En Celtic Park se suelen vivir momentos inolvidables. Nada menos que 47 títulos ligueros y 36 copas adornan las vitrinas de uno de los clubes más exitosos del continente. Su césped emana el aroma del fútbol clásico y por él han desfilado algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos.
Por eso, sorprende sobremanera la barbarie exhibida por sus aficionados el pasado fin de semana. Durante el derbi por excelencia en Glasgow, ante el Rangers, se vivieron escenas bochornosas, impropias de un club de tanta categoría.
En un momento del partido, varios hinchas locales dejaron caer varias muñecas hinchables ataviadas con bufandas de su rival, el Rangers, desde las gradas. Maniatados, los maniquíes simulaban estar suicidándose por ahorcamiento.
La escena recuerda a otras vividas en España no muy lejanas en el tiempo: la incendiaria pira que se organizó en el Santiago Bernabéu con un muñeco que simulaba ser José María García, en mitad de la guerra abierta entre el periodista y el presidente del club, Ramón Mendoza; o la famosa cabeza de cochinillo que le lanzaron a Luis Figo cuando iba a lanzar como madridista un córner en el Camp Nou.
Aunque ha llovido desde entonces, lo cierto es que la violencia sigue muy presente en el fútbol. Sólo hay que recordar a Jimmy, el hincha del Depor que murió hace dos años en los aledaños del Vicente Calderón en mitad de una multitudinaria pelea. O a los beligerantes hinchas rusos, entrenados militarmente para sembrar el caos en la Eurocopa de Francia de este verano.
La alarma se ha extendido hasta el Camp Nou, donde el Barcelona recibirá el martes al Celtic en su estreno en la Champions League esta temporada. El comportamiento violento de los hinchas radicales escoceses, que también destrozaron mobiliario en el estadio durante el derbi de Galsgow, parece más preocupante que el partido en sí. Al cabo, el Celtic lleva varios años sin alcanzar la élite europea.