Llegó la hora de la verdad. Llegó la ópera prima para una selección, la española, que ha sabido bailar sobre escenarios en los que antes estaba sorda de los pies. Los de Luis de la Fuente tuvieron que aprobar el último examen, en el que entraba el temario de la remontada ante Georgia, para afrontar el momento álgido de esta Eurocopa. Los cuartos de final contra Alemania, la anfitriona.
Un intangible imponente para España, que nunca ha superado en una fase final a la selección organizadora. La historia también niega el cartel de favorita a Alemania, pues acumula 36 años sin ganar a La Roja en un partido oficial. Ni un solo triunfo en lo que va de siglo. Más de tres décadas de sequía o batir un registro nunca conseguido, uno de los dos intangibles desaparecerá este viernes en Stuttgart. Donde también se dará cita la melancolía.
Kroos humaniza el mencionado intangible. Su carrera deportiva juega cada partido sin red, como su selección. Una derrota significaría no volver a ver al centrocampista alemán sobre un terreno de juego. Precisamente eso buscan Nico Williams y Lamine Yamal, los "juveniles pequeños e inexpertos" para Lehmann. "Para mí no es verdad lo que dice. Es un tío que siempre tiene una opinión diferente", le respondió Kroos.
España contestará sobre el terreno de juego, tal y como aseguró el propio Lamine Yamal. A lo largo de la presente Eurocopa ha solventado con pleno de victorias partidos cuyo guion ha sido diametralmente opuesto, especialmente el último ante Georgia. Su nivel de juego ha ido ganando adeptos hasta convertirse, también por incomparecencia de otras selecciones, en una de las favoritas para tocar el cielo en Berlín.
Solo un combinado nacional ha sido capaz de generar ilusiones similares: Alemania. La anfitriona, expoliada por el apoyo de la grada en cada partido, ha generado un ambiente de campeón a su alrededor. Por cómo ha ganado sus partidos, todos excepto el de Suiza y ninguno con excesivos apuros, pero especialmente por el cambio de juego que ha experimentado.
La anfitriona, que viene de caer en fase de grupos de los dos últimos Mundiales, centra su columna vertebral en Kroos y Gündogan, que fabrican la jugada, Wirtz y Musiala inventan y Havertz, Füllkrug y hasta Emre Can, que hace tres semanas no estaba convocado, golean.
Esta generación, alejada de las históricas, con más talento que fuerza, con más bailarines que motores, es un desafío en sí misma. Los primeros partidos mostraron el librillo de Nagelsmann, ese que sí mostró en el Leipzig, pero que no se había visto desde que aterrizó en la selección de rebote procedente del Bayern de Múnich. Precisamente en el Allianz Arena, donde había brillado la metalurgia alemana dejando sin espacio a otra línea de pensamiento, Wirtz y Musiala van camino de transformar la idea futbolística del país.
La 'Mannschaft' ha adquirido mucho más vuelo al ser pilotado por con maestría por Kroos, que sabe aparecer en el momento adecuado y cuando es necesario. Encadenó 57 pases hasta que falló uno. Marcan el ritmo del partido. Controlan primero para golpear después. Una faceta que hacia tiempo que no se veía en Alemania. No obstante, esta Alemania también es fiel al fútbol vertical clásico. Es una selección capaz de mudar la piel y abandonar la elaboración de la jugada en busca de la verticalidad cuando es necesario.
Aunque España tampoco es indiferente a eso de mudar la piel. Cuando se vio de nuevo ante un rival acorazado, con en aquellas viejas pesadillas, probó algo nuevo, un cambio de librillo. Abandonó el amasamiento de balón a la espera de algún fallo defensivo y pasó a lanzarse para provocarlos. De esta manera, y pese al golpe inicial en forma de autogol, derribó a una Georgia sostenida por Mamardahsvilli que acabó sucumbiendo a la insistencia española. Sus 35 disparos ante Georgia, mayor registro en un mismo partido de un gran torneo desde 1980 así lo atestiguan.
Se torna así un estilo que durante una década ha estado instaurado en cada partido de la selección española, viviendo su punto álgido entre 2008 y 2012 con la consecución de la serie Eurocopa-Mundial-Eurocopa con un fútbol en el que la posesión era el principal estandarte. Lo era tanto en ataque, hilvanando incontables pases, como en defensa, protegiéndose con el balón. El perfil de los jugadores actuales ayuda a dibujar un escenario diferente al de la década pasada cuando hasta seis centrocampistas se colaron en el once titular de la final de la Eurocopa en 2012.
España solía jugar con un pivote e interiores escoltando por los costados, hasta que De la Fuente ha instaurado un sistema en el que la posesión no es lo primordial, el mayor peso se lo llevan los extremos y su profundidad. Extremos como tales de los que encaran y son verticales, no interiores que se asocian por dentro y necesitan estar en permanente contacto con el balón. España y Alemania, solo una selección romperá sus registros y se asomará a la antesala de la final.