Mientras la Eurocopa seguía esperando a Kylian Mbappé, terminó de explotar Lamine Yamal. Precintó el partido con un gol que ya es marca de la casa. Recorte hacia dentro y disparo con rosca a la escuadra contraria. Tumbó así a una Francia, que había puesto contra las cuerdas a España, y en la que incluso asomó Kylian Mbappé. Algo, pero no lo suficiente como para evitar que los de Luis de la Fuente se citaran con la Inglaterra de Southgate en la final del torneo.
El último partido de la actual Eurocopa será el primero de un gran torneo que enfrente a ambas selecciones tras los cuartos de final de la Euro de 1996, en Wembley. Aquella eliminatoria cayó del lado inglés en la tanda penaltis tras empate sin goles a lo largo de todo el partido. Los fallos de Hierro y Nadal sentenciaron a una España que fue superior a una Inglaterra en la que precisamente militaba Gareth Southgate, actual seleccionador inglés.
A los fatídicos once metros se llegó tras 120 minutos que llenaron de orgullo al fútbol español. La selección española dijo a todo el mundo aquel día que el fútbol español era superior al inglés, que sus jugadores tenían más talento y que en Wembley hubo un combinado que estuvo espléndido y otro que dependió de intangibles azarosos. De dos goles mal anulados, un penalti no señalado a Caminero, otro sobre Alfonso Pérez y un sinfín de ocasiones en las que el silbato del árbitro se inclinó del lado inglés.
"Es muy fácil arbitrar en Wembley cuando juega Inglaterra. Hay pocos árbitros que puedan tener esa personalidad. Si hubiera habido VAR, se hubiese hecho más justicia y posiblemente estaríamos hablando de que hubiésemos pasado de ronda. A lo largo del partido íbamos viendo jugadas que nos generaban frustración. Fue un final muy cruel. Merecimos ganar y pasar, pero es lo que tiene el fútbol", relata Alfonso Pérez, jugador de aquella selección, durante su conversación con EL ESPAÑOL.
Fueron casi tres horas de drama y pasión sobre un escenario imponente convertido en un hervidero por su afición. No obstante, el silencio se hizo en Wembley cuando España jugaba. En la grada se sentía el miedo, los aficionados ingleses no podían cantar porque les atenazaba la inferioridad de su equipo, plagado de estrellas, ante la autoridad del fútbol español. Ningún antídoto mejor contra la ebullición de un estadio.
"Habíamos jugado en el Azteca, en el Olímpico de Múnich, en cualquier parte del mundo. Wembley no nos atemorizaba", asegura a este periódico Manolo Delgado Caro, preparador físico de aquella selección. "Teníamos experiencia a la hora de competir en estadio de esas magnitudes, pero aquel ambiente fue ensordecedor, un ruido impresionante que apabullaba. Pero ahí quedó, fuimos mejores", recuerda.
España bailaba con la anfitriona en su escenario de la misma forma que lo ha hecho la actual selección de Luis de la Fuente con Alemania, pero, como en cada torneo, el combinado organizador gozó de cierta permisividad arbitral. "Creo que en aquella época los arbitrajes eran tendenciosos. Fue muy duro enfrentarse a Inglaterra en Wembley, más en aquella época en la que no había VAR y no se podía protestar", añade Manolo Delgado.
"Clemente encargó los dos primeros penaltis a los dos mejores lanzadores para ir cogiendo confianza", rememora Manolo. El primer balón lo agarró Hierro y el travesaño lo rechazó. El segundo lanzamiento, responsabilidad de Guillermo Amor, sí entró. "Mi recuerdo fue la imagen que dimos. Siempre he confiado en el profesionalismo de los árbitros, nosotros trabajamos hasta el último momento para que las decisiones polémicas no nos afectaran. Nos marchamos fastidiados por lo que pasó, pero también por lo que podíamos hacer en el torneo", asegura Amor a este periódico.
