Parece increíble, pero el partido que ayer jugó España contra Alemania y el que disputaron Inglaterra y Suiza en los cuartos de final de la Eurocopa pertenecen al mismo deporte. Una paupérrima Inglaterra se coló en las semifinales más por su acierto en los penaltis que por merecimientos, porque si por méritos fuera seguramente tendría que estar en el avión de vuelta a casa. [Así vivimos la victoria de Inglaterra ante Suiza]
El nivel de fútbol fue indigno de una Eurocopa. Dos selecciones rácanas, tacañas a la hora de mirar a la portería rival y de proponer juego se disputaron un hueco en las semifinales, pero lo cierto es que ninguna de las dos mereció pasar.
Tras una primera parte de naufragio total, Embolo adelantó a los suizos con algo de fortuna a falta de quince minutos para el final, pero Saka empató para Inglaterra en el primer tiro a puerta de los suyos. Como nadie propuso nada, todo se decidió en los penaltis y ahí fueron los de Southgate los que, por mayor calidad, fueron capaces de sobrevivir una ronda más en esta Eurocopa.
Un fútbol inaguantable
El inicio del partido fue esperanzador. No es que hubiera demasiadas esperanzas puestas en ver un gran espectáculo en estos cuartos de final por lo visto hasta el momento, pero el arranque tuvo ritmo y se produjeron varios acercamientos a ambas áreas.
Inglaterra trató de hacerse con el timón del encuentro, pero se encontró con que Suiza demostró no tener ningún tipo de complejo y le jugó de tú a tú. Durante diez minutos el choque tuvo un dominio alterno y había una sensación casi constante de dominio, pero todo aquello fue un espejismo y el encuentro se cayó por completo.
De repente llegó la más absoluta nada. El partido entró en una fase mucho más parecida a lo que se esperaba, con un ritmo cansino, sin claridad en el juego y con los porteros como meros espectadores de lujo.
El único que puso algo de picante en medio de este sopor inaguantable fue Saka. Por la banda derecha, el jugador del Arsenal se convirtió en el único capaz de driblar a alguien, de intentar algo diferente, y aunque no siempre tuviera éxito en sus acciones al menos fue un soplo de aire fresco.
En una de sus cabalgadas por la banda terminó metiéndose en el área y poniendo un pase al segundo palo que, sin embargo, despejó Schar a córner. Después repitió jugada para poner de nuevo un pase atrás buscando la llegada de Mainoo, pero cuando el centrocampista iba a rematar apareció un futbolista suizo para abortar el peligro.
Parecía mentira que Inglaterra y Suiza estuvieran jugando al mismo deporte que España ayer ante Alemania, pero esa es la riqueza del fútbol, que puede plantear escenarios tan antagónicos como los que se han visto en unos cuartos de final.
Llegan los goles
Si alguien esperaba una reacción de alguno de los dos equipos en la segunda mitad estaba claramente equivocado. El partido siguió por el mismo camino que antes del descanso y quien se hubiera quedado traspuesto en el sofá o en su butaca no encontró motivo alguno para salir de ese letargo.
Tan sólo un disparo de Embolo a la media vuelta, inocente y centrado a las manos de Pickford, significó el primer lanzamiento del partido entre los tres palos. Inglaterra ni siquiera eso, incapaz de probar si Sommer tenía guantes o había saltado al terreno de juego sin ellos.
El lamentable nivel de fútbol acompañó al partido hasta el final. Quien más tenía que perder era Inglaterra, que no hizo ni siquiera ademán de lanzarse al ataque, así que terminó pagándolo. Suiza se adelantó a falta de quince minutos para el final con un poco de fortuna, como no podía ser de otra manera en este partido.
Schar metió un balón al área para el desmarque de Ndoye, el delantero puso un centro chut que se coló entre varias piernas y en el área pequeña apareció Embolo para meter la pierna y remachar a gol. Nadie se merecía nada, pero fue Suiza la que encontró premio en mitad de la nada.
Inglaterra se vio de nuevo contra las cuerdas. Como en el partido de octavos de final ante Eslovenia, los ingleses le vieron las orejas al lobo así que Southgate movió el banquillo con un triple cambio. El seleccionador también era uno de los grandes culpables del inmovilismo inglés.
Inglaterra tiene varias vidas en esta Euro y por eso no tardó en empatar. En su primer disparo entre los tres palos, Saka obró el milagro. Recibió en el pico del área, recortó con su pierna derecha y puso el balón en el palo largo para anotar un golazo. El tiro dio en la madera y se introdujo en la portería de Sommer, que solo pudo mirar.
No hubo tiempo para más, tampoco nadie se iba a volver loco en los instantes finales, así que ambos se dieron la mano, firmaron el empate y se citaron en la prórroga.
Nadie propone nada
Las cosas tampoco fueron a mejor en el tiempo suplementario. La emoción creció por el mero hecho de estar al borde del abismo, pero el juego fue igual o incluso peor. Un disparo de Rice desde la frontal del área obligó a Sommer a realizar una intervención extraordinaria, y después Bellingham ejecutó un tiro dentro del área que fue a las manos del guardameta suizo.
Ambas selecciones tenían la racanería por bandera, así que no hubo demasiada historia a lo largo de estos treinta minutos extra. Shaqiri rozó la gesta al intentar un gol olímpico que se estrelló en el palo cuando tan sólo quedaban tres minutos para el final, pero los penaltis eran un destino irremediable.
A mayor calidad, mayor probabilidades de superar la eliminatoria, así que ahí Suiza tenía mucho que perder. Los suizos fallaron el primer penalti y ya no remontaron. Arnold anotó la pena máxima definitiva e hizo estallar a Inglaterra de alegría, que sigue quemando cartuchos de buena fortuna en su camino hacia el título. La subcampeona sigue viva.