Toulouse no fue un espejismo… Nadie en esta Eurocopa juega como España. Tardó en desenredar la ‘Roja’ un partido con media hora bastante bronca ante unos turcos enrabietados por su pésimo debut, muy presionados por su propia prensa, pero una vez que Nolito y Morata encontraron el camino del gol las cosas volvieron a su ser. [Así se lo hemos contado: 3-0]
España dominó el encuentro a su antojo y terminó bailando a los otomanos ante unas gradas poco amistosas, con mayoría rival, que acabaron rendidas a la supremacía ibérica. “Todos saben cómo juega España”, había dicho el seleccionador turco en la previa, “pero es difícil pararla”. El secreto sigue bien protegido por un equipo que fue de menos a más y terminó impartiendo otra lección magistral de fútbol, con Andrés Iniesta como símbolo de un estilo resucitado.
La tarjeta amarilla de Ramos en el primer minuto (la segunda más rápida de la historia de la Eurocopa) anticipó las dificultades que hallaría España en la primera media hora. La salida apasionada de los turcos, con una Arda cuya intensidad duró diez minutos, recordó a versiones pretéritas, y mejores, de su selección. Morata probó a Babacan ya en el minuto 6, pero España tenía problemas para desbordar por el centro y dependía casi exclusivamente de sus laterales, de nuevo soberbios en su permanente ida y vuelta: tan adelantados jugaban en ocasiones que la soledad de Busquets delante de los centrales podía generar intranquilidad en alguna contra.
Repliegue progresivo
Turquía se fue replegando a medida que España tocaba, pero miraba aún al partido de cara. El palo rechazó un despeje de Balta a los diez minutos cuando entraba Morata al remate y en el córner resultante de milagro no marcó Piqué de cabeza. El delantero centro otomano, Burak Yilmaz, jugaba ya solo en punta, progresivamente replegados los otomanos en defensa tras la salida en tromba que había condenado a Ramos a jugar bajo vigilancia todo el partido.
España dominaba, sostenido por un Busquets particularmente activo y centrado (actuaciones teatrales aparte), pero no mostraba la autoridad del día de República Checa: entre otras cosas, por el ambiente hostil que calentaban los aficionados turcos (el doble aproximadamente que los españoles) en el graderío del espléndido Allianz Riviera.
Del Bosque se daba perfecta cuenta de ello: no abandonaba la banda. Hacia el minuto 25 los turcos se atrevieron a hablar otra vez de tú a tú a España: Çalhanoglu disparó a portería un par de veces y el equipo se atrevió a adelantar líneas cinco minutos, como probando a ver qué pasaba. La ‘Roja’ respondía con menos calma, más directo, buscando continuamente a los laterales y a Morata. Nolito no aparecía todavía e Iniesta (que recibió un pisotón alevoso en el tobillo) tampoco. Iba a ser un partido más enredado que el debut. Los turcos, empezando por su técnico el ‘emperador’ Terim, lo protestaban absolutamente todo.
Conexión Nolito-Morata
Nolito agarró por fin un balón en la frontal y dio un susto a los otomanos a la media hora. El granadino falló un remate franco poco después, tras jugada del omnillegador Juanfran, y España siguió incómoda, con Piqué y Busquets chocando en un balón y dando otro susto al banquillo. Hasta que en el minuto 36 apareció por fin el talento para colorear un paisaje nublado: Nolito centró a la cabeza de Morata, que sólo tuvo que peinar el balón hacia la escuadra de Babacan para abrir el marcador.
Por primera vez, los españoles callaban a los turcos en las gradas; el jugador que más lo necesitaba había encontrado el camino al gol. No dio tiempo ni a celebrarlo; dos minutos después, Nolito aprovechó un mal despeje del habitualmente solvente Topal para marcar el segundo en un acto de pillería.
Ahí reapareció la España del debut en Toulouse, y ya no se marchó. La selección teóricamente sin gol, después de una primera parte dura, se iba al descanso con el partido encarrilado y entre olés. Turquía no era rival para el campeón de Europa.
Los otomanos quisieron lucir amor propio en la reanudación, pero el segundo gol de Morata (tras un pase en diagonal de Iniesta con el exterior al afilado Alba) les echó un camión de tierra por encima. Lucharían aún diez minutos (Yilmaz pudo recortar distancias en el 51), pero ya no creían en sí mismos. Perseguir a los futbolistas españoles era una tortura. Silva buscaba su gol e Iniesta justificaba el pago de la entrada con detalles al alcance de pocos.
Silbidos a Turan, ovación a Piqué
El segundo tiempo sería un paseo militar para la ‘Roja’: los cánticos de la afición eran interrumpidos por los pitos de los turcos a Arda Turan, que experimentaba su propio infierno personal sobre el césped de Niza. Terim agotó los tres cambios, pero no le reemplazó: no se sabe si para protegerle del escarnio o como reprimenda. España, mientras, haría debutar a Bruno (entró por Silva: Del Bosque experimentaba con el doble pivote), a Koke, que dio descanso a un buen Cesc, y a Azpilicueta por el infatigable Alba.
No pasaron demasiadas cosas hasta el final, dada la relajación ibérica. Hubo gritos de “Iniesta, Iniesta” y “Piqué, Piqué”. España ya está clasificada a octavos y le basta un empate para ser primera. Las llamadas a la prudencia de Del Bosque son inobjetables, pero cualquier crónica se debe a la verdad: nadie juega como España en esta Eurocopa. Otra cosa es que sea campeona.