Inglaterra no había fallado ninguno de sus cuatro lanzamientos. Shearer, Platt, Pearce y Gascoigne habían transformado. Le tocaba a lanzar a Miguel Ángel Nadal, que lo erró y España quedó eliminada en ese mismo instante. "Fallé el definitivo, eso jamás se olvida", se autoflagela durante su conversación con EL ESPAÑOL. "La tanda de penaltis no es que sea una lotería, pero yo fallé después de que todo el equipo hubiera hecho un gran partido", recuerda.
Este domingo, 28 años después, aquella generación podría recibir su venganza en la final de la Eurocopa. Llegó la ópera prima para una selección, la española, que ha sabido bailar sobre escenarios en los que antes estaba sorda de los pies y podría precintar su coreografía tocando metal. Esta España de Luis de la Fuente, cargada de matices, ha generado ilusión en una afición que huérfana de conexión con su selección.
Un último escollo, la Inglaterra de Southgate, separa a La Roja de erigirse como la selección con más Eurocopas ganadas de la historia. "Ahora los ingleses tienen muy buenos jugadores, pero a nivel colectivo España ha interpretado mejor las facetas del juego", asegura Nadal. "En el 96 éramos un equipo, que es lo más difícil de conseguir en una selección y esto también existe en la de ahora", sostiene Amor días antes de una final que al iniciar el torneo parecía inalcanzable para España.
De hecho, la UEFA ni siquiera incluyó el rostro de algún jugador nacional en su cartel promocional del torneo. "A mí no me sorprende nada. Lo normal cuando haces un buen trabajo es que los resultados se den y España sabe a lo que juega. Inglaterra tiene buenos jugadores, pero veo a nuestra selección favorita", vaticina Alfonso Pérez.
En la actual selección española hay jugadores que no es que hayan tirado la puerta abajo, es que se la han llevado a su casa. Entre ellos figura el nombre de Marc Cucurella, la revelación en lo que va de Eurocopa que no convencía a los aficionados antes del inicio del torneo, pero sí a un De la Fuente que le ha entregado la banda izquierda, aunque con más fuerza brillan los nombres de Nico Williams y Lamine Yamal, encaradores de profesión.
De Londres a Berlín
Entre los dos suman (22 y 16 años) la edad de Jesús Navas (38), el veterano de la concentración. Nico se ha destapado en su segundo gran torneo con la Selección y Lamine ha roto moldes a sus 16 años al consagrarse como goleador más joven de la historia y jugar con un desparpajo del que ha librado mil batallas. "Esta combinación de juventud y experiencia es positiva para España. Williams y Yamal son dos jugadores excepcionales que ofrecen alternativas a un equipo que juega muy bien", explica a este periódico Donato.
Una precocidad que anticipaban en Lezama cuando veían correr la banda a un adolescente Nico. "Todos los análisis nos indicaban que así sería. Cuando lo veíamos estaba en efervescencia. Nosotros lo veíamos venir. Nico tenía un gran desparpajo, aceleración, uno contra uno, desborde... se veía venir. Todos los parámetros que teníamos así lo indicaban.", asegura Manolo Delgado, que formó parte de la directiva del Athletic.
Nico Williams ha arribado en la Eurocopa de Alemania con la seguridad de un veterano, pese a ser un novel en un torneo de estas proporciones. Tiene claro cómo moverse en el campo y el mensaje a trasmitir. Solo tiene 21 años y apenas supera la decena de partidos con la Absoluta, pero no ha necesitado más tiempo para convertirse en imprescindible dentro del esquema de un Luis de la Fuente que está a un partido de hacer historia.
Precintar su segundo título con la Absoluta y precintar la cuarta Eurocopa de España. El último escollo, Inglaterra. "Todo el mundo se alegrará si ganan, pero en particular los que estuvimos en aquellos cuartos de final de la Euro de 1996", asegura Alfonso Pérez. "A los jugadores les diría que una frase de Luis Aragonés. Del segundo no se acuerda nadie. Tienen que ir a ganar", anima Nadal. España e Inglaterra, un viaje de 28 años cuyo destino final llega en Berlín.