Tuvieron que pasar 39 años para que España volviera a 'disfrutar' de un partido como local en un gran torneo. La Selección también se pareció más a esa de 1982 que a la del ciclo de oro entre 2008 y 2012. Regresó aquello de "jugamos como nunca y perdimos como siempre", "empatamos" en este caso, pero lo importante es que la Selección ni gana ni convence.
La vuelta de España como anfitriona, en este caso a Sevilla, estuvo marcada por los pitos a Álvaro Morata. El delantero falló una clara ocasión ante Olsen y firmó una nueva actuación desacertada convirtiéndose en una especie de Julio Salinas del siglo XXI para la Selección.
Uno puede pensar que se fue injusto con Morata en La Cartuja y que los pitos también son fruto de una carrera llena de errores. Una cosa no quita la otra. Porque Morata ha logrado unir a madridistas y atléticos, algo que ni el alcalde Almeida ha conseguido con tanta facilidad. Morata no cae bien a ninguno y eso que, a pesar de todo, aún pertenece al club rojiblanco.
De tanto soñar, Morata no tiene quien le sueñe. Que si primero su sueño fue jugar en el Real Madrid, luego hacerlo en la Juventus, después vestir la camiseta del Atlético y para terminar, al menos a día de hoy, regresar a Turín en calidad de cedido. Demasiados sueños para una sola persona.
Ese discurso que nadie se cree y la sobreprotección mediática que ha tenido a lo largo de su carrera son las principales razones que provocan también los pitos cuando viste la camiseta de la Selección. Además de sus errores de cara al gol, claro. Porque nadie señalaría a Morata si marcara un hat-trick en cada partido.
De tantos tumbos y patinazos ante los micros, se ha quedado solo. Morata no tiene afición. Ni con la Selección. Todos los futbolistas, a excepción del madrileño y dos más, han gozado de cierta simpatía especial cuando se han puesto la camiseta de España, pero con Morata ese feeling se fue perdiendo poco a poco hasta desaparecer por completo.
Goles son amores, decía Manolo Escobar en los añorados 90. Y esos son los únicos con los que Morata puede enamorar. Sin ellos, no tiene nada. Su club de fans en España tiene más socios periodistas que aficionados. De hecho, incluso los primeros se comienzan a poner de perfil para no salir tampoco en la foto.
Morata, por lo que sea, no cae bien a la mayoría de la afición española. Los pitos van más allá de una simple crítica deportiva. Es una mezcla de todo: de falta de gol, de declaraciones inoportunas, de excesiva protección mediática.... Morata camina perdido por el boulevard de los sueños rotos.