checos, cuando quedaban 25 minutos, empezaron a ser conscientes de la suerte que tenían. Fabregas (instalado en el ‘falso 9’) salvó medio gol en el área pequeña y España dudó fugazmente sobre sí misma: era un partido para ir ganando cómodamente 3-0. Tiago y Lucas salieron a calentar. España había perdido el control por primera vez desde el minuto 5. Fue un breve lapso de tiempo. Tiago entró por Cesc en el 69. Nolito se iba al centro con una ansiedad de gol por momentos contraproducente. Alba falló imcomprensiblemente un gol cantado a pase de Iniesta. Los aplausos a España y al manchego no paraban. Sólo hacía falta la rúbrica.
Habrá que reconocerle a la selección que no se atolondró. Aduriz lo intentó de chilena (otra vez un centro de Juanfran). Siguió tejiendo esa red de araña en la que a veces se olvida de devorar a la presa. El delantero Lafata había reemplazado al casi inédito Necid en la punta checa. Pedro también daría descanso al infatigable Nolito.
Antes España había vuelto a intentar meterse con el balón en la portería de Cech (un alarde con 0-0 en el minuto 80). Los checos sufrían un acoso por tierra, mar y aire, pero no doblaban la rodilla. Hasta que Iniesta teledirigió un centro al corazón del área, hacia su amigo Piqué (al que algunos asistentes habían insultado al inicio del partido), y la tensión de 81 minutos de asedio sin premio se desbocó en una celebración explosiva.
Menos mal que De Gea no se desconcentró en un empalme envenenado de Darida en el último minuto. Esta España no es la de Brasil 2014. La dulce transición en la portería se cerró el mismo día que las dudas sobre si la ‘Roja’ tiene al menos opciones para hacer algo memorable en Francia 2016.