Hay que cosas en la vida imposibles de olvidar: montar en bicicleta, el primer beso o la Europa League. Al Atlético de Madrid no le gusta, de hecho incluso la desprecia, pero del mismo modo que lo hicieron Mourinho y su Manchester United la pasada temporada. Es más, el regreso a la segunda competición continental se hizo con el gesto torcido, aunque cuando el balón empezó a rodar los pupilos del Cholo Simeone recordaron la música y el cuerpo empezó a moverse solo. Es lo que tiene saberse favorito. Y no sólo en la eliminatoria contra el Copenhague. [Narración y estadísticas: 1-4]
Faltaba Oblak bajo palos por un proceso gripal, pero estaba Godín en el eje defensivo. No había ganas, pero la nevada obligaba. como mínimo tocaba correr para calentarse, que los daneses sí saben de qué va eso y salieron con ganas de demostrar que ellos también son equipo de Champions como no hace tantos años lo fueron de facto.
Es más, tantas ganas tenías los chicos de Ståle Solbakken -aquel técnico que saltó a la fama por encararse con Pep Guardiola cuando aún entrenaba al Barça- que incluso se vio sorprendido el conjunto rojiblanco. Tan superior se sabía que se permitió hasta el lujo de fallar un claro mano a mano de Griezmann cuando apenas habían transcurrido cinco minutos de partido. Y, claro, esas cosas se pagan.
Una magnífica combinación del Copenhague terminó en el área pequeña hoy de Moyà y con un taconazo de Viktor Fischer que dejó a los rojiblancos más helados que la persistente nieve. Era un completo sintentido: completo dominio del encuentro, ocasiones y control del balón y, sin embargo, el marcador desmentía todas las sensaciones, por mucho que la música quisiera sonar y los pies se movieran al compas. La zaga no tenía problemas, el mediocentro se manejaba a su antojo y Griezmann... Bueno, Griezmann, a lo suyo. Era cuestión de tiempo.
El Principito se sacó de la manga un taconazo monumental para iniciar la jugada que Gameiro dio atrás y Saúl remató para empatar el encuentro. El Atlético había empatado en seis minutos y sabía, en su interior lo sabía, que el partido terminaría como terminó. Por muchos intentos de revuelta que el Copenhague intentase, por mucho que la nieve arreciase. De hecho, 15 minutos después llegó el tanto de Gameiro y la tranquilidad al encuentro, la seguridad de quien sabe dónde pisa, la de quien sabe que ya ha pasado por aquí.
Faltaban aún el gol del propio Griezmann y el remate final de Vitolo, que salió desde el banquillo para darle puntilla al encuentro y a la eliminatoria, para confirmarle al Atlético que estará en cuartos y que sí, como dijo Gabi puede ser "una competición de mierda", pero es una oportunidad de oro. La primera piedra ya está puesta.