Cuando el balón eche a rodar en Saint-Denis el próximo domingo (21:00 horas), Europa futbolística tendrá su partido más importante del año. Junto con la final de la Champions, la final de la Eurocopa es el gran acontecimiento en el mundo del fútbol, con el apunte que el torneo de selecciones se celebre cada cuatro años, lo que hace que su trascendencia sea mayor.
Sobre el césped del Estadio de Francia se jugará la final de la Eurocopa. Y eso, lógicamente, es lo importante. Pero su relevancia no quita para encontrar duelos personales llenos de morbo, que dan más categoría al duelo. Y, sin duda, en este Portugal - Francia las miradas estarán en Cristiano Ronaldo y Antoine Griezmann, líderes indiscutibles de ambas selecciones. Y es, por si no se habían dado cuenta, la repetición del duelo de Milán el 28 de mayo.
En aquella final de Champions ganó Cristiano. Pero no solo porque el portugués ganara la final, que también, sino porque él anotó el penalti que le tocó, el decisivo en una tanda de penaltis agónica. Fue la viva imagen de la victoria, del éxito. Contrarrestaba aquello con Griezmann, que aunque marcó la pena máxima en la tanda de penaltis, falló el que no podía fallar, el que lanzó nada más iniciarse la segunda parte. Si hubiera anotado ese, el Atlético no hubiera llegado a la prórroga. Se hubiera proclamado campeón antes.
Es por ello que la final de la Eurocopa da también la oportunidad a Griezmann de quitarse la espinita de Milán. Se está acostumbrando este torneo a recuperar a los 'caídos' en la Champions: recuerden el penalti a los cielos de Ramos en 2012 en Champions y su posterior réplica a lo Panenka en la Eurocopa. En esa situación se encuentra Griezmann.
El rojiblanco 'pinchó' con su equipo en el partido más decisivo del Atlético, después de una excelente temporada. El Griezmann atlético era el principal valor que tenía Francia para ganar algo en su Eurocopa y así lo demostró. El Griezmann francés ha completado un torneo también sobresaliente y llega a la final en la mejor forma.
Seis goles le han hecho ser Pichichi de la Eurocopa y difícil es que alguien le quite la Bota de Oro del torneo (Cristiano, por ejemplo, tendría que marcar tres goles más que el francés en la final). Pero más que contar su participación en cantidad de goles, habría que hacerlo en los momentos en los que los anotó, sin olvidar la calidad de ellos. Ante Albania puso el 1-0 en el último minuto en un partido abocado al 0-0. Ya en octavos, remontó él solo ante Irlanda, con los dos únicos goles que marcó Francia. En estas semifinales ante Alemania marcó otra vez los únicos goles (otra vez dos) de su selección. Solo en cuartos ante Islandia marcó un gol que 'no valía para nada'.
Griezmann llega imparable a una final con todo a su favor salvo dos cosas: que es en su casa (precisamente Francia en 1998 es la única anfitriona de un gran torneo que consiguió ganarlo) y que tiene como rival a un Cristiano que llega al partido decisivo en un estado muy similar al suyo.
Es indudable que el francés ha hecho mejor torneo que el portugués. Ronaldo solo apareció en dos partidos, ante Hungría y Gales, aunque estos fueran los más importantes de Portugal. Pero el futbolista del Real Madrid apareció en el momento oportuno y eso ya le hace extender el miedo a la final. Y en el único gran cara a cara que tuvieron venció el que iba de blanco.
Y todo ello con otro trofeo de fondo, allá a lo lejos, pero vital para uno y quizá para el otro: el tan preciado Balón de Oro. Messi estará en la terna de favoritos. También Bale, Luis Suárez o Neymar, ellos en un segundo escalón por debajo. Pero Griezmann se ha ganado el derecho de ser candidato al máximo reconocimiento individual. Es el líder indiscutible del finalista de Champions y de Eurocopa y le falta el último salto: ganar la final. En caso de hacerlo, y si su actuación es decisiva, bien merecerá el galardón.
43 días después, Cristiano y Griezmann se volverán a ver las caras. Lo harán, otra vez, en el partido más importante y trascendente de la temporada. Serán, otra vez, los líderes de sus equipos. Jugarán, otra vez, por el título más preciado. Y buscaran, otra vez, el cetro del fútbol europeo. Milán tenía continuación. Estaba a 850 kilómetros. Era París.